Si una cosa caracteriza a nuestro país es la profunda fe y alta espiritualidad del pueblo venezolano, en especial de los más humildes y desposeídos.
En los últimos años la participación de los líderes religiosos en política se ha hecho más notoria y se manifiesta en las diferentes religiones e iglesias que conviven en el quehacer nacional; sobretodo, porque forman una amalgama de credos que nutren la cultura religiosa del venezolano.
Abordar los temas religiosos siempre exige mucho respeto, porque cuando se perfila su enfoque se tocan principios, doctrinas y mandamientos que sustentan una teología o un dogma y desde luego, repercuten en los ritos que acompañan la actividad religiosa de cualquier credo y que se expresa en sus cultos, ceremonias, templos advocaciones y la respectiva estructura u organización de las iglesias.
En Venezuela por razones de la influencia de la conquista española que llegó con la Santa Cruz, la mayor influencia recae en la Iglesia Católica que tiene su epicentro, desde el nacimiento del cristianismo en Roma, donde está su cabeza visible, el Papa y que además ha estado a lo largo de su historia, unida al poder de las diferentes corrientes que lo han ejercido en el mundo.
Con la llegada de la Revolución Bolivariana se ha acentuado la polémica vinculada con lo religioso; no por la pérdida de fe del pueblo venezolano; la cual permanece incólume, sino por la manera de interpretar o aceptar las políticas del Estado venezolano por parte de la jerarquía eclesiástica de la Iglesia Católica, a la cual pertenecemos una gran parte de los habitantes de nuestro país. Se trata de un cambio en la relación con los dirigentes más no con los feligreses.
El asunto es que el Gobierno y concretamente el Estado venezolano, ha decidido su forma de gobernar, guiado por una constitución soberana que se ha dado el pueblo y en la cual se contempla el respeto a los cultos y la libertad de credos y a las organizaciones religiosas que conviven en nuestro país. Esto está consagrado en el artículo 59 del Capítulo III de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999.
En los últimos años y ahora que se avecina una contienda electoral se ha hecho común que los políticos de las diferentes tendencias de nuestro país busquen la protección de los santos. Algunos por muestras de fe, como el Presidente de la República Hugo Chávez, quien por razones que todos conocemos, ha acudido a diferentes templos y advocaciones como al de la Virgen de Coromoto y al del Santo Cristo de La Grita, donde el pueblo lo ha acompañado masivamente.
En este sentido, existe una gran diferencia con los candidatos de la oposición, quienes también andan detrás de los santos; como la Divina Pastora o la Virgen del Valle, pero para pedirle votos o “ganar indulgencia con escapulario ajeno”.
A lo anterior debemos sumar los discursos de los jerarcas de la Iglesia Católica, como el Cardenal Jorge Urosa Sabino, quien no desaprovecha estas oportunidades para en sus homilías, desatar su verbo contra las políticas del Gobierno y en especial contra el Presidente Chávez, a quien acusa de usar el Sermón de la Montaña y de tratar de convertir a Cristo al Socialismo. En resumen, ahora en Venezuela tenemos a los políticos detrás de los santos.
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