Por una nueva forma amor, nueva forma ética, nueva forma revolución

A RUBEN ALAYON MONSERAT, su inesperada partida


Una se la pasa preguntándose con frecuencia los límites del hacer entre lo personal y lo político, e inevitablemente lo personal es lo político. Los límites generalmente los pone el asombro o la incredulidad de la ilimitada capacidad que tienen los inescrupulosos en su insolencia de avanzar sobre nuestros hombros para conseguir fines inconfesables, o que nosotras no podemos ver e interpretar, digo yo.

Amar en revolución, nos exige amor y amar, un sentido de lo ético que nos arropa todos los días. La ética de la lealtad, la honestidad y la negación al traición por sobre todas las cosas, al menos eso creía yo, así me educaron mis padres y mis amigos de la izquierda de los 80´y los 90´.

Me tocó últimamente amar (con bastante sorpresa de mi parte) a Rubén, un hombre que cada día me sorprendía, por su infinita capacidad de provocar la risa, el enojo, la tensión o la contradicción: con sus actos, su palabra mordaz y certera, sus ideas e igualmente obligarnos cada día a la lectura y el estudio de Marx y los marxianos para poder seguirle el paso –y salirle al paso-con argumentos válidos. Y así logro hacer un equipito de Economía Política en el Centro de Estudios UBV, llevarnos a Catia, trabajar con alegría y esfuerzos; ponernos a pensar y desafiar los retos de la decadencia y el desencanto en la ética y lo ético de la lucha en revolución..

Rubén se caracterizó como varios de mis amigos y amigas, por la inteligencia aguda, el humor lacónico y el gran corazón, dulce, almibarado y sensible, protegido y atrincherado eso sí, de un intelecto y un arsenal de categorías, ideas y propuestas ardientes, creativas y luminosas.

Y resulta que me encuentro, al más puro estilo de Rubén, desarrollando la teoría del Homicidio Culposo: se puede matar a un revolucionario con la antiética, con la traición, con el más refinado y pulcro estilo de la carencia de escrúpulos. No decidir oportunamente a favor de proyectos, no actuar adecuadamente, no practicar los acuerdos, no respetar las alianzas, sabotear los equipos, dividir los esfuerzos, avanzar en las practicas “adecas” del amiguismo, el oportunismo, y el quítate tu pa ponerme, jugar al desencanto, al desgaste. Así se desarma, se anula, se neutraliza, a un revolucionario que ama a la gente, a su gente y a los que ni siquiera conoce.

Rubén amó lo que hacía, su ciudad, el Valle, la gente de Catia, su familia, sus amigos a pesar de que algunos traicionaron acuerdos y su confianza, amaba el amor de todas las particulares formas que se manifestaban a su paso. Amó el estudio y la lectura, la escritura, la palabra, la idea. Sus propuestas de nuevas formas de Estado, de valor, de afecto…la erótica comunal, siempre me sedujo por la sensibilidad y sensualidad intelectual que denotaba. En su memoria siempre acudían sus amigas y sus amigos de lucha a quienes conozco a fuerza de sus anécdotas.

Rubén me invito a pasar al cerrado jardín intimo de su vida y su casa, a una Caracas política como caraqueño, a mí, que soy del interior (que me parece que Caracas se olvida del país que existe), me mostró en rara combinación de amor, su interior dulce, ancho y ajeno, me exigió la disciplina y la rigurosidad académica a la altura del pueblo como dice Victor Alvarez, mostró que para soñar bonito hay que respetar al otro y respetarse así misma desde la honestidad alejada de la mediocridad académica. Me invitó a su lucha contra la mediocridad académica en la universidad, en la UBV, contra la mediocridad política, contra la mediocridad. Me mostró igualmente el horror de develar el rostro del enemigo oculto, de la puñalada trapera, y del panfleto hecho libro.

caquetia@gmail.com


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Carina Salazar-Guerrero


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