La periodista de El Nacional, Milagros Socorro, en su columna del 25/08/05 reprocha al líder religioso Pat Robertson por haber hecho un llamado a su gobierno para que ordene el asesinato de Hugo Chávez al calificarlo de payaso y que, como tal, sostiene que su instigación a cometer ese delito se corresponden con declaraciones que deben “ser desestimadas”. Agregó que, no obstante ello, al presidente “no debería tenerlo sin cuidado los comentarios del reverendo, quien se permitió sugerir” su asesinato “porque, según su apreciación, ese crimen resultaría menos costoso que una guerra... Robertson”, continúa ella, “puede azuzar un atentado contra Chávez porque cree que sus espantosas consecuencias no lo alcanzarán a él ni a su país. Nosotros sabemos, o deberíamos saberlo, que una acción de esa naturaleza desataría una violencia cuyos alcances no podemos ni imaginar pero de seguro tocarían la puerta de cada venezolano…”
Hasta aquí nos parece muy bien y aplaudimos que la periodista le salga al paso a tan condenable conducta de un sujeto que se le reconoce como importante líder religioso evangelista del norte y muy cercano a Bush, quien tuvo un liderazgo decisivo tanto para el triunfo de éste frente a Algore en el dos mil, como ahora, recientemente, para su reelección. Pero nos llama la atención su propósito por minimizar el hecho recurriendo a la descontextualización de algunas afirmaciones que ha hecho Chávez en varias comparecencias sobre el uso de las armas con motivo de los esfuerzos que ha venido haciendo la oposición golpista por acabar con su gobierno, al punto de que sostiene en la columna que: “Esa es la razón por la que el presidente no puede descartar” esas amenazas, “No porque puedan atizar su temor a un magnicidio sino porque le están mostrando lo peligroso e irresponsable que es llamar la sangre en la falsa creencia de que, al ser respondido ese llamado, sólo correrá la ajena. Y el propio Chávez ha incurrido en ese monstruoso error.”
Su escrito es contradictorio, pues en sintonía con lo que afirma al comienzo de su nota que de producirse ese asesinato se “desataría una violencia cuyos alcances no podemos ni imaginar”, pues todas esas advertencias de Chávez habría que tomarlas más bien como llamados muy sensatos que él, en su condición de Jefe del Estado, hace para que en nuestro país no ocurran los sucesos que destruyeron a Bogotá y dejaron centenares de miles de muertos luego del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1.948.
Por otra parte, al reconocer la periodista Socorro que el asesinato de nuestro primer mandatario desataría una gran tragedia, es porque admite, sin lugar a dudas, que detrás de su liderazgo hay todo un pueblo, ¡ojo!, no la “sociedad civil”, respaldándolo con todos los hierros, dispuesto a morir, si fuera necesario.
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