"Con los primeros balbuceos comienza el largo proceso educativo que culmina cuando se alcanza la mayoría de edad. A partir de este momento, la vida pasa del exclusivo aprendizaje (formación familiar y escolar), a la vida en sociedad, a la práctica y la convivencia en la comunidad, a la actividad propia de cada quien, montada sobre el riel de los conocimientos aprendidos.
Con la ingenuidad propia de la infancia, la curiosidad de
la adolescencia y los cambios de la pubertad, recibimos el conjunto de
ideas que nos dan una visión parcializada del mundo (adoctrinamiento,
ideologización), y que deberán perpetuarse por toda nuestra existencia.
El conocimiento gira en torno a la creencia. Allí está el
origen de todas las cosas: todo está en dios y proviene de él. Todo
sometido al temor. Creencia y temor como conceptos siameses,
inseparables, inculcados desde la más tierna edad. Creencia y temor
metidos en la mente, como “perro guardián”, para que ladre cada vez que
surgen dudas sobre los conceptos, preceptos, cánones, dogmas
inculcados, sustentados en la Fe como explicación ciega. “No preguntar
ni dudar: creer”
Todo aquel bagaje de conocimientos recibidos durante los primeros dieciséis años de existencia, obedecen al mismo patrón y a la única y exclusiva explicación de las cosas: dios, creencia y temor.
El “perro guardián” de la mente queda de esa manera remachado, soldado con arco de alto voltaje. Fundido en el crisol del fundamentalismo, y en los altos hornos del dogmatismo y el fanatismo.
Según esta visión del hombre y de todas las cosas, la historia de la humanidad es la historia de la religión católica, la Historia Sagrada, la Biblia. Todo conocimiento vaciado en los moldes de la sumisión regida por el temor y la creencia. Prohibido dudar y en consecuencia pensar. Decía el catecismo: “Pecar de pensamiento, palabra y obra”,
Sin libertad de pensamiento y con la vigilancia inextinguible del “perro guardián” ¿Cómo cultivar la mente? La racionalidad negada por el dogmatismo.”
La mayoría de edad nos trae independencia física para ir, venir, hacer o deshacer, siempre bajo los cánones del dogmatismo aprendido y la vigilancia inamovible del “cancerbero mental”.
Si somos sinceros consigo mismos, llega el momento de preguntarnos:
¿Qué somos?
¿Cómo pensamos?
¿Qué sentimos?
¿Cuál es la realidad del mundo en que vivimos?
Preguntas inevitables ante el cúmulo de contradicciones que
van surgiendo, ante las enseñanzas recibidas, la realidad que vivimos y
la cantera inagotable de conocimientos, ideas, conceptos filosóficos,
sicológicos, políticos, económicos, sociales, que vamos descubriendo, de
los cuales no teníamos la más elemental información por cuanto nos
fueron negados o fueron contrapuestos a las ideas recibidas
(adoctrinamiento, evangelización, ideologización).
Para ilustrar el grado de desinformación de la educación
que impartían en colegios de curas, en el texto de Anatomía humana, no
existía el capitulo correspondiente a los órganos sexuales (masculino y
femenino). El capítulo completo era arrancado. Según aquella educación,
aprendimos que las orejas sirven para oír, los ojos para ver, la lengua
para degustar, la yema de los dedos para sentir, tocar, palpar; pero
nunca nos dijeron que el pene y la vulva, además de servir para orinar,
cumplía la función vital de la reproducción. Algo de lo más elemental en
la explicación de la reproducción de la especie. Medio por el cual
estamos aquí
Si esto ocurría con algo tan elemental ¿Qué decir de la
Historia como ciencia y no como relato lineal, cronológico, de hechos
acomodaticios al interés de aquella educación (adoctrinamiento); o las
concepciones filosóficas (anarquismo, liberalismo, socialismo,
positivismo, naturalismo, comunismo, materialismo filosófico,
evolucionismo fascismo, etc.); sicología y mecanismos de la mente;
invención de la propiedad y división de la sociedad en clases;
desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción;
ser social y conciencia social? En fin, el real conocimiento,
explicación del origen de todas las cosas.
Al cruzar la pubertad, salir al mundo y enfrentar la realidad, comenzamos a tener una visión distinta, a recibir un conjunto de conocimientos. Comenzamos a leer libros de autores que nos fueron negados. Comenzamos a descubrir que la historia de la humanidad no es la historia del cristianismo ni mucho menos que los orígenes del hombre están en la Biblia.
Comenzamos a descubrir que la naturaleza no está sometida a maniqueísmos. Nada en la naturaleza responde al bien o al mal. Todo en la naturaleza ocurre por necesidad o por casualidad y jamás por disposiciones míticas.
Descubrir ese mundo real, verdadero, constituye un proceso
de años. Quince años (niñez).de montaje ideológico (adoctrinamiento).
Al cumplir los 18 años de edad comenzamos a tener claro que los dioses
son invención del hombre y comenzamos el largo proceso de desmontar el
armatoste ideológico, la lucha contra el “perro guardián” que nos habían
construido en el proceso educativo de la infancia, la niñez y la
adolescencia.
En este libro tratamos de recoger ese largo proceso del
conocimiento. Desmontar la creencia, el dogmatismo y liberar la mente
para la racionalidad de todas las cosas.
La primera conquista del ser humano debe ser la libertad
de pensamiento. Única, segura, verdadera libertad, donde nadie puede
interferir.
Este libro recoge parte de esa lucha personal.
Está escrito con la misma espontaneidad con que realizamos
el repensar lo aprendido, dudar, desconocer, comenzar de nuevo a
aprender y admitir lo que en verdad es útil para el conocimiento: la
ciencia, la razón, la materia en perpetua evolución y origen de todas
las cosas.
Este libro en esencia es una recopilación de ideas obtenidas de la lectura, de la realidad vivida, de las contradicciones propias del mundo en que vivimos (mundo paradójico), y de textos tomados de diversidad de autores para sustentar el real conocimiento de las cosas. El trabajo de ensamblar ideas, conceptos y vivencias, recopiladas en cincuenta años, es el origen de este libro.
Está conformado por los elementos del pensamiento
filosófico que nos fueron negados por los maestros que contribuyeron a
nuestra formación intelectual. Conocimientos de los cuales nos hemos
liberado al expulsar el “perro guardián” sembrado en nuestra mente.
Esa larga y solitaria lucha personal conforma la temática
de este libro, escrito con la mayor espontaneidad posible, con la
libertad de pensamiento que constituye nuestro sentir, nuestro pensar y
nuestro decir.
Hemos seleccionado o conformado siete títulos o capítulos para tratar de enmarcar siete conceptos: el tiempo, el fenómeno, la naturaleza, el hombre, la materia, la paradoja de la creencia, el laicismo y un epílogo. Los presentamos como relatos que van de la novela al ensayo, donde los recuerdos se entrelazan con las ideas.
Por escribir este libro hace 500 años, me hubieran quemado en la hoguera. ¡Algo ha cambiado!
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