El término de marketing político o marketing electoral generalmente se asocia a insinuaciones de manipulación de las percepciones y opiniones de la gente, mediante recursos artificiales de comunicación, principalmente a través de la televisión. Se piensa que estos medios ejercen una influencia determinante sobre las voluntades de los electores, lo cual hace suponer que en una democracia el poder lo detenta, en la práctica, quien mejor puede utilizar los medios de difusión. Y esto, en Venezuela ha sido además verificable, ello, desde el papel que jugaron los medios de comunicación en el Golpe de Estado del 11 de abril de 2002.
Un concepto sencillo de lo que es el marketing político, se refiere a que consiste en el conjunto de técnicas aplicadas y destinadas a la búsqueda de votos con apoyo de la tecnología. En el pasado, los políticos tradicionales trataban de obtener votos mediante la utilización de dos técnicas básicas: el conocimiento personalizado de su electorado y la dialéctica. Mediante el conocimiento de la gente podían tener presente sus gustos, intereses y puntos sensibles, información preciosa a la hora de hacer sus discursos –era una forma segura de que el discurso expresara lo que la gente quería oír-. De esta manera el candidato locuaz y conocedor de su público abonaba sobre terreno fértil, arrancaba aplausos y ganaba apegos.
Sin embargo, esto resultaba cuando los electores eran cientos o miles, pero hoy en día, cuando el electorado son millones, el conocimiento personalizado de cada uno de ellos, casi no cuenta o cuenta poco. Así la facilidad discursiva del candidato, debe complementarse con formas más eficaces de comunicación y persuasión.
En la campaña electoral venezolana diseñada por la oposición la aplicación estas técnicas de marketing buscan, mediante el estudio detallado del electorado, conocer punto por punto la demanda política; con la comunicación política ideada por los “expertos” se busca que la oferta del candidato CAPriles, satisfaga lo mejor posible esa demanda, esos “sueños” del venezolano. Sin embargo, lo que además saben los expertos, es que estas demandas sociales expresadas por la gente, también piden la expresión de ideas propias, honestidad, confianza, competencia; por lo que fundamentar la campaña en simples retornos de los deseos sociales, resulta inútil. Es necesario más allá de esto, una propuesta creativa, y esto es lo que intenta hacer la oposición, la campaña está basada en la responder a la demanda de “renovación” que en sus “focus group” ha expresado un sector de la población.
Para poder influenciar a los electores y saber con precisión a quiénes y en qué tono el candidato opositor debe dirigir sus mensajes, es necesario conocerlos bien, saber cómo piensan y de qué manera toman sus decisiones acerca del voto.
Allí es donde entran, las técnicas de sondeo de la opinión, pues éstas ofrecen ventajas decisivas para el estudio sistemático de un cuerpo electoral que, en el caso particular de Venezuela, suma millones de personas.
La encuesta -en términos técnicos el sondeo electoral-, no es otra cosa que una "fotografía" de un momento determinado de la expresión de la opinión de la ciudadanía, constituye el primer paso para construir una estrategia de campaña.
Tal como asegura Bobino “la fiabilidad de una encuesta depende de la calidad del cuestionario y de la neutralidad del encuestador. Las preguntas deben ser pertinentes, claras y sin ambigüedades. Ni la pregunta ni el tono del encuestador debe inducir ninguna respuesta. No se debe hacer suponer al encuestado que hay preguntas "buenas y malas". Incluso con todos estos cuidados siempre hay sesgos y sobre representaciones de algunas tendencias políticas con respecto de otras”.
La decisión de votar por una y otra opción es, habitualmente, el producto final de un conjunto generalmente complejo de identificaciones, valores, creencias y actitudes. Conociendo estos elementos en el electorado, puede considerarse la probabilidad de que cierto grupo de electores puedan ser influenciados en su decisión de voto por un tipo específico de comunicación política, esto es por técnicas de manipulación, que en cierto modo, deben ser indetectables.
En la decisión de voto influyen, además del "temperamento político" de las actitudes políticas fundamentales, las opiniones circunstanciales, la percepción del momento político, el grado de confianza hacia los líderes, los hombres políticos y hacia los partidos. En cuanto a la primera categoría –las actitudes fundamentales- éstas son estables en el tiempo y están directamente relacionadas con el tipo de personalidad de cada individuo; mientras que aquellas actitudes coyunturales, cambian rápidamente, siguiendo los distintos momentos y realidades de la política de cada país. Temas como la opinión de la ciudadanía sobre la situación del país, el grado de descontento, los temas de preocupación, la actitud hacia los partidos y grupos políticos, así como la opinión sobre gestión del gobierno y sobre los candidatos, se encuentran en esta categoría.
Los equipos de CAPriles, están montados en estudiar qué temas están a favor y cuáles están en contra de la "corriente" de opinión de este momento en particular, y sobre estos estudios están redoblando los esfuerzos para preparar la argumentación o comunicación en los puntos "duros", o simplemente evitarlos. Aplicando el viejo arte de la demagogia que acostumbra a construir los discursos de los candidatos a manera de puente sobre todos los puntos "fáciles", sobre aquellos puntos de mayor acuerdo en el electorado. Los puntos difíciles son banalizados, invisibilizados y evadidos -muestra de ello es su actitud con los periodistas del SNMP-.
Principalmente esta estrategia ha diseñado su práctica discursiva, apuntando por una parte: a) atender al electorado adquirido, dando la impresión de que el candidato no olvida a estos electores; b) seducir al electorado indeciso, tratando de inclinar los "indecisos" y el conjunto de electores críticos-ni ni, chavistas Light y descorazonados- hacia el candidato opositor como una salida: “Somos como Chávez, pero lo haremos mejor” y finalmente y principalmente, hacer dudar al electorado opositor, tratando con ello de llevar al electorado chavista a cuestionar su opción.
Allí, el papel de las encuestas de opinión es importantísimo y su manipulación para efectos de engolosinar o intoxicar al electorado chavista resulta de vital importancia para la oposición venezolana; recordemos que como una fotografía que muestra un momento particular de la intención del voto de los venezolanos, muchas de ellas, reflejan respuestas hechas sin tiempo de reflexión, por personas generalmente poco informadas, quienes, a lo sumo, podrían dar una orientación sobre qué temas levantan una mayor resistencia, o cuáles despiertan mayor interés.
Recordemos que como una comida diseñada con base en encuestas sería sin sabor alguno; lo mismo aplica para una obra de arte creada a la medida la cual sería insignificante; así mismo, la política creada por encuestas es inexorablemente aburrida.
No caigamos pues en la trampa de la intoxicación de las encuestas y creernos que irreversiblemente las tendencias nos dan ganadores y dejemos a un lado las trampas que desde la derecha opositora se están fraguando todos los días, para muestra un botón: el viaje último de Capriles a Bogotá a recibir instrucciones de J.J. Rendón –el hechicero de las manipulaciones y los rumores-.
Veámonos en el ejemplo de Mokus y Santos en Colombia, hasta el último momento Mokus resultaba ganador frente a Santos –eso en las encuestas- sin embargo a la hora de la verdad, Santos alcanzó la victoria con un porcentaje de votos que en estos sondeos se le atribuían supuestamente, estaban a favor del candidato Mokus.
Mosca pues !!!
alecucolo@cantv.net