Tras la victoria británica contra el Afrika Korps de Rommel, en noviembre de 1942, en El Alamein, Winston Churchill celebró el éxito del General Montgomery, con el siguiente juego de palabras: “Este no es el fin. No es ni siquiera el principio del fin, pero quizás sea el fin del principio”. No sé si sea acertado hacer uso de una frase de un líder político de una potencia imperial, como lo fue el Imperio británico, para presagiar el fin de la OEA y de la ONU, bajo su concepción vigente. O quizás sí, porque los vientos de la historia hoy parecieran haber virado, soplan hacia el SUR y le recuerdan al NORTE sus desaciertos. Crisis financiera mundial, caos climático y modo de producción, guerras injustificables, déficit de alimentos y biocombustibles. Soberbia desmedida de un grupo de países, sin credenciales morales, que hoy sólo pueden apelar a la fuerza militar y económica para mantener una parte de su hegemonía. ¿Pero por cuánto tiempo más? Tienen sus casas ardiendo por dentro y los pueblos del mundo luchando por su emancipación. Se exponen, con malabarismos ideológicos ya desgastados, a la evidencia histórica de haber logrado su desarrollo a costa del fracaso y la miseria del resto de ellos.
Los pueblos de AL y el mundo deben seguir expresándose, como vienen haciéndolo en la última década, comunidad por comunidad, casa por casa; deben discutir la salida de nuestros países de estos instrumentos “de dominación”, y no “de igualdad soberana de todos sus miembros” Deben darse a conocer los falsos “propósitos y principios” de la Carta de las Naciones Unidas, la abusiva conformación del Consejo de Seguridad y el grosero “derecho a veto” de sus 5 miembros permanentes. Dicho documento constitutivo, en su artículo 27.3, establece que: “Las decisiones del Consejo de Seguridad sobre todas las demás cuestiones (distintas a las cuestiones de procedimientos) serán tomadas por el voto afirmativo de nueve miembros, INCLUSO los votos afirmativos de TODOS los miembros permanentes…”. De esta manera, sin nombrarlo, al requerirse la unanimidad de los miembros permanentes, establecen el DERECHO A VETO. Manipulaciones del lenguaje y falsa conciencia, propias de la hipocresía imperial; igual que cuando se habla de “daños colaterales”, por “asesinato de la población civil”. O de “democracia”, por “dictadura de las grandes corporaciones económicas”…
Debe propiciarse la discusión sobre la OEA y la ONU, en el seno de los pueblos, en las plazas y en las calles. Desde Calle 13 y desde los libros… Las voces de los “indignados” de Europa y Wall Street, ya no sólo de los pueblos explotados del tercer mundo, deben sumarse a la lucha por un nuevo orden político internacional, de mayor justicia e igualdad social. Al igual que fue posible enterrar el ALCA, en Mar del Plata, Argentina, en noviembre de 2005, bajo aquel hermoso grito irreverente de Chávez: “el ALCA…. ALCARAJO”, quizás sea tiempo que los pueblos del mundo piensen también en enviar a la OEA y a la ONU… AL CARAJO. Aún falta un largo trecho por recorrer, la CELAC puede ser ese deseado “fin del principio”. ¡”Vamos dibujando el camino”!
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