Seamos claro y directos en la crítica revolucionaria para avanzar. El partido de la Revolución Bolivariana aun no existe. Esta afirmación la realizamos con toda responsabilidad y sin desmérito de aquellos muchos núcleos revolucionarios que hacemos vida dentro del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
El PSUV es una verdadera entelequia; un partido de viejo tipo impregnado con elementos e ideas vanguardista, pero que carece de una dirección colectiva autónoma; despojada de toda responsabilidad de Estado, libre, pero con poder suficiente para controlar a este de forma efectiva y dedicar su tiempo a la batalla política que cada día se vuelve más crucial para la revolución. El PSUV tal y como lo conocemos se encuentra dividido o más bien capturado por los altos burócratas (Alcalde, Gobernadores, Ministros, etc.) del Estado. Los amigos, los compadres, los “testafe” entre otros dominan la áreas claves de éste. Mientras la dirección del PSUV siga estando en manos de los burócratas del Estado, naturalmente, las políticas, ideas, la ética y moral del proceso revolucionario quedan subyugados a los intereses grupales de cada parcela que componen la división de responsabilidades dentro del Estado. El poder del Estado burgués enajena, corrompe y mina la unidad política que sólo puede mantener una dirección política completamente divorciada de las responsabilidades administrativas de Estado, pero con suficiente poder sobre éste.
En este año se vuelve crucial maximizar la verdadera política; impulsar el movimiento político moralizante y concientizador de las masas populares para enfrentar con éxito la embestida imperial que pretende impedir la reelección presidencial del camarada Chávez. Sabemos, el partido de nuevo tipo que bien definió Lenin, y que requiere la Revolución Bolivariana hoy, necesita todavía de fermento; tardará un tiempo más en cristalizar. Muchas más reflexiones criticas y autocríticas permitirán su parto. Pero también reconocemos que, mientras esto sucede, la actual coyuntura política nos obliga a no perder tiempo en ello.
El gran Polo Patriótico (GPP) es el espacio idóneo donde los revolucionarios hemos sembrado nuestras esperanzas, pues, en él no dominan aún -ni debemos permitir que así suceda- los intereses grupales de los burócratas del Estado. El GPP requiere de un nuevo impulso político. La tarea crucial de éste gran movimiento de movimientos es permitir que surjan nuevos cuadros medios y altos que permitan reemplazar a los ya desgastados y degenerados “cuadros” -salvo honrosas excepciones- que ocupan de forma simultanea responsabilidades de Estado y de dirección política dentro del PSUV.
La aparición de un Fernando Soto Rojas en la escena política del país dio alivio al pilar fundamental de la Revolución Bolivariana representado en la moral y liderazgo del camarada Chávez. ¿Cuantos Sotos Rojas están por allí desplazados, golpeados y ocultados por una casta burocrática que pretende auto-proclamarse de “iluminada vanguardia” revolucionaria?
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