Un hombre que camina sin rumbo las calles de Venezuela nos hace recordar aquella película de Hollywood “Forrest Gump”, una versión tropicalizada del sin sentido en una carrera contra sí mismo y sus desequilibrios. En esta campaña electoral se ha impuesto un nuevo record en la política nacional, cuantificado en lo que usted es capaz de medir en una relación entre horas y palabras, ésta será la del candidato con menos minutos de discurso político en la historia republicana.
En lo poco que se le ha escuchado, sólo abundan los lugares comunes: “el chofer del autobús del progreso”, el asunto es que los pasajeros no parecen estar a gusto entre sí mismos en ese viaje que no tiene ruta definitiva y que parece derivar en el despeñadero de la derrota. Es absurdo querer justificar la ausencia de un discurso con el pragmatismo de largas caminatas sin un contenido como brújula, en primera instancia el candidato opositor trata de conquistar un electorado y requiere que su propuesta se arraigue en el debate popular, pero el marketing electoral sólo ha vendido un rostro y olvida la palabra, en segundo lugar ese pragmatismo sólo es posible a partir del ejercicio gubernamental, y su gestión en Miranda ha sido pírrica y anulada como recurso por sus estrategas.
Un discurso frente a las cámaras televisivas es controlable, manejable, existen expertos, asesores que logran hacer superar el miedo a la escena, la ayuda de los telepronters es vital cuando se requiere la serenidad y credibilidad, pero el sepulcro de los oradores es la masa, allí donde la improvisación da cuenta de la coherencia y el orden de las ideas, ese espacio donde la multitud se funde en una sola imagen y se crea el diálogo líder – seguidores, allí no existen ayudas posibles, ni tampoco depende de la formación académica, es talento puro.
Es cierto que no se gana una elección con la sola capacidad oratoria, para ello se requiere de la inteligibilidad de la propuesta, en este caso no existe propuesta sólo un nombre que apuesta a la vitalidad física, la estrategia opositora se desarrolla en la forma convencional de colocación de productos en el mercado, depende de la tendencia del momento, eso explica la ausencia de identidad, esta forma de hacer política es posible que funcione en países donde la democracia se ha convertido en video-política, pero uno de los efectos del liderazgo de Hugo Chávez es haber politizado todas las esferas de la vida nacional.
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