Estimados camaradas socialistas, el pasado 4 de Marzo, se cumplió un aniversario más del nacimiento de ese hombre ilustre, gran revolucionario y poeta, como lo fue José Pío Tamayo Rodríguez, y este articulo solo busca remediar un grave agravio mió, ya que siempre he sostenido que la obra y vida de Pío Tamayo fue de una gran inspiración en mi vida y en el consecuente rumbo revolucionario y socialista que le he dado, ahora bien, dijo desagravio, ya que en el poco tiempo en que vengo escribiendo, jamás he hecho un justo y sentido reconocimiento al que para mi es uno de los ejemplos fundamentales de vida de lo que debe ser ese ciudadano nuevo, ese ciudadano revolucionario y profundamente socialista, ese ciudadano que es capaz de pensar primero en “nosotros” que en “yo”, ese ciudadano que pueda transformar definitivamente nuestra sociedad.
Tengo que reconocer que si no es por una entrevista que hace nuestra periodista estrella Vanesa Davies, en su muy buen programa Contragolpe, en nuestro canal, a ese gran hombre, revolucionario, guerrillero y comunista, como lo es el presidente de la actual Asamblea Nacional, el gran Fernando Soto Rojas, (quien diría, un guerrillero y comunista presidente del “congreso”, Betancourt, Leoni y compañía, se deben estar retorciendo en la quinta paila del infierno), volvamos al tema fundamental, como les decía, Fernando Soto Rojas le exponía a Vanesa que se cumplía, próximamente, un aniversario del nacimiento del gran Pío Tamayo, y que él, contrario a esa corriente de personas que quieren llevar a Betancourt al Panteón Nacional, él pertenecía a un grupo que quería llevar a este magno recinto al gran Pío Tamayo, y es mas que obvio, que me uno a este grupo.
En este articulo no quiero ser muy extenso, solo voy a reseñar los tres o cuatro aspectos de su vida que más me marcaron, y les traigo, el que para mí, es el mas grande de sus poemas, recitado en el mes de Febrero de 1.928, en el Teatro Municipal, con motivo de la coronación, como Reina de los Estudiantes, de su majestad Beatriz I y que lleva por titulo: “Homenaje y demanda del Indio”.
José Pío Tamayo Rodríguez, nace el 4 de Marzo de 1.898, tocuyano de origen, poeta de vocación, revolucionario por amor, enemigo de Gómez por convicción. Una de sus primeras obras es la novela titulada: “El dolor de los granujas”, novela para mi fundamental para entender lo que es el amor y la lucha por un pueblo, solo hay que leerla y recordar lo que era el régimen gomecista, para ver la verdadera talladura y valor de este gran hombre, y demás esta decir que paro preso por esta obra.
Como ex estudiante de la Central, como no mencionar que una cátedra libre para el estudio de las ideas políticas venezolanas, que lleva orgullosamente su nombre, bastara hacer un poco de historia para saber que el fue uno de los primeros, sino el primero, en introducir las ideas marxistas en Venezuela, y en aquella “época”, de que tenia “bolas” las tenia, aunque un poeta de esta envergadura no merezca este trato a la lengua que yo le doy.
Otro punto que no quiero dejar de tocar en este, muy breve, homenaje mío, es el hecho de que a la muerte de su padre se hace cargo de la hacienda familiar y en vez de convertirse en un hacendado capitalista y explotador mas, cosa muy normal a la sazón de la época, el gran Pío Tamayo, se dedica a ayudar a los empleados enfermos, forma una cooperativa entre los obreros y los agricultores, que obviamente fracasa, ganándose el odio gubernamental y teniendo que marchar al exilio.
Su trayectoria en el exterior no tiene desperdicio, pero es tan larga y provechosa que seria inútil tratar de darle su verdadera magnitud en este pobre y breve articulo, solo quiero terminar por decir, que el poema que a continuación les expongo, lo recito ante el mismísimo poder gubernamental, y a poco tiempo de haber regresado al país de su largo exilio, entenderán, una vez que lo lean, el porque esa porquería llamada Gómez lo encarcelo, hasta poco tiempo antes de su muerte, acaecida el 5 de Octubre de 1.935
HOMENAJE Y DEMANDA DEL INDIO
A su Majestad Beatriz I
Reina de los Estudiantes.
Sangre en sangres dispersa
almagre oscuro y fuerte
estirpe Jirajara,
cacique Totonó,
-baile de piaches, rezo de quemas-
Soy un indio Tocuyo
Yo.
Meseta brava y bella
que abre su arcada a los llanos
y sus patios a la luna;
patíbulo de Carvajal,
espina de cardonales,
polvo y sol.
Altiplano tocuyano
que nutre su carne en jugos
blancos de cañamelar.
Y los hace sangre roja
en la flor del cafetal;
bueno y santo
por la madre,
y porque me enlaza hermano
del de la selva en oriente
y del de la sierra al sur.
Yo llegué de este altiplano
A avivarme en mis hermanos
Los de la universidad,
-savia en afanes quemada,
delirio del roble erguido-
y a rendirte mi homenaje
de indio triste,
Majestad.
Fracasa entre mi canto y mi altivez indígena
La intención en hinojos.
Humo leve de inciensos
como el que ardió en las aras de Tenochtitlán,
quemo en mi corazón,
y humillo el desgreñado orgullo de los vientos
con agua de remansos,
cenizas de volcanes
y cánticos de amor.
-Así en la tierra antigua donde voló el faisán
usaba la liturgia de la proclamación-.
