Compartiendo la misma impronta de una crisis que amenaza con volatilizarla, la UE se hace presente en la cumbre con la CELAC a través de sus cristianísimos representantes, Merkel y Rajoy. Este último había anticipado que venían para rechazar firmemente todas las medidas coercitivas de carácter unilateral que son contrarias a las leyes internacionales y las normas de libre comercio comúnmente aceptadas, porque este tipo de práctica supone una seria amenaza contra el multilateralismo.
No creo que se trate de un padecimiento neuronal degenerativo cuya nosología remite a Emile Kraepelin y su neuropatalogía a Alois Alzheimer, en lo que se identifica como demencia senil. Prefiero pensar que sólo se trata de una pérdida total del sentido que para los pueblos de América latina y del Caribe, libres de las ataduras del FMI, del BM y del GATT, tiene la historia del siglo XXI. Y esto no es poca cosa, pues quien pierde la perspectiva de la historia, necesita de urgencia su internamiento en el “Arturo Soria” de Madrid u otro que le acomodara mejor.
A estas alturas de los hechos, a pocos les cabe duda que desde sus orígenes, el capitalismo es un sistema económico orientado hacia la globalización del capital, la precarización del trabajo, el monopolio del comercio, la destrucción ambiental. Esta es una realidad ineludible. Para asegurar su absoluto control y hegemonía, los Estados Unidos, como país triunfante de las dos guerras mundiales, le otorgaron a este sistema y a su afán depredador de la naturaleza, un orden jurídicamente regulado. Este nace en el discurso de los 14 Puntos del Presidente Wilson en 1918, y alcanza proyección histórica en la “Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas”, realizada en el complejo hotelero de Bretton Woods, en New Hampshire, entre el 01 y el 22 de julio de 1944. (Tres años después de la firma de la “Carta del Atlántico” en la que Inglaterra y los Estados Unidos expresaban su voluntad hegemónica compartida). La circunstancia física de su realización hace que lo que los think tanks del poder imperial decidieron en esa conferencia se conozca como los “Acuerdos en Bretton Woods”. Estos dieron nacimiento a la institucionalidad oficial básica del nuevo orden mundial capitalista después de la II guerra mundial.
Mucho antes, ya se habían acuñado los mitos, que le servirían a los judeo-cristianos invasores de norteamerica, para justificar la expansión de su moral maniqueista, primero en toda América y después en todo el mundo: “Destino manifiesto”, “América para los americanos”, “Corolario Roosevelt” y otros.
Al fijarse la economía del mundo como una actividad jurídicamente regulada dentro de la institucionalidad “ad-hoc” creada por los EEUU, quedó establecido que ningún Estado podía desatenderse de sus responsabilidades internacionales en el campo de la economía y del comercio, ni podía ignorar el efecto de la economía internacional sobre sus políticas y su legislación. Los Estados deberían cuidar que sus repercusiones afectaran a sus ciudadanos y empresas pero, sobre todo, que afectaran a las empresas y ciudadanos de otros Estados (el norteamericano y los europeos).
Que la economía quedara regulada por la institucionalidad impuesta por EEUU a través de la ONU, (FMI, BM, GATT), significaba, además la obligatoriedad de nuestros países de liberalizar nuestras economías y que este proceso debería ir en aumento a medida que se acelerara el proceso de globalización de la economía, controlado hegemónicamente por EEUU primero, y compartido luego con Europa y Japón. (Expresión de lo cual sería la conformación de la Comisión Trilateral bajo la “inspiración” de la dupla Rockefeller- Brzezinski y de la que este último dijera ser "el conjunto mayor de potencias financieras e intelectuales que el mundo haya conocido nunca para no verse afectado por los chantajes del Tercer Mundo")
La regulación impuesta implicaba la orientación de nuestras economías hacia una liberalización creciente de nuestro comercio, hacia los movimientos internacionales de capital, la estricta vigilancia de los derechos de propiedad intelectual de las empresas extranjeras en nuestros territorios, y hacia una mayor y mejor supervisión pública del funcionamiento de los mercados y de las instituciones financieras (bancos centrales, ministerios de economía) a fin de evitar los “riesgos” de colapsos financieros internos que pudieran trasladarse a los mercados internacionales. En suma, una actividad reguladora por parte de los Estados, siguiendo al pie de la letra las reglas impuestas por el FMI, el BM, el GATT.
