El escenario Presidencial está en “Stop”; una pausa que en la medida de los días se irá definiendo su mayor o menor condición, pero en definitiva su desenlace el próximo 07 de octubre, influirá en los liderazgos locales. Entiéndase un punto crucial al respecto: no se trata de una derrota de Chávez; se trata de cómo ganaría Chávez. Si el triunfo es holgado y representativo de un número mayor al 70%, la situación en las regiones se la definiría el voto chavista sin mayores inconvenientes, salvo el Zulia y Carabobo que aún presentan cuadros cerrados de voto duro opositor. Si el triunfo es peleado, entiéndase un margen de 3 a 5 puntos, en el lenguaje de la sociología electoral, entonces el panorama local opositor cambiaría fuertemente. ¿Por qué podría ocurrir este cambio de preferencia? Porque se denotaría una inmensa fragilidad en el chavismo y se daría, lo que los expertos llaman “cuadro de acomodo” y allí el “salto de talanquera” y de reordenamiento de la preferencia local no tendría resquemor en manifestarse.
En un aspecto puntual, la Presidencial definirá el camino de las locales. En este mismo sentido, las locales definirán las políticas públicas de la llamada institucionalización de la revolución, o “Estado socialista”. Las Reformas propuestas por el Presidente Chávez en el 2007, de haberse aprobado, hubiera permitido deslastrarnos del aparato Estado neoliberal que en un 90% aún hace vida pública en Venezuela. Las misiones, que no son políticas públicas sino programas Asistenciales, se les hubiera dado su forma constitucional necesaria y se habría articulado una sistema de intercambio y cooperación, más expedito entre las instituciones del Estado. Hoy las misiones, con su gran carga de “buenos deseos” y esperanza, se han materializado en más de un 70%, más por el esfuerzo creativo de los gestores públicos que por el recurso institucional necesario para su alcance y proyección. Hay una maquinaria burocrática que fermenta la posibilidad de un logro total de las políticas públicas bolivarianas en su afán por darle al colectivo una calidad de vida digna.
Otros factores que influyen en el estancamiento de algunas misiones y en el inmenso peso burocrático institucional, es en la imperfección del reclutamiento y selección del funcionariado público. La percepción meritocrática (producto del esfuerzo personal y de excelencia de responsabilidades de trabajo público, ha quedado superada por el viejo vicio del “carnet” político. Peor aún, dentro del mismo movimiento político de poder, hay exclusión de los profesionales y dirigentes de elevadas condiciones morales y humanas para contribuir con el proceso de transformación.
En un sentido puntual, no se ha entendido, dentro de los cuadros del movimiento revolucionario, que el proyecto iniciado por el Presidente Chávez necesita fortalecer su factor humano; necesita formarlos, incentivarlos y no opacarlos. Hoy día se ve con suma tristeza, desde las filas de quienes estamos involucrados con un país de progreso y brillantez humana, como, por encima del buen funcionario, comprometido con los cambios, se premia a quienes tienen prontuario policial (están siendo investigados por corrupción) o simplemente, son corsarios oportunistas que se hacen más “chavistas” que Chávez. El país que queremos, y por el cual nos hemos resteado, no es ese que se dibuja en algunas regiones, y eso debe ser producto de un debate interno, de una discusión abierta y sobre todo, crear las condiciones de transparencia que necesita Venezuela para terminar de independizarse.
Tal cual lo dijo el compañero Valderrama (2012), en uno de sus aportes a la columna “Grano de Maíz”, cumplo con ser “rebelde” en la discusión interna política como ciudadano, pero a la vez soy “leal” en la acción por una transformación socialista. Reclamo a nuestras instituciones públicas bolivarianas el desprecio que se le tiene a la meritocracia y exijo que se le reconozca a los compañeros insertos y confesos en este proceso revolucionario, con una hoja de vida intachable y digna, que se les dé oportunidades para insertarse a los espacios públicos, sin el acoso y la indignante materialización de desprecio por parte de personajes sin moral ni criterio, que lo que buscan es socavar el ánimo de quienes sólo quieren servirle a la Patria. Reflexionemos camaradas, no hablemos de victoria, aprendamos hablar de conquistas, de compromiso, de solidaridad…; de reconocimiento al otro, sin prestarnos a potenciales conductas de pillajería que pudiera pernotar con ese otro, porque el revolucionario empieza por ser fiel a su ideal y a su esperanza.