Son varias las premisas que pueden permitir la configuración de un nuevo orden geopolítico y, desde luego, geoeconómico en el mundo de hoy. Sin ellas no habría cambios en profundidad en el contexto de una realidad donde priva el dominio de unas relaciones imperiales cuyo carácter hegemónico subyace en las asimetrías políticas y económicas internacionales.
En primer término, hay que plantearse una radical transformación de las relaciones de producción capitalistas, desplegadas en todo el orbe, como nunca otra forma de dominación imperial lo había consumado. Cambio que sólo será posible si las nuevas y emergentes formas alternativas de producción y de organización del trabajo propician una ruptura al predominio de la tríada imperial, esto es: Estados Unidos de América, Unión Europea y Japón.
Una segunda condición sería la creación de condiciones para trastocar el gobierno de hecho en el ámbito mundial. Nos referimos al ejercicio del poder omnímodo de las aproximadamente 600 transnacionales que conforman el gobierno real, tras bastidores, en las instituciones de la ONU, incluida la OMC, así como los gobiernos de USA, UE y Tokio, soportes estatales del poder mundial del imperio. Respaldado esta panoplia del poder por un aparato militar de descomunales proporciones.
Y, una tercera vertiente, sería la sustitución de la “la legitimidad democrática”, según la cual, el concepto y la forma democrática predominante en “occidente” es la única reconocida como válida para ser aceptada como forma de gobierno del mundo. Nos referimos concretamente a la concepción de la plutocracia americana estadounidense americana, la cual, en nombre de la libertad ha cometido los más atroces y crueles crímenes de guerra en los tiempos contemporáneos.
Pareciera imposible y hasta utópico remontar esta difícil y escarpada cuesta, pero esta es la ruta a seguir por los pueblos del mundo, si de veras queremos asumir la tarea de la revolución mundial y, además, la posibilidad de salvar el planeta tierra y a la especie humana de su extinción.
Interpretamos el 4° objetivo del programa de gobierno presentado por el presidente Hugo Chávez, tal y como lo hemos esbozado más arriba. Fácil colegir que esta es una responsabilidad, no sólo de Venezuela o de América Latina y el Caribe, sino de la humanidad entera.
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