Chávez ha utilizado estas tres categorías para referirse a los revolucionarios que no se han incorporado a las tareas de la revolución y de la transición al socialismo. Además de reconocer la existencia de personas que se encuentran en estas posiciones, ha planteado la necesidad de ir por ellos e invitarlos a integrarse a este proceso, con miras a profundizarlo y fortalecerlo.
Hay que asumir este reto sin prejuicios ni complejos, con la decisión de una tarea fundamental para el avance del proceso revolucionario. Acercamiento que debemos hacer con pies de plomo para garantizar que sea una experiencia exitosa y no otro intento fallido por conseguir la necesaria unidad de los revolucionarios. Hay que hacer un esfuerzo por comprender las razones del inconformismo, de la molestia, de la indecisión. Y, sobre todo, discutir de manera franca, honesta y con voluntad de acuerdos. Antes de unirse y para unirse es necesario discutir, recuerda Lenin.
No es, por supuesto, un esfuerzo en una sola dirección. Todo verdadero revolucionario debe estar convencido de la necesidad de converger en una plataforma de lucha fundamental. El enemigo que tenemos delante es poderoso. No porque goce de un extraordinario apoyo popular sino porque trabaja sobre la cultura del capitalismo, sobre falsas creencias arraigadas en el seno del pueblo; porque tiene extraordinarios recursos económicos y mediáticos; porque tiene el apoyo internacional de los centros de poder mundial.
Tal acercamiento debe trascender lo electoral. Sin duda cada proceso electoral es vital para el afianzamiento de la revolución. Es una oportunidad para el afianzamiento de las ideas socialistas, para la consolidación del poder del pueblo. Pero, igualmente el acercamiento debe apuntar a la incorporación efectiva de los revolucionarios a las tareas cotidianas de la revolución. Hace falta mucha gente porque las tareas son grandes, muy grandes, y el enemigo poderoso. Pero la unidad de los revolucionarios integrados al pueblo nos hará invencibles.
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