“Osea, poes... Me iría demasiado”, es la frase que rueda de boca en boca, por las redes sociales y otros medios, desde cuando salió a la luz pública el documental audiovisual, de 17 minutos de duración, titulado “Caracas, ciudad de despedida”.
Críticas de distintos calibres y desde distintos sectores e individualidades se produjeron desde aquel momento. Desde mi punto de vista, lo más importante de esa pieza videográfica es el pensamiento de clase que expresa y los valores a los que se aferra. Es la voz de la burguesía, de la clase dominante, de los explotadores y sin patria que pisan con sus plantas estas tierras desde los tiempos de los conquistadores, pero que también pisan las cabezas de nuestros pueblos, desde los indígenas y afrodescendientes, de las y los obreros de ayer y de hoy y de todos los pobres y oprimidos que, esa clase, entre sus afanes de dominio y acumulación de capital, han generado.
Las y los muchachos que intervienen en el video de marras se centran en discursear acerca de una especie de nostalgia por los amigos y allegados que se han ido a otras tierras por el aparente fenómeno de la inseguridad y de la “imposibilidad” de vivir aquí en estos tiempos. Razón por la cual, ellos mismos “se irían demasiado”.
Un hecho focalizado, centrado y visto desde “el Éste del Éste”, es decir, desde la crême de la crême, desde la más rancia cúpula del elitismo burgués o pretendido tal, es universalizado como el caos, como el final de los tiempos, como la crisis extrema de una ciudad y un país que, según sus sentimientos expuestos, se han hecho insoportables e invivibles.
Es, a todas luces, la realidad vista desde la apreciación de quienes se sospechan dueños de los dineros o lo son, dueños de las vidas o lo son, dueños de los territorios o lo son, dueños de las verdades, por tanto.
Su punto de vista, es el mismo que tiene la rana desde el fondo del pozo donde habita: el de la extensión de su mirada por el minúsculo boquete de habitat, desde donde mira el cielo: Su punto de vista es el del reduccionista ángulo oteador de la burguesía, la cual, como clase explotadora y dominante, considera que la realidad es tal como ella la ve y la cuenta.
Esa clase social,que, en efecto, por siglos ha querido contagiarnos con su manera de ver las cosas, sólo para que nos sintamos contentos con la explotación de la que somos sus víctimas, olvida y pretende que olvidemos, que los pobres, los trabajadores y las trabajadoras, el proletariado como clase, también tiene su propio punto de vista y es éste el que nos hace ser revolucionarios para dar al traste con la sociedad que nos han impuesto y aun padecemos.
En Venezuela, esta Venezuela que ellos quieren abandonar, nuevos tiempos han comenzado a nacer y nuestro pueblo es capaz de detectar con suficiente nitidez, que la realidad que ellos nos presentan desde su parcelita en el Éste del Éste, es la visión del Norte, del imperialismo y del gran capital. No la de quienes hoy vivimos para la construcción de la Patria socialista por la que, con felicidad, aquí Viviremos y venceremos.
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