“Yo no le canto a la luna,
porque alumbra nada más,
le canto porque ella sabe
de mi largo caminar”
Hoy estoy vestida de tristeza, es hora de llorar, durante todos estos años de lucha revolucionaria, lo tenía prohibido. Ni una lágrima por aquellos que murieron por la vida, ni una por las injusticias sociales, ni por los hechos del 4F, ni siquiera cuando vi por televisión a Lucas Rincón anunciando la supuesta renuncia del Presidente. Consolar, si, a muchos, esposas, madres, amigos, compatriotas, pero llorar me estaba vedado.
Hoy no sé, no quiero, no puedo reprimir mis lágrimas. Lágrimas por un hombre que se hizo pueblo caminando en la militancia de los sueños, por sus dolores, que son los míos propios, por la única batalla que debe librar en soledad. Un hacedor de lluvias, un abridor de caminos, un libertador de sueños abrazados por decenas de miles de años por millones de personas. Su accionar está inscrito en la Historia de esta Patria Grande, eso sí no tiene vuelta atrás. Siempre estaré orgullosa de haber sido testigo de excepción de todos estos eventos que nos llevaron a tener Patria y, agradecida infinitamente por haber compartido junto a este Grandehombre su tiempo y su espacio vital. Independientemente de lo que pase de ahora en más, hemos tenido la oportunidad histórica de cohabitar esta tierra de gracia con él y eso es un tesoro invaluable que me acompañará hasta mi propia batalla.
Muchos son los que lo estamos acompañándolo, millones, con oraciones, con cantos, con esa esperanza que alimenta el alma hasta el final. El enemigo es fuerte, despiadado, impredecible, traicionero, presenta altos y bajos, pero debe enfrentarlo solitariamente, lo conozco de cerca, lo he visto segar la vida de dos de mis seres más queridos. Solo él sabrá sí ha cumplido su hermosa y vanguardista misión en esta vida, o sí aún tiene pendientes. Es el Hombre y sus circunstancias, cara a la única batalla que no podemos evadir y que en algún momento nos derrota.
Como no llorar en esta hora aciaga de la Patria, pase lo que pase, supere este trance o no, hoy la Revolución permite llorar, por la vida, pero cada gota de llanto que roza mi cara es en vez de un lamento, un renacer para y por la vida, para recobrar fuerzas y apartar de una vez y, para siempre, a quiénes en su locura lanzan al viento frases conteniendo una despiadada alegría.
Esta es la segunda causa de mis lágrimas, como no llorar por ellos, sí son demostraciones de la existencia, en el siglo XXI, del atraso más patético en el pensamiento del ser humano, retrotrayéndolo a la época de la inquisición, cuando el vulgo se extasiaba ante el espectáculo de ser humano quemado vivo por brujería. Dentro de esta locura, me pregunto: ¿Para que han servido mil quinientos años de evolución científica, tecnológica, humanística, si aún se conserva a lo interno sentimientos de gozo ante la muerte?. Con que sadismo se habla de premios y castigos, de razones para desear con saña que se sufran los dolores más inimaginables para purgar “pecados”. Acaso, las creencias religiosas o la historia escrita con sangre y fuego ha dejado como corolario este pensamiento simplista?. Como creer o siquiera pensar la muerte como castigo divino. Porque aún no la entendemos como un proceso inherente a la vida, como un paso evolutivo del alma.
Yo no lo admito, me parece un acto grotesco, de quiénes se dicen que llevarán al país por un camino mejor. Mejor?, ni de vaina, de acuerdo a esa lógica, todos estamos bajo sospecha, y todos tenemos derecho a vengarnos de quienes nos ofendan. Las expresiones de disfrute sádico de esta gente, me dan tristeza y me dan asco, pero también me invitan a seguir la lucha de Hugo Chávez, ahora con más ahínco, siempre con él, presente o ausente, su pensamiento y sus acciones lo convierten en un Inmortal de este siglo, sobre sus ideas gravitará la Patria por siglos. Hoy más que nuca cobra fuerza la frase “Hasta el dos mil siempre”, Comandante. Hugo Chávez Frías no morirá, jamás.
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