Como se sabe, o al menos así lo han anunciado desde el Gobierno Colombiano, a partir del próximo mes de octubre se estará desarrollando un dialogo entre el Gobierno que preside Juan Manuel Santos y algunos voceros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Dicho evento tendrá como sede a Oslo, capital de Noruega, con la presunta finalidad de acabar con el conflicto armado que vive el vecino país desde hace ya muchas décadas.
El enfrentamiento militar, propiamente dicho, que ha azotado a Colombia durante más de medio siglo le corresponde única y exclusivamente a los órganos armados en cuestión. No solo a las fuerzas armadas colombianas como fuerza publica de aquel Estado y las conocidas FARC, sino a otros grupos como el ELN, Paramilitares y otros grupos desaparecidos como el recordado M-19, entre otros mas. Pero el cruento y lamentable resultado histórico de dicho enfrentamiento, se ha llevado por la borda humana, política, social y económicamente al Pueblo de aquel mártir País. Pueblo que mas allá de su desden moral, apuesta porque al fin haya salida a un conflicto que en lo mas entraño de su alma y criterio, ni le interesa y jamás ni minimamente lo ha asumido como suyo. Que lógicamente, termine involucrado como consecuencia de tan lamentable resultado, es otra cuestión.
La guerra del gobierno y las guerrillas ha sido “la guerra del gobierno y las guerrillas”, jamás ha sido la guerra del Pueblo, pero este último ha pagado más caro que nadie, el precio de tal asunto bélico. En ese sentido, si es cierto que tanto gobierno y en este preciso caso Las FARC, tienen como gran disposición iniciar un franco y comprometido dialogo en aras de lograr la paz, deben sincerarse y asumir que El Pueblo Colombiano no puede quedar por fuera de dicha instancia de discusión.
Y tampoco es que salgan operadores de algún poder público a decir que en nombre del pueblo estarán presentes en dicha mesa fulano y sutanejo. No, porque si de algo debe desconfiar el Colombiano común y corriente, es de esos poderes que están permeados por los lamentables vicios propios de la lógica maldita imperante en toda la institucionalidad Estatal Colombiana, donde ser un caprula es requisito indispensable para anidarse en dichas estructuras.
La sociedad Colombiana debe ser consecuente en su propósito de tener voceria en el marco de dichos diálogos, que además es una posibilidad concisa de activar al sujeto constituyente, es decir, recurrir al poder originario para que este a la vez escoja libre y soberanamente a sus representantes en lo que seria la cualidad y posibilidad verosímil que se termine logrando la anhelada Paz.
No más desplazados políticos y económicos en Colombia y el Mundo.
No más a la guerra en Colombia
La paz para Colombia es la paz para Latinoamérica
Que viva El Pueblo de Colombia y Los Pueblos del Mundo.