1.-La conciencia magisterial
El maestro es un “apóstol”, nació y estudió para servir; lo mismo se dijo del médico y del cura que en las comunidades rurales –en la primera mitad del siglo XX- se entregaron “con cuerpo y alma” al trabajo de aquel México rural, agrario y con poblaciones aisladas. Pero al cambiar las condiciones económicas y políticas del país, al transformarse nuestra nación en los años sesenta y setenta en esencialmente urbana -con mayor peso de la ciudad, la industria y los servicios- los médicos, los curas y los maestros también tuvieron que cambiar, obligados por las circunstancias.
Los planes y programas escolares se adaptaron a las nuevas circunstancias de un capitalismo que requería otro tipo de enseñanza, así como de profesionista, de lenguaje, de vivienda, de vestido, de alimentación. El campo -por reducción de créditos, inversiones y trabajo- comenzó a despoblarse y las ciudades alcanzaron ritmos rápidos de crecimiento. Hubo estados que, por la fortaleza de su cultura y el relieve de su suelo, pudieron mantener sus valores y costumbres; otras entidades, como la yucateca, fueron integradas a la “modernidad” con las carreteras, los transportes, los medios de información y por la falta de empleo en el campo.
No fueron los maestros los que por su voluntad abandonaron el campo, los programas educativos o perdieron la conciencia de solidaridad; fue el sistema de producción y el desarrollo de otras relaciones impuestas por el nuevo capitalismo, los que tiraron por la borda el modelo de desarrollo anterior. De hecho los maestros sólo han sido las “correas de transmisión” de la ideología de la clase política y empresarial dominante. Y aunque los maestros, desde los años veinte han resistido para no ser esclavos, lo real es que sus históricas luchas sólo han sido de resistencia, porque no han podido cambiar el rumbo educativo que la clase dominante ha impuesto a partir de sus intereses.
Pero, ¿cuál es la ideología del magisterio? Como la del pueblo de México: la que se formó en el hogar, en la iglesia, en la escuela y con la TV; habría que añadirle la que se formó en el estudio de su profesión con planes y programas elaborados por el mismo Estado. Obviamente hay un sector minoritario de maestros que al mirar el mundo que lo rodea ha obtenido una conciencia crítica y analítica que le ha permitido ver con profundidad las cosas; pero es un sector muy pequeño. También se registra otro sector politizado que ha llegado a entender los fenómenos educativos pero cuyo interés se reduce a la lucha y al control del poder, sea este político o económico.
2. La organización magisterial
Los maestros han tenido en su ideología la organización, el orden, la disciplina y el progreso, tal como aconsejaba el positivismo; se les enseñó que ellos son la autoridad indiscutible en el salón de clases y frente a sus alumnos, al mismo tiempo se le construyó un aula para dictar cátedra con estrado, escritorio al frente y mesabancos perfectamente alineados y de preferencia inamovibles. Se les entrenó en la Normal a dar órdenes, al saludo diario cuasi militar, al pase de lista, al canto del himno nacional, a la preparación de marchas militares con bandas y escoltas. Se le dijo que es ejemplo y modelo para la comunidad, así como a respetar a la autoridad y el orden establecido.
El maestro es un empleado de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y corporativamente –de manera automática- un miembro del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE); sin embargo, dado que los dirigentes de este sindicato -que nació en 1943- en vez de defender a los maestros y a la educación pública nacional, siempre han estado al servicio del gobierno y como pago esos mismos directivos han recibido presidencias municipales, diputaciones, senadurías y gubernaturas, ese funesto comportamiento entreguista o “charro”, dio lugar al nacimiento en 1979 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) Este organismo, después de 25 años de intensas luchas en calles, con marchas y plantones, agrupa hoy a más de 300 mil trabajadores de la educación.
Los diferentes gobiernos del PRI han apoyado con todas sus fuerzas y sus recursos a los dirigentes sindicales “charros” o entreguistas; pero también –desafortunadamente- poco más de un millón de maestros también los apoyan porque ven en ellos la autoridad y su única posibilidad de mejoramiento. Las luchas de la CNTE, fuera de los ocho estados donde es mayoría, los maestros las ven lejanas, difíciles, ajenas a sus necesidades inmediatas. Aunque en momentos suelen admirarlas, les parecen muy aventuradas y fuera de la realidad. No se sabe si de alguna manera llega concesión alguna –aunque fuera un mendrugo- a la mayoría magisterial, pero lo concreto es que después de unos 15 años de verdaderamente heroicas luchas en el DF, Oaxaca, Chiapas o Michoacán, se avanza muy poco.
Quizá sea necesario cambiar la estrategia política y sindical. Es posible construir un poderoso sindicato de 300 mil maestros que se convierta en un ejemplo y un modelo de sindicalismo autogestionario y participativo; un sindicato que organice foros, reuniones nacionales, encuentros y sea ejemplo de democracia directa. Un sindicato antipoder que se construya “salón por salón, escuela por escuela, zona por zona y entidad por entidad”. Un sindicato que legisle contra las camarillas, contra los posibles atracos financieros, contra los arreglos con partidos y gobernantes. En fin, un sindicato que al mismo tiempo que batalla contra las fuerzas externas del capital, combate contra la corrupción y la ideología capitalista interna.