Es absolutamente imposible que bajo el capitalismo se puedan resolver los gravísimos problemas que hoy padece la humanidad y, aún menos, que haya progreso del género humano. La férrea “ley de la ganancia” impide que puedan abordarse los problemas de conjunto de la sociedad y que ésta pueda avocarse a la solución de los problemas del individuo. La ciencia y la tecnología están en función de esa ley y no en función del ser humano. El imperialismo, máxima expresión del capitalismo, es un monstruo que todo destruye: naturaleza, cultura, pueblos, solidaridad, amor, todas las genuinas relaciones humanas. El dilema “barbarie o socialismo” que planteó Rosa Luxemburgo es una verdad que se experimenta en el más apartado rincón de la tierra. No hay lugar en el planeta donde no se sientan los efectos destructivos del imperialismo.
El socialismo es la alternativa inevitable. Los avances de la ciencia y la tecnología, hoy al servicio de las transnacionales, podrán desplegar sus inmensas posibilidades en el contexto de relaciones socialistas, una sociedad donde todos participen de los bienes materiales y espirituales que la humanidad ha venido conquistando a lo largo de los siglos. El socialismo es la culminación de la historia, el resultado de los anhelos de igualdad, justicia y solidaridad que el hombre ha perseguido desde los comienzos de la civilización. La propiedad común de los bienes de la naturaleza y los creados por el ingenio humano es la forma natural de las relaciones sociales. Esto es lo que existió durante milenios. Por eso, la solidaridad es lo propio de la condición humana. La propiedad privada de esos bienes y la acumulación individual de riquezas sólo conduce a la alienación, término sinónimo de transtorno mental: distorsión de la conciencia que la vuelve contraria a la condición humana. De allí las alteraciones psíquicas características de la época.
Acabar con la irracionalidad de que las riquezas sean creadas por toda la sociedad y apropiadas por una minoría es lo que se propone el socialismo. Las relaciones capitalistas están en contradicción con los logros de la ciencia, la tecnología y la cultura en general. La economía en función de la vida tiene que sustituir a la economía de la muerte. Los avances actuales permiten una economía de la abundancia y no una ciencia de la escasez, como se define hoy la economía capitalista. Los problemas de cada pueblo son los problemas de todos los pueblos. La tarea de los venezolanos es impulsar las formas que en nuestras condiciones concretas adquirirá el socialismo en el siglo XXI. Los comienzos de este siglo pertenecen al socialismo.
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