Los miles de estudiantes,
cada estudiante, reina,
en un mundo en promesas y un trajín de tormentas-
han abierto hoy sus pechos sobre más infinitos,
al ver que oraculiza en tus manos llaneras
el tripartito escudo de su federación.
Mañana, anhelo, pueblo,
Mirandinos colores de la emancipación.
Beatriz del estudiante,
cetro de rebeldías,
corona de futuros;
bajo el patio de auroras de nuestro trono eres
la juvenil canción de amanecer.
El ensueño durmiente al amparo del alma
jubilosa y dinámica de la Federación,
hecho viva esperanza
en tu luz de mujer.
Y digan con mis voces palabras de tus súbditos
que es tu reinado, Reina, el único que no hace
cesarismo anacrónico,
en esta nutrida selva de Guaicaipuro,
de Mara y Yaracuy,
y del equino trueno
de los cien mil corceles,
sobre el que galoparon libertadas naciones.
Fugitivo perfil de la garza morena,
¡Oh, perfume caliente de las mazorcas tempranas!
Durazno de oro en rama;
Cosa dulce y romántica cuando se dice ‘amada’;
Ternura inacabable de la venezolana;
Orgullo de nosotros.
Reina en cuya belleza
riman nobles y claras mis palabras agrestes,
divinizo tu boca
tan ingenua y traviesa
diciendo la dulzura que oí yo ayer.
“Cuando yo sea abuelita
luciré mis trofeos y le diré a mis nietos
que fui Reina una vez”.
¡Nuncio cándido y bello que sube a vuestros labios
la ternura sagrada que hará de vuestro ocaso
epílogo adorable de un cuento de Perrault!
Os verán esos nietos luciendo edades regias
y sonreirán con vos.
El mejor cortesano
-tendrá una voz mimada de Delfín- sonriente exclamará:
Abuelita: Santa Isabel de Portugal,
que convirtiera en rosas en pan de su bondad,
una noche de Reyes se entretuvo en decirme
que tú eras heredera de su linaje real.
Abuelita: desde aquel día te he visto
de reina el corazón.
Oyéndolo, el más pícaro de ellos
Vencerá en pugilatos:
¿desde aquel día? ¡Si ella nació con él!
Santa Isabel tenía muchísima razón.
Y ahora, Majestad,
con el sollozo esclavo de un jacaney rendido
el súbdito presenta su demanda ante vos
descarnado de insomnios
se consume mi rostro
y los tiempos incrustan sus cauces en mis sienes.
Retornan a romper las obras de los montes
baladros caquetíos.
Se desatan los ecos de vencidos lamentos
y corren sobre el área salvaje de los llanos
o se extinguen muriendo en los senos intactos
de un Pacaraima hermético.
¡Me han quitado mi novia!
La novia que me quiso: ¡mi novia enamorada!
Palabras que se dicen con la pena infinita
de quien ya no podrá volverlas a cambiar...
Qué bien decirte tú,
como a mi novia, Reina.
En ti la miro a ella
Y al mirarte me acuerdo...
Era de sol su carne y de un frágil metal.
El eco de sus voces era de acero azul.
Estaba hecha de alturas. A ti se parecía.
Yo fui su novio niño,
-ya lo hemos sido tantos-,
cantar, correr, soñar,
en el soleado campo, en la vega porosa,
junto al lirio morado,
al laurel
y al signo rojo de las rosas.
Se adornaron mis labios con su nombre armonios,
con su nombre que es música de banderas y estrellas.
Se miraron mis ojos en el ópalo grande
de sus ojos
iguales al fanal de los tuyos.
¡Y el abrazo materno que de la tierra avanza
la confiaba amorosa sobre mi corazón!
¡Como me acuerdo, Reina!
Temblando bajo sombras la amaba con angustias.
En mis venas corrieron los miedos por su vida.
Y un día me la raptaron.
Un día se la llevaron.
Desde los horizontes,
allá donde hace señas de adioses el crepúsculo,
vi encenderse los últimos luceros de sus besos.
Aprestarse a la andanza, porque la hemos perdido
¡y salir a buscarla!
¡Mirar cómo levantan asfixias hasta el cielo
las crestas de los cerros!
Agotarse llamándola en los senderos mudos.
Oscurecerse en noches, solitario y rendido,
¡y sentirla que sufre y que se está muriendo!
¡Ah! Ya no puedo más, reina Beatriz. ¡No puedo!
Vuelve a llorar el indio con su llanto agorero...
Pero no, Majestad
que he llegado hasta hoy,
y el nombre de esa novia se me parece a vos
Se llama: ¡LIBERTAD!
Decidle a vuestros súbditos
-tan jóvenes que aún no pueden conocerla-
que salgan a buscarla, que la miren en vos,
¡vos, sonriente promesa de escondidos anhelos!
Vuestra justicia ordene.
Y yo, enhiesto otra vez,
-alegre el junco en silbo de indígena romero-
armado de esperanzas como la antigua raza,
proseguiré en marcha.
Pues con vos, Reina nuestra,
juvenil, en su trono, ¡se instala el porvenir!
Es, prácticamente, profano cualquier cosa que yo, humildemente, quiera agregar, su valor no tiene catadura posible, su amor por la patria no tiene comparación y su empeño libertario, muy pocas veces ha sido igualado, solo terminare este articulo diciendo que me uno, y de manera muy ferviente, a ese grupo de venezolanos que creemos que los restos de ese inmortal poeta llamado, José Pío Tamayo Rodríguez, deben reposar en nuestro máximo claustro de honor pasado, creo que es el menor tributo que podemos rendir al valor de un hombre tan grande.