No me gustaría estar en la piel de Carromero, vicesecretario de la organización juvenil del Partido Popular (PP) Nuevas Generaciones (NG), que enviado por el PP a Cuba intentó hacer lo que los espías en el cine, financiar a la oposición cubana para desestabilizar el gobierno comunista de Cuba.
Le salió mal al PP (con dinero gringo imagino que en eso hay «unidad de destino en lo universal» con los españoles) y aun peor a Carromero. Mandaron un «contacto» a la disidencia cubana propio de los recortes que sufre la economía y el pensamiento español. Ni a Fernando Alonso se le ocurriría pisar el acelerador como un poseso en una carretera cubana que no conoce. Hay gente que cuando sale de su casa cree que todas son la suya. ¡Error!
Las autoridades cubanas actuaron diligentemente. Después del accidente en el que el joven español, con el carné retirado en la propia España por reiteradas infracciones, mató a parte de la oposición cubana que pensaba financiar, Oswaldo Payá y Harold Cepero, las autoridades comunistas le curaron las heridas, lo alimentaron, lo bañaron, lo juzgaron, lo condenaron… y ya está en casa, Madrid, cumpliendo el previsible indulto con el que le premiaran. Imaginen a agentes del gobierno comunista cubano en el Estado español «manteniendo contactos» con Amaiur, Bildu o Esquerra Republicana… ¿qué dirían los españoles? ¿qué diría el PP?
Pero Carromero es la paja en el ojo ajeno. La expresidenta de Madrid crucificó con vigas a Cuba y su justicia mientras ella y su partido, el Partido Popular, se niegan a condenar la dictadura de Franco que colaboró estrechamente con el régimen nazi; un partido que se niega a revisar la «justicia» dictatorial franquista legitimada por un golpe de Estado fascista y sus sentencias aplicando leyes de facto que acabaron con la vida de cientos de miles de personas.
¿Es que no tienen vergüenza?
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