Grecia no tiene peso suficiente para desequilibrar financieramente a Europa

Los neoliberales inmersos en el Banco Central Europeo, en la Comisión Europea y en el FMI intentan proteger de la pérdida total a las finanzas privadas infladas por la mayor especulación de la historia del capitalismo. Difícilmente terminará bien todo esto.

En medio de múltiples datos y estadísticas billonarias y trillonarias divulgadas diariamente por la prensa cubriendo prácticamente todo el mundo, es muy fácil para el hombre común perder la perspectiva de lo que de hecho está sucediendo en la economía planetaria. Pese a esto, en términos conceptuales, todo es muy simple. Se especuló además a partir del mercado inmobiliario norteamericano y de algunos países de Europa (España, por ejemplo). Esa especulación se filtró para todo el mundo a través de los sistemas financieros globalmente conectados. Una enorme burbuja financiera, formada por ganancias ficticias, se despegó de la economía real. Su valor efectivo era una fracción del valor.

Toda burbuja financiera un día revienta. A veces, en el mercado accionario. Otras veces, cuando se exagera en los financiamientos externos (crisis de intereses en el Tercer Mundo a inicios de los 80). En general, para que la esfera financiera especulativa se reconcilie con la economía real, los tenedores de los créditos se enfrentan con pérdidas seguras. Eso, con todo, puede ser atenuado en el mercado de títulos donde parte de las pérdidas son patrimoniales y recuperables: si la persona no precisa vender las acciones en el corto plazo, puede esperar mejores condiciones de mercado aunque eso lleve años. Ya en el mercado de deuda bancaria la situación es diferente.

La especificidad de la crisis actual es que esta fue el resultado de la especulación en el corazón del sistema bancario americano y mundial. Los bancos ofrecieron créditos, empaquetaron créditos en títulos arriesgados, mezclaron títulos con otros títulos, vendieron a aseguradoras y fondos, recompraron de las aseguradoras y fondos, e instauraron la especulación inmobiliaria desde la base ofreciendo préstamos a quien no podía pagar. A partir del 2007, los más expertos ya sabían que eso no iba a durar mucho. En efecto, en el año 2008, la crisis estalló cuando Lehman Brothers, el quinto mayor banco de inversiones de los Estados Unidos, simplemente quebró con billones de títulos basura en cartera.

En los Estados Unidos, las autoridades del Tesoro y de la Fed imaginaron inicialmente que iban a poder dejar que el mercado “liberal” resolviera la crisis. Enseguida verificaron que, sin interferencia oficial, todo el sistema capitalista, a partir del núcleo bancario, colapsaría. El Bank of America y el Citigroup, los dos mayores, estaban en peor situación: el Gobierno tuvo que estatizarlos parcialmente. Enseguida, se les efectuó un test de stress en relación a los otros 17 mayores conglomerados bancarios comerciales, constatandose que el Fed tendría que mantener sus grifos de crédito subsidiado abiertos para garantizar el sistema funcionando.

En los Estados Unidos, pese a esto, después del costo inicial de US$ 800 billones todavía en el gobierno de Bush, la sustentabilidad del sistema quedó en su mayor parte a cargo de la Fed, sin que eso se convirtiese en un subsidio irrecuperable. De cualquier forma, el sistema se benefició ampliamente de condiciones financieras que permitieron y aún permiten, excelentes condiciones de arbitraje: los bancos toman dinero a un costo de casi cero por ciento del Fed y lo aplican, sin riesgo, en los títulos del Tesoro rindiendo un 3,5%. Es una simple operación electrónica, sin ningún costo. Con eso, se facilitó el proceso de financiamiento requerido por el paquete fiscal – este, si, a cuenta del Tesoro y del ciudadano – de US$ 787 billones del gobierno de Obama, lanzado a inicios del 2009.

Entre tanto, la salvación bancaria norteamericana es un hecho que está lejos de haber sido superado. Giran en el mercado cerca de US$ 6 trillones en hipotecas, estimándose que algo como US$ 1,5 a US$ 2 trillones sean de pérdida segura cuando llegue su vencimiento. Los bancos tendrán que renegociarlas y, principalmente, lograr ganancias a corto plazo o captar en el mercado los recursos necesarios para cubrir esas pérdidas, pues en caso contrario, quiebran. Como son demasiado grandes para quebrar, eventualmente tendrán que ser salvados por el gobierno, a pesar del riesgo moral y de la indignación de los ciudadanos que se verán expoliados por la especulación privada otra vez más.

En Europa el compromiso estatal fue más lejos. Los gobiernos tuvieron que salvar sus bancos inyectando billones de dólares en sus cajas. Algunos, como los ingleses Royal Scotland Bank y el Barclays tuvieron que ser estatizados. El mismo destino tuvieron los bancos irlandeses. En este caso, para evitar su quiebra efectiva, fue el Estado el que virtualmente quebró. En la pequeñita Islandia, el gobierno, presionado por plebiscitos, fue mais sabio: dejó que quebraran tres bancos que, en comparación a su PIB, eran gigantescos. Hasta en Alemania el segundo mayor banco, el Commenzbank, tuvo que ser parcialmente estatizado. Nótese que, en la zona del euro, la salvación de los bancos quedó casi totalmente a cargo de los tesoros – por lo tanto, de los ciudadanos -, ya que el BCE se limitó a la compra de títulos públicos de los gobiernos.

El circuito de la crisis financiera es, pues, el siguiente: especulación exagerada en el mercado de hipotecas, morosidad, quiebra o amenaza de quiebra de los bancos mas expuestos y más ambiciosos, intervención de los gobiernos para impedir la quiebra de los más grandes (ochocientos medios y pequeños fueron abandonados, sólo en los Estados Unidos), programas de ajuste fiscal para reducir el consecuente déficit y la deuda pública de los gobiernos como pretexto de tranquilizar a los mercados en cuanto a su pago, destrucción del estado del bienestar social. Eso funcionará? Claro que no, basta ver la situación de Irlanda, Portugal y Grecia, todas víctimas de los programas de ajuste, y todas sin salida. Y no es preciso esperar mucho para ver surgir las consecuencias del desastre no solo en las calles de Atenas; es que se verá, en el resto de Europa, que de te fabula narratur. (De ti se cuenta esta historia. )

(*) Economista y profesor, coautor, con el matemático Francisco Antônio Doria, de “O universo neoliberal em desencanto”, Ed. Civilização Brasileira

Publicado en Carta Maior Traduccion Diana Cordero




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