Las barbas del vecino

En México estamos viviendo momentos de gran intensidad política y de enorme trascendencia, incluso mayores en su gravedad que los propiamente electorales. En torno de las precandidaturas se da el reacomodo de fuerzas y la procuración de consensos. Este fenómeno incide de mayor manera en el conjunto de la izquierda, en cuyo seno se registra la confrontación de tácticas para alcanzar el mismo objetivo, en tanto que en la derecha sólo compiten por personalidades capaces de mantener el estatus quo. Las expresiones de Cárdenas y de Marcos en los últimos días, junto con la definición del PRD en torno a la candidatura de unidad de López Obrador, corresponden al referido fenómeno y ofrecen la virtud de abrir a debate la consideración de alternativas, al mismo tiempo que amagan con el vicio de la izquierda desunida ante la contienda electoral.

Me detengo para analizar esto último, con el ánimo de llamar la atención sobre sus costos. El más grave es el de perder la oportunidad histórica que significa el contar con un candidato excelentemente posicionado en las encuestas de opinión electoral, en un momento latinoamericano de solidaridad, lo que no fácilmente se podrá repetir en el futuro. Por un lado debe reconocerse la capacidad de la derecha para desgastar figuras que le son adversas (Cárdenas el mejor ejemplo) y que redoblaría su saña en contra de un López Obrador perdedor. Por el otro, creo que un nuevo triunfo de la derecha en México, afectaría al proceso latinoamericano dando nuevo aliento a quienes, bajo los auspicios de Bush y Noriega, adversan a los regímenes de corte popular y nacionalista (Cuba, Venezuela, Brasil, Argentina y Uruguay) y a los movimientos populares de Bolivia, Ecuador, Perú y Colombia.

El segundo más grave de los costos sería el de obligar al candidato con opción de triunfo electoral a ofrecer concesiones hacia el centro, en términos de compensar la pérdida de apoyo de parte de la izquierda. Estoy cierto de que para gobernar habrá que ser incluyente y negociar con los factores reales de poder, pero es diferente hacerlo desde antes para lograr el triunfo electoral, que hacerlo una vez manifestada la fuerza de la izquierda unificada.

Conviene aquí tratar de leer en otros libros. Me parece pertinente el caso de Lula y sus lecciones actuales. Tras tres intentos electorales frustrados, el PT brasileño se vio obligado a la negociación preelectoral, aliándose con la derecha nacionalista (la vicepresidencia para Alencar) y firmando la carta de aceptación de condiciones del FMI. Para el que esto escribe queda claro que, sin tales condiciones, el PT hubiera registrado un cuarto intento frustrado, así como que, por tales condiciones, la capacidad de Lula para implantar un régimen de contenido social se vio severamente restringida. El estrecho margen de maniobra sólo ha permitido a Lula la procuración de condiciones de menor dependencia en el sector externo, tanto el político como el económico, mientras que en lo interno se ha visto forzado a continuar con la observancia de los dictados del FMI y del Banco Mundial, al grado de verse hoy envuelto en una severa crisis política producto del desencanto popular hacia el régimen y el embate de la derecha para rematarlo. Abro aquí un paréntesis respecto del objetivo de la reflexión para abrigar la esperanza de que, una vez desatada la crisis, Lula reconvoque al pueblo y retome el proyecto social original, una vez que ya se liberó del acuerdo con el FMI y que ya su esquema internacional es más favorable.

Ojalá sepamos leer en esta experiencia brasileña para consolidar una gran fuerza electoral en torno de Andrés Manuel López Obrador.
Correo electrónico: gerdez999@yahoo.com.mx


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Gerardo Fernández


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