“¡Quién sea libre de pecado que lance la primera piedra!”. El denominado chavismo es la síntesis de los adeco-copeyanos del puntofijismo, con algún aderezo de partidarios de los movimientos de izquierda y de aquellos grupos que se conformaron, a comienzo de los noventa, en “chiripas de mi chiripero”. Los chavistas no vienen de espacio exterior; no son marxianos, aunque sí, en el fondo, profundamente bolivarianos, martianos y marxistas. Es por esta razón que lejos de caer en polémicas estériles acerca de que si la era post-Chávez viene cargada con liderazgos débiles o si ya se perfila un grupo, aguas adentro del chavismo, que aspira tomar las banderas sociales que con sentido oportuno, digno y con un talento inimitable, alcanzó Hugo Chávez, hay que bajarse de esa nube. La tarea es consolidar el legado de Chávez, mantener su correcta vía, su inequívoco pensamiento; pensar en sustituciones de espíritu o de vinculación con ese pueblo de todos los colores que se vistió de rojo, es una aventura que puede terminar saliendo muy cara para quienes hemos estado al lado de un proceso de transformación y lucha activa por y para la socialización de la democracia venezolana. Pero para entender mejor los senderos ideológico de lo que se avecina, se hace imperioso hacer alusión al pensamiento filosófico y al conocimiento humanista, aspectos que le dan un contexto real a los valores de ese hombre nuevo en una sociedad en franca lucha contra la barbarie capitalista.
Esta percepción lleva a definir las corrientes del pensamiento que interactúan con la idea social y a su vez con la percepción ideológica en lo que respecta al lugar que ocupa el hombre en el universo; así tenemos que: el materialismo viene a ser la doctrina (o doctrinas) según la cual todo lo que existe es materia, es decir, solo existe, en última instancia, un solo tipo de realidad que es la realidad material; por su parte el Racionalismo se fundamenta en que el conocimiento es propiamente tal cuando tiene necesidad lógica y validez universal y sólo la razón puede permitir decir que una cosa es como es y no puede ser de otra manera; el empirismo por su parte, sostiene que todo conocimiento se basa en la experiencia, afirmación con la cual se opone directamente al racionalismo para el cual el conocimiento proviene, en gran medida, de la razón; en cambio el Realismo, en el cual existe el realismo metafísico, según el cual las ideas generales o universales, como se decía entonces, tienen existencia real, independientes de ser pensadas o no y el realismo gnoseológico afirma que el conocimiento es posible sin necesidad de que la conciencia imponga sus propias categorías a la realidad; está también el Idealismo, escuela opuesta al materialismo y al realismo, que sostiene que los objetos físicos no pueden tener existencia aparte de una mente que sea consciente de ellos.
En esta percepción epistémica. el positivismo, como escuela filosófica que aprecia el conocimiento desde la base de la experiencia sensible y el progreso del conocimiento, sólo puede acercarse a la sensibilidad humana por medio de la observación y el experimento y, según esta exigencia, se debe utilizar el método de las ciencias naturales; el positivismo se va endureciendo y se hace lógico, constituido por un empirismo total, apoyado en los recursos de la lógica moderna, una alta valoración de la ciencia y un rechazo también total a la metafísica y al propósito de unificar el lenguaje de las diferentes ciencias con un denominador común en el lenguaje de la física (fisicalismo). Este positivismo justifica la moneda intercambio y el manejo de los modos de producción en pocas manos, las sabias a su entender, que tienen el derecho de valerse de los demás semejantes para fortalecer ganancias y prosperar como empresa u organización. A esta unidad de pensamiento se le enfrentan los postulados de otras escuelas filosóficas como la Fenomenología, cuya tesis de Husserl son básicamente dos una para captar el fluir y el contenido de la conciencia debemos limitarnos a describir lo que se presenta en ella, sin dejarnos condicionar por las teorizaciones que pudimos haber hecho sobre ese contenido y la otra es que de la descripción señalada antes, muestra que en el fluir de la conciencia se presentan, además de referencia a objetos concretos referencias a esencias ideales.
La filosofía analítica del lenguaje de Wittgenstein que representa aspectos particulares del empirismo y del positivismo lógico, comprende concepciones del lenguaje en relación con los objetos de la realidad: establecer los límites de aquello que puede decirse con significado. El lenguaje comprende varios juegos lingüísticos, cada uno de los cuales está sometido a sus propias reglas. Los juegos lingüísticos expresan la forma de vida de una comunidad. La tarea del filósofo consiste en colocar las palabras en su uso cotidiano, las cuales expresan la forma de vida de la comunidad.
En ese recorrido de ideas, pensamientos y posturas metódicas, aparece la Hermenéutica, para quien Dilthey la aprecia como método de las ciencias del espíritu; en ella, la comprensión tiene un carácter objetivo que se dirige hacia las objetivaciones de la vida, es decir, hacia las obras y valores histórico - culturales que pueden ser captados por la vivencia imagen. El sujeto construye, al menos en parte, el objeto; según Kant, el sujeto es activo en el sentido de que influye en lo conocido a partir de sus estructuras aprióricas y de los procesos que en ellas descansan. El conocimiento es independiente de la experiencia, porque los objetos del conocimiento son los juicios a priori. Pero al conocimiento sólo se puede llegar a través de la experiencia porque el objeto del conocimiento son los juicios sintéticos. Según distintas versiones, la necesidad de estudiar científicamente al ser humano nace debido a la experiencia sin parangón que fue la Revolución Francesa, que obligó por primera vez a ver a la sociedad y al individuo como objetos de estudio científico.
Como puede apreciarse, el Socialismo como alternativa al Capitalismo neoliberal, es una postura que se ha construido en razón de las contradicciones; esa dialéctica de lo concreto que lo ha hecho madurar en la manera y forma como debe captarse la realidad y la dinámica de esa realidad. Es fácil calificarse de erudito o chavista; lo difícil es crear síntesis entre una idea y un pueblo. Eso lo alcanzó Hugo Chávez, con un lenguaje simple pero a su vez complejo. Un lenguaje que nombraba el sujeto, no lo eludía.
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