Hace ya 50 años. Primero fue el Carupanazo, el 4 de mayo de 1962, comandado por el Capitán de corbeta Jesús Teodoro Molina Villegas, el Mayor Pedro Vegas Castejón y el Teniente Héctor Fleming Mendoza. Un mes después, el 2 de junio, ocurrió el Porteñazo, comandado por el Capitán de navío Manuel Ponte Rodríguez, el Capitán de fragata Pedro Medina Silva y el Capitán de corbeta Víctor Hugo Morales. En ambos la militancia del MIR y el PCV se batió con heroísmo.
El Porteñazo probablemente sea la batalla urbana más importante de nuestra historia contemporánea. Con gran heroísmo se luchó calle por calle y casa por casa. Más de 400 muertos y 700 heridos fue el parte oficial. Así se selló una vez más la unidad cívico-militar, que data de la guerra de independencia, pues el Libertador Simón Bolívar fue un líder civil y militar.
Simultáneamente se profundizaron las acciones populares en las calles, en la guerrilla urbana y la guerrilla rural. Nuestra generación, la generación del 58, que dejando atrás muertos, heridos y torturados, venía de la resistencia contra Pérez Jiménez, en los años 60 volvió a cumplir con su deber. Aun cuando la mayoría de nosotros apenas sobrepasaba los veinte años, no optamos por el exilio ni mandamos a otros, la tradición practicada por parte de la dirigencia del siglo XX venezolano. Nos quedamos en el país a pelear y a morir por lo que creíamos. Cruzamos ciudades, campos, ríos, llanos, selvas, montañas y aquí estamos, plenos de fe y esperanza. En la revista diaria que pasan nuestros compañeros caídos en el combate, con orgullo podemos seguir diciendo ¡Presentes! No hemos deshonrado ni a los muertos ni a los vivos. Allá los que tomaron otro camino.
Esta historia no está escrita aún. Hubo errores, cierto. Lo que no está en discusión es la entrega, la pasión y el amor por Venezuela y la humanidad. Los balances que continuarán publicándose irán poniendo las cosas en su lugar y una etapa decisiva de la historia de Venezuela se irá iluminando.
Hermanados con el proceso bolivariano continuamos al lado de Cuba y de la revolución de América Latina, el Caribe y del planeta todo. La gran tarea es ganar la batalla política por la paz que frene los planes imperiales de guerra contra la humanidad y el planeta. Ganar esa batalla es frenar el proceso de desestabilización contra el gobierno bolivariano, en el que participan paramilitares que han ido ocupando parte del territorio venezolano, los traficantes que organizan el microtráfico de drogas para corromper a los jóvenes, fomentar pandillas, el sicariato, secuestros y en general, un clima de inseguridad y caos, que facilite la conspiración contra el Presidente Chávez. Nuestras son las banderas de la paz. Sólo el imperio necesita la guerra.
Llegar
al 7-O, garantizar un triunfo contundente del Presidente Chávez,
defenderlo y derrotar el probable desconocimiento de los resultados, es
el reto que hemos asumido con el pueblo chavista.