“Solo el pueblo produce cultura”

Esta expresión pudiese resultar tan polémica como ambiguos los conceptos que involucra. Sin embargo, de ella se desprende una serie de consideraciones que pueden contribuir a aclarar otras ideas, incluso en el terreno de la política. Empecemos por preguntarnos: “¿A qué llamamos pueblo?” para luego hablar de cultura.

 El moderno pensamiento occidental, a través del trajinado concepto de democracia (la representativa), define como “pueblo”, al componente humano que mantiene una unidad (cultural, política, religiosa), sobre un territorio entendido como país. Este concepto si bien no es enteramente falso, no es totalmente verdadero. Detrás de él, se esconde la maléfica formula por medio de la cual, los “dominadores” son iguales a los “dominados”, o por lo menos están en el mismo saco, y por lo tanto pueden vivir en paz y felices. Es decir, en la formalidad, es considerado como “pueblo” a pobres y ricos (en términos de bienes materiales) indiferentemente, logrando de esta forma legitimar la ansiada necesidad de promoción social. No solo se puede simular ser igual, sino que mientras se es explotado, se puede aspirar a ser explotador.

 Así como, con gran ligereza discursiva, se afirma que “cultura es todo”, suele afirmarse también que “pueblo somos todos”, de esta forma se va configurando una imagen holística, tan etérea que en algún momento puede desaparecer convenientemente, tras los vapores de la globalidad. “Somos todos”, explica: los que vivimos en un territorio definido; más aun, en tiempos de polarización política, cuando con frases como esta, se pretende ocultar las profundas deferencias que existen entre quienes se les atribuye su composición. Algunas aéreas de las ciencias sociales, pueden argumentar desde sus respectivos campos de investigación, razones para definirlos de tal o cual forma, pero es necesario puntualizar sobre los dos términos, tenerlos bien claros desde la realidad que nos impacta, ya que uno es consecuencia del otro, y al no tener claro lo que es pueblo, no podemos definir con propiedad, lo que es cultura. Definición que nos interesa, por demás, empeñados como estamos, no solo en desarrollar “la revolución cultural”, sino en defenderla ante el constante ataque al que está sometida en medio la guerra imperial. Es así como ante la siguiente expresión: “Pueblo trabajador”, uno puede preguntarse ¿Acaso hay algún pueblo que no trabaja? ¿Algún pobre que no lo hace? O esta otra: “Lucha popular” pensando en la promiscua definición expuesta anteriormente ¿Hay alguna oligarquía o alguna burguesía que se suma a la batalla en procura de alcanzar la hegemonía del pueblo?

 Bajo estas ideas hegemónicas, no se reconoce la pluriculturalidad ni la multietnicidad, que se teje al interior de esa unidad, y que es la que admite la tan democrática diversidad (muy propia de nuestra cultura), por lo tanto tiene que a juro, invisibilizar buena parte de su expresión, y más concretamente, a buena parte de sus sujetos, aquellos que no lucen en su vitrina eurocéntrica (estratificación, segmentación). Por otro lado, tampoco en las sociedades divididas en clases (las capitalistas en nuestro caso), tal unidad es posible, pues internamente hay intereses antagónicos que las enfrentan, las identifican, las separan y las ponen en pugna (la lucha de clases).

 La idea y la práctica de avanzada, solo debe reconocer, en base al análisis de la  realidad concreta, al amplio sector compuesto por las y los trabajadores, como los únicos susceptibles a ser considerados como “pueblo” (en un sentido más amplio: los pobres), esto por razones fundamentales que nada tiene que ver con la defensa a ultranza de los débiles (máxima aspiración de “la revolución bolivariana”). Uno porque, en su carácter de mayoría, es el único con la capacidad de consolidar usos, estilos, costumbres, tradiciones etc. Otro porque al ser el productor de cultura, es el único destinatario del sentido de identidad que esta proporciona. Las elites no suelen poseer identidad y menos si estas son apátridas. En todo caso, si algo hay que las pueda aglutinar, más allá de su poder monetario, es la manifestación de una subcultura impregnada de modas y tendencias efímeras. En este conglomerado de intereses antagónicos, un concepto unificador es la patria, pero solo el pueblo como en toda cultura, es quien puede patentar la “cultura patria”. En otras palabras, aun cuando las minorías puedan ejercitar el testimonio de los vencedores por el ejercicio del poder, solo el pueblo es capaz, no solo de llevar a cabo la proeza que pasa a ser histórica, sino convertirla en producto histórico a través de su digestión. Al final, el poder real está en las mayorías, de allí que a las minorías no les quede otra, sino imponerse a sangre y fuego. 

 En la dimensión política, las grandes mayorías desposeídas (el pueblo), son las que necesitan de la constitución de un Estado, no solo para organizar la vida en colectivo, sino que, en esta etapa, en la que existen los enemigos de clase, es necesario para la defensa de sus intereses. La evolución depredadora de las minorías dominantes, han degenerado en ser enemigas de los Estados y en consecuencia propugnan su desaparición, porque al contrario, los “Estados de derecho y justicia” se han constituido como “pueblosestados” en defensa de las mayorías como lo determina la esencialidad de la democracia. Así vemos que todo lo que implica la palabra “pueblo”, en el fondo, se refiere a la clase trabajadora, las grandes mayorías, los pobres, los menesterosos de la tierra. Es decir, podríamos afirmar que pueblo es sinónimo de clase trabajadora.

 Por el contrario, no podemos decir que la oligarquía y la burguesía producen cultura, estas capas altas de la pirámide social del capitalismo, consumen cultura y en última instancia, producen arte. Si bien, en algún momento pudieran ser generadores de actos que solo el pueblo en su proceso constructor, pudiera convertir en cultura. Lo que no es popular, no puede catalogarse como cultura, por lo tanto la aseveración “cultura popular” es una reiteración capciosa, destinada a solapar la fuerza expresiva de las mayorías, y por lo tanto caricaturizar “el poder popular”. Que tan vacuas o equivocadas pueden estar la expresiones: “cultura de masas” o “industria cultural” cuando le endosan de esta forma a los más media, la propiedad de crearle identidad a los pueblos, cuando lo que en realidad hacen, es aplicar la mercadotecnia, la ciencia y la tecnología, en función de la industrialización del entretenimiento a través de los contenidos simbólicos para la propagación del sistema de ideas imperante. 

 Podemos decir como expresión valida: “arte popular”, así como podemos hablar de “arte burgués”; tal que a nadie se le ocurriría hablar de “artesanía burguesa”, y mucho menos “artesanía aristocrática”. No podemos hablar de “cultura elitista” ya que esta no existe, a despecho de poder decir “arte elitista”. En fin cada quien con su pareja. No podemos multiplicar cambures por mangos y terminar hablando de melocotones enlatados. En otras palabras: la cultura es popular o no lo es, así como la revolución bolivariana, antiimperialista, antiburguesa, es cultural o no lo será.

miltongomezburgos@yahoo.es

¡Viviremos y venceremos!

Hacia el 7 de octubre en el rumbo de la Revolución Bolivariana.



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Milton Gomez Burgos

Artista Plástico, Promotor Cultural.

 miltongomezburgos@yahoo.es      @MiltonGomezB

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