Hay ciertos valores, particularmente aquellos que están relacionados con la “grandeza de alma” que deben ser mencionados con cierto sentido del “pudor”. No pueden ser utilizados, en discursos y declaraciones, de manera exagerada. Por supuesto, no nos referimos al “pudor” en su acepción religiosa, vinculado al ámbito sexual y al pecado (verbigracia Adán y Eva). Ese pudor bobalicón, propio de la tradición cristiana, está más bien emparentado a los prejuicios e, incluso, a la hipocresía. Nos referimos al “pudor” como sinónimo de honestidad, de esa relación urgente, casi angustiante, de la persona consigo misma. De ese “mirarse a sí mismo” que se transforma en imperativo vital o en fuerza férrea, cercana al estoicismo…
Uno de esos valores que deben ser tratados con sentido del “pudor” es el valor de la “lealtad”. El uso excesivo de ese vocablo termina asemejándolo a la “adulación”. Como señalan los refranes populares cuando se insiste demasiado en alguna virtud: “El que mucho alardea, poco tiene” o “Dime de que presumes y te diré de que careces”.
¿A qué viene toda esta perorata dominical? A la convicción profunda de que toda revolución requiere de rigor en cuanto a sus acciones. No sólo se trata de ganar elecciones, también de construir el socialismo. Uno cae, entonces, en esas cavilaciones que a algunos incomodan y a otros molestan. ¿Dónde quedaron las 5 Líneas Estratégicas de Acción Política? ¿Cuánto hemos avanzado en pasar de la “cultura política capitalista a la militancia socialista”? ¿Qué pasó con el concepto de “poder obedencial” como principio supremo de la política? ¿Y qué decir del sentido de la política? Recordemos las palabras de Chávez: “¿Qué es la política? ¿Para qué la política? ¿Para buscar cargos, para enriquecernos, para hacer grupitos y estar enfrentados allá en un municipio por la alcaldía, o en el estado por la gobernación, o por los negocios de mis amigos y mis familiares y las empresas que yo conozco? ¡No! ¡Para eso no es la política!”.
Ya uno no se pregunta qué pensarán de esto nuestros Gobernadores y Alcaldes, con sus honrosas excepciones. Ellos son “leales” en el discurso… Uno se pregunta: ¿Qué pensarán de esto la activa juventud del PSUV, los jóvenes del Frente Francisco de Miranda y, en general, la juventud revolucionaria? ¿Serán irreverentes?
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