Estas reglas, aplicables a las relaciones económicas exteriores entre los pueblos del mundo, no fueron definidas por cada Estado. Fueron impuestas por los Estados Unidos para insertar en el sistema mundial de relaciones económicas internacionales a sus aliados europeos, en condiciones de ventaja frente a las naciones del tercer mundo por ser colonias europeas en Asia y África o neocolonias de EEUU en América latina y el Caribe. Los países del bloque soviético participaron de la Conferencia en Bretton Woods, pero no ratificaron los acuerdos. China lo hizo a través de representantes del régimen del Kuomintang pero, tras el triunfo de la revolución maoísta en 1949, se retiró. La India lo hizo como parte de la delegación británica, dada su condición de colonia. Sin embargo, fue uno de sus delegados, el que planteó que “un flujo predominante de materia prima y comestibles en una dirección y de productos altamente manufacturados en la otra, no constituía un comercio internacional realmente equilibrado y que sólo prestando más atención a las necesidades industriales de países como la India, se podría alcanzar un equilibrio real y racional”. Fue ignorado. Alemania, Japón e Italia que formaron parte de los países del eje y habían sido derrotados en la guerra, sólo recibieron sanciones económicas. En el caso de Alemania, éstas se remitían a los tratados que dieron fin la primera guerra y que precipitaron el nazismo.
En la década de los 90’, los Estados Unidos imponen el decálogo llamado “Consenso de Washington” para hacer frente a la crisis de la deuda en que fueron sumidos los países del Tercer Mundo como consecuencia del comercio desigual impuesto por el GATT (Acuerdo General sobre el Comercio y Aranceles, para regular el comercio internacional).
Paralelamente se realiza la Ronda de Uruguay en la que 140 países, manejados por el BM, se reúnen, primero en Punta del Este-Uruguay en 1986, y luego en Marrakech-Marruecos en 1993 para “negociar” la política de aranceles y la liberalización de mercados. Esto sería una reedición de lo acordado en Bretton Woods, pero actualizado tras la caída del muro y el fin de la guerra fría. En Marrakech nació la Organización Mundial de Comercio y también salieron los dos instrumentos con los que los países “desarrollados” procedieron a invadir nuestros territorios apropiándose de nuestras riquezas del suelo, subsuelo y espacio con la impunidad que les otorga el terror y la perversidad de la moral que los sustenta. Esos dos instrumentos son el GATS (Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios), y el TRIPs (Trade-Related aspects of Intellectual Property Rights o Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio). Este último se hacía extensivo a los derechos de propiedad de inventos, patentes, marcas, dibujos, modelos, tecnología, procedencia y autoría, industriales. Esto es, a los derechos protegidos de las empresas extranjeras que invaden nuestros territorios y lucran para su beneficio y crecimiento. Desde la aprobación de estos nuevos instrumentos, ya no sólo se trata de regular el comercio y las transacciones internacionales que impone el GATT, sino de regular las operaciones internas de las empresas extranjeras en territorio ajeno, con todo a su favor.
A esta estructura, convenida para favorecer la hegemonía norteamericana en el mundo y los intereses económicos de sus socios europeos y asiáticos, e impuesta a los países del Tercer Mundo a través de “acuerdos” y “consensos” con el aval de las NNUU, se le llama “multilateralismo”. Lo que define su razón de ser son dos obligaciones a las que están sometidos los países de América latina y el Caribe con la excepción de Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina que no regulan sus economías con los dictados del FMI, del BM ni del GATT y vienen ejecutando propuestas alternativas como la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América ALBA, y el renovado Mercosur.
Esas dos obligaciones están referidas: la primera, a que los Estados deben aceptar que la interdependencia económica existente a nivel mundial impide soluciones estrictamente unilaterales a los problemas económicos. Cada Estado debe aceptar que su política tiene consecuencias sobre los otros Estados. Los criterios de algunos y que otros apañen, no son aceptables en el ámbito de la política económica, pues lo que hay que hacer es negociar soluciones comunes a problemas comunes. (Como si ellos y nosotros los tuviéramos de la misma naturaleza y características, históricamente). La segunda, establece la obligación de no discriminar las empresas, los exportadores, los productos extranjeros respecto de los nacionales, sea cual sea el Estado de donde procedan.
Alguien ha dicho que este modelo de “multilateralismo” pretende que los Estados desaparezcan dentro de un “mundo” donde el legislador mundial y el único gobierno es EEUU. (Idea que se entronca con el fundamentalismo sionista). En este contexto, cada Estado debe reconocer que no está solo dentro del planeta y no puede sustraerse a las consecuencias de sus acciones, como reclama Rajoy en alusión a Argentina, pero también a Venezuela, Bolivia y a todo aquél que ose tocar sus lucrativos negocios. Es este el “multilateralismo” del que vino a pontificar y que, como física que es, palanquea la señora Merkel.
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