Una anécdota convertida en reflexión de Milan Kundera sobre Ulrich, personaje central de El hombre sin atributos, la gran novela de Robert Musil, representa un extraordinario preámbulo para ilustrar este crucigrama de odio que se despliega casi que de un modo irresoluto -y por eso mismo irracional- hacia Hugo Chávez.
Una pareja con la que Ulrich sostiene una añeja amistad es sorprendida por éste tocando un piano a cuatro manos. Para el personaje de Musil, el piano no sólo representa el lirismo que aborrece, sino que es el pasadizo simbólico que transita hasta llegar a sentir odio y desprecio por los humanos que adoptan la música como una factoría estética(y hasta ética) en la vida. Ulrich los ve y piensa del piano: “Ese ídolo corto de patas, de morro prominente, cruce de buldog y pachón”.
En días pasados el Presidente Chávez le endosaba a los medios privados la principal cuota de responsabilidad en la propagación de este odio. En la intencionalidad de esta feroz campaña contra Chávez, se ocultan también terribles paradojas: quienes hoy lo odian y desean su muerte, hace trece años lo amaban e hicieron de él en su imaginario religioso una restauración de Moisés y su idealización de la Tierra Prometida, la Venezuela posible, la que iba a dejar atrás los estragos causados por el bipartidismo, corrupto y antinacional.
No me refiero por supuesto a quienes constituyen históricamente las clases o castas privilegiadas y dominantes, dueñas y amos del Valle. Su odio a Chávez es el odio de la clase que encarnan; el odio a los pobres, a las mayorías que hoy protagonizan la revolución bolivariana.
Aludo a un sector social de nuestro país que está siendo abatido por los medios privados y su inagotable fuente de odio y es víctima de los efectos de esta perversa y peligrosísima guerra psicológica que hoy enfrentamos en Venezuela.
Se trata de una Guerra de Cuarta Generación, en la modalidad de maltrato psicológico, para desafinar el piano de Musil.
Una estrategia de Black Pps que debemos enfrentar no precisamente con arpa, cuatro y maracas.
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