La
fórmula antipopular que en nuestro país tomó cuerpo con el acuerdo
del llamado acuerdo de Punto Fijo lo controló todo. Arrinconó y casi
extermina todo vestigio de organización progresistas y de izquierda.
Ellos, representados esencialmente en los partidos AD y Copei, al igual
que los gobiernos del resto del continente, entregaron a las empresas
extranjeras el control total y absoluto de la explotación de nuestras
materias primas, regalía que asumieron de manera diligente y debastadora.
A once
años del siglo XXI, podemos afirmar que nuestro Latinoamérica
se enrumba hacia grandes e históricos acontecimientos.
Es cierto que día a día es real el acoso que lleva a cabo
el gobierno norteamericano, tratando por todos los medios posibles de
quebrar, reventar, desestabilizar y acabar con los gobiernos que
han surgido en las últimas décadas, los cuales saben ellos muy bien
están animados por el signo progresistas y revolucionario. Para
ello cuentan con su poder mediático, grandes sumas de dinero y, lamentablemente,
con sectores, partidos y una dirigencia entregada y vendida
a los intereses extranjeros.
Cuando ya pisamos el 2012 y nos acercamos a las elecciones presidenciales del 7 de octubre, afirmamos que la estabilidad, la paz y el progreso de Venezuela los garantiza la reelección del presidente Chávez. Por sencillas razones: para no volver a un pasado de largas y tenebrosas noches. Para no sentir en los talones la represión, cárceles, muerte y la entrega vergonzoza de nuestra economía a las transnacionales. Chávez es el presente y el futuro de la patria Bolivariana.
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