El “por ahora” del 4 de febrero ya se
transformó en un por siempre el
presidente Hugo Chávez levantándose
de las dificultades. Desde abril de 2002, hasta las elecciones del 7-O, cuando enfermo
combatió por todo el país para
ganarle a Henrique Capriles. Desde diciembre
pasado batallando por la vida
y el proceso bolivariano.
Cuando la oposición radical descalificaba
las últimas fotos y fiel a su tradición
golpista pensaba otra aventura, el
Presidente los flanquea, alborota por la retaguardia y por sorpresa les destroza la vanguardia y de nuevo es él quien escribe
la historia.
Bravo por Nicolás, Diosdado, Elías y
Rafael que realizaron una perfecta operación
de contención y cerco.
El liderazgo del presidente Chávez es imprescindible cuando hay una guerra
contra la humanidad y el planeta, que
se expresa en crecimiento de la pobreza
y el hambre, el cambio climático, la destrucción
de la diversidad biológica, los
procesos de desertificación, la comercialización
de la naturaleza; las soluciones
neomaltusianas para liquidar a los pobres como nueva “solución final”; la guerra
financiera como la que se desarrolla
contra Argentina; la destrucción del multilateralismo
tradicional y su sustitución
por alianzas militares, lo que convierte
a diplomáticos en agentes de la guerra; en la privatización y la destrucción de
lo público, como base de la dictadura del
mercado que conduce al totalitarismo,
negando la democracia, los derechos humanos
y la diversidad cultural.
La estrategia de guerra se propone
la absoluta superioridad militar, desarrollando
nuevas armas de destrucción
masiva y selectiva; privatizando la guerra
y los ejércitos, constituidos por soldados
sin nacionalidad, para que ningún
pueblo lamente su muerte y sean
legalmente irresponsables.
La robotización de la guerra, asociada
a la guerra cibernética y la preparación
para la guerra nuclear, serían la tapa
del frasco. Pero el presidente Chávez es torrente que los detiene y viento que enciende la llama de la rebelión.
julio.escalona99@yahoo.com