Melecio Pérez, una analista político pueblerino, ante el desorden y zaperoco que formaron unos supuestos chavistas en las elecciones de los candidatos a concejales y juntas parroquiales, sin darme los saludos de rigor, me soltó lo siguiente: ¿Y esos son chavistas? ¿Qué cree usted, Malaver?
-- Verdad –se contestó él mismo- que para mí que he militado en la izquierda desde muchos años y que he apoyado al Presidente Chávez desde la asonada del 4 de febrero de 1992, lo que me da es una pena ajena, pues tamaña sinvergüenzura no se puede aceptar dentro de un proceso que busca cambiar profundamente esta sociedad, a la cual cuarenta años de puntofijismo la dejaron podrida.
-- ¿Y que puedes usted esperar de esa gente que se mata por ser concejales?, le dije.
En realidad, viéndolo bien, nada. Porque los que están ahí aspirando a esos cargos vienen de los partidos tradicionales, de ahí que hagan las mismas trampas y practiquen las mismas costumbres y vicios. Es lamentable, pero es así; y por eso ¿quién puede confiar en éllos?
-- ¿Por esas prácticas, da la impresión que no son revolucionarios?, le acoté.
-- Mira, Malaver, esa palabra de revolucionario les queda muy grande a esa pila de… y mejor no digo nada, para no entrar en detalles. Pero es triste y lastimoso que mientras el pobre Chávez le esté echando pichón de lunes a domingo y sin descanso, esta gente anda en otra onda y sin escuchar el mensaje que cada domingo el Presidente lanza. De verdad que es lamentable, porque aquí para ser claro, el único chavista es Chávez, lo demás es pura pacotilla, y por eso lo siento por mi admirado comandante.
Melecio Pérez, habló, se marchó y dejó la reflexión en el aire.
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