No tiene nada de inocencia el que el comando de campaña electoral que maneja la candidatura de Capriles, haya comenzado por adoptar el nombre de Simón Bolívar para identificarse. Los estrategas del desgaste y la provocación que trabajan desde laboratorios armados por el Departamento de Estado y supervisados directamente por la CIA y el Mossad israelí, han utilizado esa técnica innnumerables veces.
Los intentos de robo descarado de palabras y símbolos que son propios al chavismo, a la Revolución Bolivariana y a sus procesos de construcción del socialismo, es algo que se ha ensayado por el mundo, junto a técnicas de guerra directa y armada, cada vez que han surgido movimientos revolucionarios o se ha conseguido avanzar en confrontaciones que arrinconan, cuestionan o directamente enfrentan al imperialismo del gran capital y a su asiento político y militar estadounidense.
Convencidos de la resurrección del auténtico Simón Bolívar, patriota, guerrero, antiimperialistas, amante de la justicia y de la igualdad, gracias a un propósito revolucionario del líder y Comandante supremo de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez, la derecha capitalista se propone quiterle poder al significado histórico de nuestro Libertador Simón Bolívar y regresarlo a los mármoles, moneda y mausoleo a los que se le redujo, para que sus ideas perecieran y el ímpetu libertaerio apagara sus llamas y los pueblos adormecidos se sisntieran contentos con la explotación a la que el gran capital les somete.
Decíamos que la técnica de ataque y aniquilamiento por la vía de la vanalización, de la reducción de las palabras a términos ridículos o descargados de contenidos, no es nada nuevo. Ha sido parte del importante arsenal utilizado por los dominadores para matar la memoria de los pueblos.
Esa técnica de guerra, cuyo fin es el memoricidio, el asesinato de la memoria, está siendo utilizada con gran fuerza en la actualidad. No se trata de una simple provocación del torpe candidato fascista, Capriles Radonsky. Es toda una estrategia conducida a que los nombres, palabras y símbolos de la Revolución Bolívariana y del líder supremo Hugo Chávez, pasen al terreno del olvido o de lo vanal, lo antes posibles.
Ya nos habíamos referido en un reciente artículo anterior a cómo esa técnica fue aplicada con relativo éxito, luego de la muerte del Libertador Simón Bolívar, en 1830. 200 años después, el mismo propósito mueve a los guerreristas de siempre para perpetuar su dominación.
Hoy quieren borrar a Chávez y regresar a Bolívar al ámbito en el que habían conseguido arrinconarlo. La denominación del supuesto comando de campaña es sólo uno de los tantos ejemplos. La gorra tricolor, el uso y defensa de la Constitución que siempre rechazaron, el nombre de Bolívar, de nuevo en sus bocas para enfrentar a Chávez. La palabra pueblo, en boca de un enemigo que lo desprecia, lo ofende y lo reduce a mercancía que les permita incrementar el capital, entre tantas otras sutilezas que se convierten en ataques constantes, persiguen aniquilar nuestras conciencias, impedir el acceso revolucionario a nuestra total independencia y soberanía.
Por eso es que no dejamos de insistir en que los temores y amenazas a nuestra revolución no púeden reducirse a los riesgos represivos o militaristas, incluyendo mercenarios invasores armados a guerra. Un peligroso armamento es utilizado a diario como una artillería disparando contra nuestra Revolución. Necesario es que nos afirmemos y atrincheremos en las ideas y símbolos más genuinos del chavismo y que no dejemos matar la memoria que nuestro Comandante supremo Hugo Chávez, logró despertaren el pueblo venezolano.
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