En las sociedades, el pensamiento dominante es consecuencia directa de la manera dominante de producir los bienes esencialmente materiales. Si una sociedad produce sus bienes de consumo en condiciones de explotación burguesa, es evidente que la ideología dominante sea también burguesa. Y que ese hecho, que parece “normal” se exprese así en los dominadores, no sorprende. Pero sí alarma el que él no se limite a ese ámbito de clase, sino que se reproduzca por igual en las clases dominadas. Estas últimas piensan y replican el pensamiento burgués, convencidas –más no conscientes- de que por pensar como burgueses ya lo son.
La reflexión precedente viene al caso porque, no deja de sorprender a muchas personas, especialmente militantes del campo de las ideas de izquierda en Venezuela y seguidoras del proyecto socialista que lidera nuestro comandante Hugo Chávez, el que en las elecciones realizadas el pasado domingo 7 de octubre, un poco más de un tercio de la población votante, estimada en 18 millones de electoras y electores, votaran por el candidato de la ultraderecha, Henrique Capriles Radonsky.
Reunir más de seis millones de votos para respaldar a la oligarquía criolla y transnacional en la figura de un candidato de perfil majunche, de ideas frívolas e incoherentes pero, al mismo tiempo burgués de cuna, sólo tendría explicación lógica si esos seis millones 100 mil electores, fuesen todos, en realidad, ricos de abolengo, burgueses, explotadores. Pero, sin temor a equivocarme, no creo que en el mundo haya tantos explotadores juntos. Como clase, los explotadores no ejercen su poder por razones numéricas sino por concentrar en esas pocas manos suficiente capital y medios de producción para dominar a la inmensa mayoría explotada que vende su fuerza de trabajo o su fuerza de creatividad, para producir y reproducir aquel capital que seguirá estando en aquellas pocas manos y que, jamás será socializado. No, al menos mientras existan relaciones capitalistas de dominación.
¿Triste realidad? Sí, muy triste realidad porque uno quisiera que, jamás los pobres, los explotados, los parias de la tierra, subordinaran o traicionaran sus intereses de clase proletaria para cuadrarse y defender los de sus explotadores, los de la burguesía. El fenómeno es complejo y, desde hace unos 200 años se manejan reflexiones y búsquedas teóricas para entender, combatir y vencer esa realidad, dando paso a una sociedad socialista. Carlos Marx ha sido, quizás, el más emblemático pensador crítico de estos hechos de las sociedades divididas en clases y, en especial, de la sociedad capitalista.
En Venezuela no hay seis millones de oligarcas y, si recordamos al comandante Fidel Castro invitando a reflexionar al, también, comandante Hugo Chávez, cuando al final de otro proceso electoral anterior le dijera: “No creas Hugo que en Venezuela hay cuatro millones de oligarcas”. Quiere decir entonces que el fenómeno es mucho más complejo y que, si en las recién finalizadas elecciones del pasado domingo, tal como se evidenció de manera absolutamente clara, los enfrentamientos entre candidatos presidenciales eran enfrentamientos entre clases sociales irreconciliables: explotados y explotadores, pobres y ricos, trabajadores y patronos, numéricamente el arrase a favor de la candidatura de los excluidos de siempre, en la figura de su líder Hugo Chávez, hubiese dado otro resultado.
No voy a agotar esta reflexión en un breve artículo de opinión. Lo que sí quiero, por ahora, es contribuir con una ideas que, en manos de las y los revolucionarios, con visión y compromiso de luchadores por el socialismo, debe plantearnos nuevos retos para que el actual proceso bolivariano no se detenga en lo logrado hasta el presente. Derrotar las ideas de los dominadores capitalistas implica derrotar la manera como ellos nos han obligado a producir los bienes hasta el presente. No se trata, entonces, de saldar viejas deudas sociales contraídas por los gobiernos de derecha del pasado, sino derrotar las causas productivas que las generaron, de manera que no se reproduzcan. Allí quizás, el número de votantes por la oligarquía se reduciría considerablemente y apuraríamos la alborada definitiva de la independencia y el socialismo.