Dos herramientas electorales, por demás muy poderosas, le suministró Radonski en bandeja de oro al virtual presidente electo, Nicolás Maduro: El autobús y El pajarito. Con El autobús se desplaza por todo el territorio nacional. Y con El pajarito le dio un toque de ternura y de fe cristiana a su cada vez más sencillo y original trabajo electoral. Como autobusero Maduro refleja sus orígenes de obrero y revolucionario. Y con El pajarito demuestra que es un hombre de fe, de profunda espiritualidad y que cree en el poder del Supremo del Creador.
El poder mediático de los vocablos autobús y pajarito es tan arrecho que el mismo Radonski, en su primera campaña electoral presidencial, se inventó lo de El Autobús del Progreso. Cómo sería de contundente el boomerang autobusero que HCR optó por olvidarse de su propio autobús. Además no hay que olvidar que el pasajero de autobús es la propia esencia del venezolano de a pie, del pasajero pelabola. Y en cuanto al poder comunicacional de El pajarito sólo hay que recordar que al famoso Twitter lo identifica un pajarito.
En Marketing. Cuando un dispositivo publicitario impacta sobremanera en el mercado. A la competencia le quedan tres alternativas: 1. Atacarlo. 2. Olvidarlo y 3, ridiculizarlo. Este principio mercadológico se aplica en campañas electorales. Por eso Radonski más nunca llamó autobusero a Maduro. Es decir, decidió olvidarse de todo lo que tenga que ver con los vocablos autobús, autobusero, autobusete, autobusito, camionetica, carrito porpuestos. ¡Claro! Se dio cuenta, un pelo tarde, que los trabajadores del transporte colectivo son un coñazo de gente. Una gentará pues.
En cuanto a El pajarito de Maduro, las lumbreras en Marketing Político de Radonski optaron por ridiculizarlo y se están dando un culazo de padre y señor mío. Pues en Venezuela más de uno tiene su propio pajarito. En nuestro país es común que un vecino responda “Me lo dijo un pajarito “ante la pregunta ¿quién te dijo esa vaina? Quién no recuerda a los periquitos australianos y los famosos papelitos que extraían de una pequeña caja. Sólo la ternura de un bebé supera la ternura de un pajarito. Los venezolanos son amantes de los pajaritos. ¡Quién no se enternece ante el movimiento de alas de un colibrí! O quién no ante el concierto melódico de un canario. O ante el chapuzón lagunero de una golondrina en un verano de Sol de los venados.
Y para remate Maduro tiene un chiflido que le permite imitar el canto de su pajarito. Y eso le ha dado cierto toque original a su trabajo electoral. ¿Ahora de qué se trata? ¿Cuál es el peo de los asesores de Radonski con El pajarito de Maduro? Sí lo que persiguen es desprestigiarlo burlándose de su condición cristiana, de ser un hombre fe, de tener sus propias creencias. No lo están logrando. Y no lo están logrando porque la mayoría de los venezolanos tiene sus propios pajaritos y sus propios milagros. El mismo Albert Einstein cuando le preguntaron si creía en Jesucristo, respondió: “La vida de Jesucristo es tan extraordinaria que resulta difícil no creer en él”. También el científico alemán expreso “Hay dos maneras de vivir una vida: La primera es pensar que nada es un milagro. La segunda es pensar que todo es un milagro. De lo que estoy seguro es que Dios existe.”
Maduro es libre de pensar y expresar sus creencias. Cuántos milagros no cuenta la humanidad de Jesús. Cuántas operaciones no dicen que ha hecho José Gregorio Hernández después de muerto. Yo he visto el “pago” de promesas por favores concedidos a La Virgen del Valle y al Nazareno de Barcelona. Yo mismo soy un milagro de Dios. Mi familia y mis allegados saben de que les hablo. El mismo profesor margariteño, Luis Beltrán Prieto Figueroa, de quién decían era un ateo a toda mecha, en un vuelo Maiquetía-Margarita comenzó a rezar en voz baja ante una fuerte y continua turbulencia que sacudía fuertemente al avión. Y fue entonces cuando su compañero de butaca le dijo: ¿¡Maestro y usted no y qué es ateo!? Y aquella eminencia venezolana le dijo quedamente y un pelo asustado: “¡Si mijo. Pero allá abajo!”.
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