¿Tiene usted chaleco antibalas en su casa?, ¿Cree que amerita tenerlo mientras escucha, ve o lee los medios? Veamos este punto de vista un tanto embarazoso para algunos. Desactivar la violencia implica desconectarla primeramente desde lo simbólico. La violencia no es solamente física. Creemos que un acto violento se circunscribe exclusivamente en agredir a otra persona vulnerando su cuerpo; pensar así nos alejaría del análisis sobre la manipulación psicológica y los subterfugios muy bien administrados desde algunos medios para usar la violencia como estrategia de captación de audiencia, teleespectadores o lectores con fines lucrativos. Aún recuerdo como mis primeros jefes de redacción en el estado Zulia me decían “la sangre vende”, hecho este que no sólo está ubicado en una experiencia personal sino que lamentablemente representa la esencia de la política editorial de muchos medios que dicen ser éticos y garantes de la libertad de expresión. Tanto usted como yo, y peor, nuestros hijos, estamos sometidos a la violencia simbólica, la cual en parte puede ser definida como aquella que se diluye en la cantidad de mensajes que se transmiten como programas de “entretenimiento” pero donde lo que impera de verdad son asesinatos, violaciones, robos y falsos derroteros de ascenso social en los que se les induce a nuestros hijos al delito como único mecanismo para alcanzar a cualquier costo metas estrictamente materiales. Semanalmente los medios –ansiosos- difunden estadísticas sobre los delitos que se cometen el fin de semana; no obstante, nadie ofrece los datos sobre los asesinatos simbólicos que se ejecutan diariamente en el interior de nuestros hogares.
Lo que hoy se puede interpretar sólo como un mensaje violento mediático, mañana será un hecho real. Una de las característica que tienen los símbolos es la de establecer un orden, un sentido de nuestro entorno. Lo bueno, lo malo, las frustraciones, los deseos; todos tienen sus símbolos y de ellos sus ideas; en tal sentido, si lo que predominan en los medios de difusión es el orden de los símbolos violentos, paulatinamente iremos incluyendo en nuestro comportamiento minúsculos actos que en cualquier momento pueden ser trágicos. La violencia no es parte del “pecado original” como se cree en el sentido religioso, ni mucho menos está en nuestra naturaleza según lo estipula Hobbes en su obra el “Leviatán”; la misma, se erige desde las desigualdades sociales, la desatención y la ignominia en la cual viven sometidas millones de personas en el mundo producto de la pobreza. No se nace, se hace violenta la persona en la medida que su condición física, psicológica y su entorno se va deteriorando. Poco hace el Estado impulsando misiones, estrategias de seguridad si cada uno de los que tenemos incidencia en la población no aportamos lo propio para desconectar los actos violentos en nuestra cotidianidad. ¿Queremos seguridad? Derrotemos también a aquellos que usan desde el “entretenimiento” a la crueldad como lucro. Hay leyes, hay recursos económicos, hay especialistas, están las cifras que preocupan, hay un líder con voluntad de solventar este problema; sin embargo, vale preguntarse ¿Están los medios de difusión dispuestos a desactivar la violencia que se legitima desde esas instancias? Tengo mis dudas al respecto porque eso significaría cambiar estructuralmente lo que son como organización, eso implicaría además un nuevo componente ético donde lo moral no sea subordinado a lo económico.