Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona
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La reelección de Chávez en los comicios presidenciales de Venezuela rondó cerca de todos los pronósticos serios. Chávez reunió el 54,4 por ciento de los votos lo cual indica que el mensaje que envía el electorado señala que los venezolanos no han perdido la fe en su líder durante los 14 años de su gobierno. Chávez sigue siendo el campeón sin rivales cercanos a la vista y esta reafirmación de su mandato le permite continuar con las amplias reformas estructurales, incluyendo las características misiones sociales, las cuales le han brindado una excepcional popularidad en el país. Su actual presidencia se prolongará hasta el año 2019 pero la constitución venezolana no limita el número de reelecciones, lo cual significa que, como Chávez lo ha dicho en múltiples ocasiones, su necesidad de estar en la dirección del país hasta el 2025 con el objeto de implementar sus designios para su propia marca de socialismo para Venezuela, posiblemente signifique un nuevo intento en el futuro.
La concurrencia sin precedentes del 80,94 por ciento del electorado destaca lo acertado de la singular vía seguida por Chávez desde que él llegó al poder en 1999 –una combinación de fuertes políticas de modernización, soberanía incondicional, inmunidad frente a la presión internacional y financiamiento de programas de bienestar social altamente incluyentes con recursos petroleros. Como líder de un país que está ubicado sobre una de las reservas energéticas más grandes del mundo, Chávez no tiene que coquetear con la oligarquía local o inclinarse ante Washington. Con toda confianza Chávez ganó la carrera contra Henrique Capriles Radonski, quien logró el 44,5 por ciento de los votos postulando una plataforma anti-nacional a penas disimulada y que si hubiese sido elegido, habría cancelado los beneficios sociales para la población. Capriles habría dicho NO a la construcción de una alianza latinoamericana y habría iniciado una creciente privatización por todo el sector energético de Venezuela.
En este momento los seguidores de Chávez pueden estar orgullosos de haber ganado una fuerte competencia. La intensidad de la propaganda occidental anti-Chávez, que nunca fue gentil con el desafiante líder venezolano, alcanzó su punto más alto días antes del crucial 7 de octubre recién pasado. Contrariando a sondeos completamente confiables, los medios de comunicación de masas publicaron informes de oscuro origen en el sentido que Capriles –un enérgico postulante, con registros cayendo lejos de los de Chávez—estaba cerrando la brecha y podría eventualmente prevalecer.
Dicho sea de paso, unas cuantas publicaciones liberales de Rusia se hicieron eco de estas especies. Durante la época de la primera presidencia de Chávez, el establecimiento político de Rusia fue un tanto lento para apreciar las oportunidades que comenzaron a producirse con el giro de Venezuela hacia el populismo.
La inercia de la era Yeltsin y los enfoques que se adoptaron cuando A. Kozyrev dirigía el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia en el período 1991-1995 el credo diplomático que reconocía la primacía ilimitada de Estados Unidos y que conducía constantemente a Rusia a sacrificar sus propios intereses, dominaba la orientación de la política exterior de Moscú, no obstante, en un lapso más bien corto, trascendió que Chávez había ingresado al escenario político mundial con planes absolutamente reales y de largo alcance. Moscú por lo tanto, tuvo que abrir un diálogo con Chávez y finalmente diseñó una agenda viable de cooperación.
Hoy en día la asociación entre Rusia y Venezuela está sentando un patrón para América Latina y más allá. Moscú y Caracas interactúan en la esfera energética, armamento, comercio en general, finanzas, etc. y lo más importante, el compromiso de amistad de Chávez con Rusia es absoluto. De hecho esta posición expone a Chávez a mayores críticas en los medios liberales de Rusia y Occidente que evidentemente se siente incómodo por el hecho que la cooperación entre Rusia y Venezuela está en alza. Pero no deberá pasar desapercibido el hecho implícito que la avalancha invectiva contra Chávez a menudo ataca al presidente ruso V. Putin en la medida que los intentos por sacar a Moscú de Caracas ganan fuerza.
Los que empezaron primero en los medios pro-occidentales ya están pintando un nuevo cuadro de las elecciones venezolanas para el gusto de Washington, entregándole a sus lectores informes ridículos –de acuerdos con sondeos citados pero no identificados—que la votación de Capriles estaba a menos de un punto por debajo del actual presidente, lo cual de algún modo podría atribuirse a un margen de error en los escrutinios.
Originalmente, las denuncias de fraude se suponía que eran el primer paso en el andamiaje del escenario para culminar en el estallido de agitación en las calles de las ciudades venezolanas, pero la victoria abrumadora de Chávez, agregada a su registro hizo que el plan fuera impracticable. Sin lugar a dudas, que bajo circunstancias menos favorables la oposición radical en Venezuela habría desatado una violenta ofensiva contra el gobierno enviando a sus bandas entrenadas por la CIA con financiamiento de la USAID a la lucha por los intereses de sus patrones extranjeros. El comentarista de la Associated Press, Ian James, señaló que “Chávez tiene ahora las manos libres para aumentar el rol del estado en la economía y continuar con los programas populistas. Chávez prometió antes de la elección llevar adelante con más energía la construcción del socialismo durante su nuevo período. También es posible que limite aun más la disensión y profundice la amistad con rivales de Estados Unidos.” Lo anterior da una buena idea de la lista de quejas que ocasiona que Washington considere a Chávez como su enemigo número uno en América Latina.
Radonski sencillamente tuvo que reconocer la victoria de Chávez y abstenerse de la tradicional retórica acerca de un supuesto fraude electoral. Primeramente, la actual rutina comicial en Venezuela es completamente segura e incluso contempla la comprobación dactilar de todos aquellos que van a las urnas. Segundo, actualmente la oposición se está preparando para otra batalla electoral ya que alcaldes y gobernadores serán elegidos el próximo mes de diciembre. La táctica hacia la cual están mudando los opositores de Chávez es golpear al régimen populista a nivel regional. La oposición controla los estados Zulia, Táchica y Nueva Esparta.
Parcialmente, una ventana de oportunidades se abre para la oposición ya que en un cierto número de casos, gobernadores chavistas no han dado la talla que Caracas trata de establecer y localmente lacras como la corrupción, la incompetencia y la demagogia erosionan las bases de la autoridad en Venezuela. La situación se deterioró aun más cuando Chávez tuvo que luchar contra el cáncer y su control sobre el gobierno y el Partido Socialista Unido de Venezuela se debilitó temporalmente.
Queda claro que Chávez virtualmente no tiene tiempo para celebrar su triunfo. Lo que él enfrenta ahora, una vez que la polvareda se asiente es una nueva fase en pro de su causa, los desafíos son los de salvaguardar los avances políticos nacional e internacionalmente.
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