El pasado sábado los venezolanos presenciamos lo inminente. Un consejo de ministros en el que Chávez arremetió duramente contra su propia gestión de gobierno.
Una semana antes, voces como la de Luís Britto García, Eleazar Díaz Rangel y este servidor, a través de nuestras columnas de opinión, señalamos la necesidad de un arduo y sincero proceso de autocrítica en pro, entre otras cosas, de la eficiencia y el empoderamiento popular.
Soy de los que piensa (y así lo expresé el pasado lunes) que no se pueden afrontar las venideras elecciones regionales del 16-D, sin un honesto "mea culpa", a propósito de todas aquellas nefastas realidades que, a pesar de 14 años de gobierno, no hemos podido todavía transformar.
Claro está, con ello no se busca relativizar los importantes e incuestionables logros de esta revolución. Pero, creo que muchos de estos éxitos se pusieron suficientemente en el tapete durante la campaña presidencial. No podemos dormirnos en los laureles de un triunfo, si queremos seguir avanzando hacia otro.
Chávez fue tajante y expresó de diversas formas y con diversos tonos sus críticas contra su gobierno, es decir, contra sí mismo.
Lo que resulta preocupante es que muchos, cual si estuvieran en un circo romano, salieron a cortar cabezas y exhibirlas, sin entender lo esencial: la autocrítica es a la revolución, es decir, a todos los que de una manera u otra nos sentimos partícipes y protagonistas de este proceso sociopolítico.
La autocrítica es ante todo, "auto", es decir, señalamiento a uno mismo, a sí mismo: a una revolución de la cual, se supone, todos somos protagonistas para lo bueno y para lo malo. El protagonismo no es sólo para celebrar una victoria, sino también para asumir las derrotas que, después de 14 años, arrastramos.
Seré pues autocrítico de la autocrítica, para que ésta no se convierta en una moda o una postura "políticamente correcta"; para que ésta no se vuelva famosa sólo después que Chávez la señale. Para que ésta no sea la excusa con la cual "críticos" de oficio salgan a colgar ética y políticamente a sus "camaradas".
Recuerdo con tristeza la "moda" de las 3R. Moda de la autocrítica que ahora debe ser criticada. Moda que se vendió en todas sus salsas: 3R al cuadrado, etc. Me pregunto, ¿En qué quedó? ¿Qué sentido tiene la autocrítica si sólo se hace cuando el Presidente la pone en el tapete? ¿En qué limbo se encontraba la autocrítica antes que Chávez la pronunciara de nuevo?
Una autocrítica sin reflexión, sin lectura, sin investigación, sin conocimiento de causa, se convierte, sin más, en una piñata a la cual todos quieren darle un palazo, para ver qué juguete le arrebatan a su "camarada".
Ayer vi con tristeza y preocupación cómo muchos de quienes no se jugaron su vida, ni su tranquilidad, ni su trabajo, ni siquiera sus fines de semanas previos al triunfo del 7-O, frente a la autocrítica de Chávez, salieron a rasgarse las vestiduras y darle uno que otro palazo a muchos que yo tildaría con Beltort Brecht de "imprescindibles.
Hagamos pues critica a la autocrítica, so pena de convertirla en una moda, y perder otra oportunidad de oro para la rectificación.
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