**** El despliegue informativo contra la FA y PDVSA no es un ataque al gobierno, es parte de la ofensiva neoliberal contra la institución del Estado
No hay dudas sobre la existencia de un despliegue informativo sobre PDVSA y la Fuerza Armada. Si se mide el tiempo que se le dedica a los temas relacionados con estas dos instituciones del Estado en los espacios de los medios radioeléctricos y él que se le adjudica en los medios impresos, fácilmente se puede comprobar la anterior afirmación. Y, sin dudas, esta atención es legítima. No hay en la escena nacional ningún otro factor que revista mayor importancia para los venezolanos. Ambos expresan los ingredientes más relevantes del poder fáctico nacional y constituyen los pilares en los cuales se sostiene de hecho el Estado. Pero la información contenida en esa diversidad de mensajes no está “empaquetada” para promover el dialogo y el debate propio de la política. Evidentemente tiene un contenido estratégico dirigido a polarizar la opinión pública a fin de profundizar el conflicto político-social presente en la comunidad nacional. No es una crítica razonada contra las políticas gubernamentales en relación con la administración de la defensa y el petróleo. Es un ataque directo contra ambas instituciones, lo que lo convierte en un ataque contra el Estado.
Políticamente no es ilícito oponerse a la existencia del Estado. Al igual que ahora lo hace el neoliberalismo en el marco de la globalización del mercado, así lo ha hecho el socialismo en el contexto político relacionado con la lucha de clases. Para esta última corriente esta institución político-jurídica es un instrumento de dominación para las clases superiores privilegiadas. Pero esa acción razonable pierde su sentido, como lo perdió en el caso del “socialismo real” de la extinta URSS, cuando al Estado nacional se le pretende sustituir por un Estado mundial empobrecido por la imposición de una cultura única. En este caso, esta institución recobra significado al erigirse como defensora del pluralismo cultural, base del enriquecimiento material y espiritual de la humanidad. Se trata de una negación de la democracia al intentar imponer un pensamiento único, tal como lo explica teóricamente Francis Fukuyama en su obra “El Fin de la Historia”. Obra (pobre) emblemática de la corriente que impulsa este despliegue informativo.
Esto explica el carácter estratégico del despliegue. Forma parte de una acción ofensiva en el ámbito psicológico y mediático, que preludia o se combina con presiones políticas y económicas, sin descartar la acción militar. Así, quienes adelantan esta ofensiva, tienen conciencia de los fines de su conducta que no son otros que la promoción del conflicto abierto. Ese, que supone el uso de la violencia – tal como lo hizo el “socialismo real” – para fines políticos, inmediato y mediato de esas fuerzas alimentadas por un evolucionismo darwiniano. De allí que para el humanismo, con su tradición cosmopolita, hoy la defensa del Estado nacional es un imperativo categórico frente a la barbarie que se expresa con la utilización de las armas para construir su imperio.