Los bienes duraderos suelen ser acaparados, el caso venezolano, de flamante tratamiento, es sin temor a equivocarnos un trascendente ensayo de gran envergadura.
Para nadie es un secreto que la vivienda forma parte de la anacrónica propiedad feudal que rezagadamente sigue imperando a lo largo del tiempo burgués. Hoy por hoy, la tenencia de tierra con viviendas y edificios ha sido el gran negocio de la clase burguesa, desfasadamente llamada clase terrateniente.
Se trata de un segmento de la burguesía que centra parte de sus inversiones en la compra, construcción, venta y arrendamiento de inmuebles habitacionales para uso familiar, comercial y fabril. Este tipo de mercancía goza del privilegio de ser inmune a la obsolescencia que es propia de la gran mayoría de los bienes. Por el contrario, este segmento de la alta burguesía se ha cuidado de darle una sobredurabilidad económica a los “bienes raíces”, terrenos vírgenes y edificaciones en general.
Para nadie es un secreto que siempre ha sido motivo de “satisfacción académica” atribuirle a la propiedad privada inmobiliaria la cualidad de “estar exenta de depreciaciones”. Por el contrario, estas mercancías han sido objeto de un permanente e inercial acrecentamiento de capital sin adición de nuevo capital por parte de su propietario. El comerciante del mercado inmobiliario no corre riesgos, no contrata asalariados; su tipo de explotación es una mixtura económica de propiedad feudal con expresiones capitalistas. Es el gran negocio de la industria inmobiliaria, y arrendataria por excelencia. Rige a nivel mundial, y el caso venezolano, de flamante tratamiento, es, sin temor a equivocarnos, un ensayo de gran envergadura.
Es así cómo un dueño de inmuebles simplemente se convierte en un acaparador de oficio y en especulador nato, porque mientras fabricantes y comerciantes de calzado, por ejemplo, ven su mercado reciclado constantemente, según la durabilidad promedia de estos bienes, el vendedor y constructor de inmuebles lo hace una sola vez, los acapara para su “engorde”, los vende sólo al mejor postor, que es decir subasta, o los arrienda de por vida. Como si fuera poco, cierra a voluntad unilateral toda opción de traspaso por compraventa, sencillamente porque para este capitalista su ganancia se deriva de la renta directa proveniente del inquilino, y se cuida de mantener acotada la oferta de viviendas mediante el acaparamiento de terrenos vírgenes, el freno de la oferta, a fin de mantener una creciente suba de precios en sus correspondientes alquileres y precios de venta, si fuere el caso. El extremo y la mejor prueba de este acaparamiento en defensa de los alquileres y precios altos se manifiesta cuando mantienen grandes extensiones de terrenos ociosos, así como de viviendas y edificios cerrados expuestos a su deterioro porque sencillamente, lejos de perder valor, supuestamente lo ganan mediante esa propiedad ficticia de ser bienes no depreciables. La literatura burguesa de Economía Burguesa es rica en estas nauseabundas conceptualizaciones. Digresión: En las ciudades y periferias urbanas ha sido frecuente, con la alcahuetería más descarada de las Alcaldías nacionales, el sacrificio de feraces terrenos agrícolas a favor de edificaciones, con lo cual acortan la oferta de alimentos o contribuyen a encarecer sus precios en una industria agrícola donde también suelen tener intereses capitalistas los mismos inmobiliarios que estamos tratando.
Es por ello que el capitalista de bienes raíces siempre se ha valido del Estado para garantizarse semejante abuso comercial. Es en este mercado inmobiliario donde el poder de la alta burguesía ha contado con gobiernos que no han pasado de ser más que simples administradores del patrimonio de la burguesía. La defensa del derecho de propiedad privada con rango constitucional va más allá de la simple propiedad privada sobre las mercancías de la “cesta básica”, y por eso las legislaciones penales han dedicado más esfuerzos a la lucha contra el delincuente menor, el ratero y el ladrón de mercancías y dinero en efectivo, que sobre los ladrones de la propiedad inmobiliaria. Ciertamente, si en algo el capitalismo y la propiedad privada son un robo, es en el segmento del capital inmobiliario.
El llamado engorde del precio de terrenos y edificios ha permitido y factibilizado que muchos terrenos y edificios hayan permanecido ociosos durante siglos, mientras en paralelo, los buhoneros carecen de locales ad hoc, trabajando en calles y aceras, y cientos de miles de familias han estado viviendo en ranchos o viviendas de mala muerte. Este ensayo venezolano, en honor a la verdad, es todo un reto económico contra una de las inversiones más vergonzosas y aborrecibles del capitalismo nacional y mundial.
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