Al pueblo hermano de Venezuela
Los pueblos de América Latina están atravesando situaciones críticas por
la implementación de políticas que conducen a la anexión del continente
al país del norte y al sometimiento de los pueblos. Basta hacer un
análisis de la situación que vivimos en cada uno de nuestros países para
ver las constantes del modelo neoliberal que nos imponen y el alto costo
humano que los pueblos pagan. Venezuela es blanco de esas políticas y de
la voracidad de sectores financieros que quieren apropiarse de los
recursos que pertenecen a todos los venezolanos, en particular del
petróleo. Pretenden controlar de esa manera todas las fuentes
energéticas. Dentro de este esquema está la posible guerra contra Irak,
situación que no es ajena a la política internacional, para también
adueñarse de los recursos petroleros de ese país y de la región,
logrando así el monopolio internacional. Ya hubo un intento de derrocar
al presidente constitucional Hugo Chávez que fracasó por la fuerte
reacción del pueblo venezolano. Como hermanos latinoamericanos seguimos
con mucha preocupación el proceso que vive Venezuela; nos preocupa la
intervención del Departamento de Estado estadounidense en el intento de
golpe así como la de empresarios inescrupulosos que solo buscan sus
intereses personales y no los del colectivo. Hoy han vuelto a la carga y
emplean todos los medios para derribar al gobierno venezolano.
Algunos empresarios y sus aliados en los medios masivos de comunicación
están presionando y buscando confundir a la población para que se sumen
al golpe de Estado. Cabe preguntarse: ¿Quiénes los financian? ¿Cuáles
son los intereses que los mueven para provocar la caída del gobierno
constitucional? Lograr sus objetivos para adueñarse de 80 por ciento de
los recursos y el pueblo se tendrá que conformar con el 20 por ciento
restante sometiéndolos a la exclusión y la pobreza. Hoy, los sectores
golpistas, confiesan abiertamente que buscan derribar al gobierno
constitucional y no reparan en los medios utilizados, como la sedición y
la violencia. Esos no son los caminos para resolver los conflictos. Esa
historia ya la conocemos por vivirla y sufrirla en todo el continente.
Es necesario que busquen con conciencia crítica la verdad; saber quiénes
están ocultos detrás del golpe y las razones para derribar a un gobierno
constitucional que buscó reformas profundas al sistema imperante que
estaba vigente. La gobernabilidad de un país tiene aristas agudas y
llenas de dificultades; si el gobierno cometió errores debe asumirlos y
corregirlos. No hay sociedades perfectas, pero toda sociedad es
perfectible y con posibilidades de cambios que deben producirse dentro
de los procesos democráticos y el respeto a las normas jurídicas, con la
participación activa de los pueblos. El diálogo y la voluntad de superar
los conflictos pueden ser los caminos de solución para alcanzar el
entendimiento y la paz interna. Si creen que las pasiones políticas son
tan fuertes que no les permiten tener la claridad y serenidad
suficientes para resolver los conflictos, sería necesario buscar a
grupos y personas que puedan ayudarles a encontrar los caminos por medio
de una mediación para la resolución de los conflictos. No es la primera
vez que otros pueblos lo han realizado. Los enfrentamientos entre
hermanos los llevará a situaciones imprevisibles y al aumento de la
violencia y las dificultades.
Permítanme recordarles una de las máximas del Martín Fierro, esa obra
epopéyica de José Hernández: 'Los hermanos sean unidos /porque esa es la
ley primera / Tengan unión verdadera / en cualquier tiempo que sea /
porque si entre ellos pelean / los devoran los de afuera'. La pluralidad
del pensamiento y la oposición son saludables para las democracias
porque fortalecen y permiten avanzar en la construcción social,
política, cultural y económica. Es necesario que los pueblos
latinoamericanos nos unamos frente a los graves desafíos que debemos
enfrentar, pero también tengo presente que 'Nadie puede dar aquello que
no tiene'.
Con este espíritu solidario les envío esta breve carta, llamando a la
serenidad para encontrar los caminos correctos, en bien de todos.Les
envío el fraterno abrazo solidario de Paz y Bien. *
Adolfo Pérez Esquivel
Premio Nóbel de la
Paz, 1980
Director del Servicio de Paz yJusticia (Serpaj)
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