Mucho se dice, se acusa, se juzga. Que si ignorante, inculto o bruto. De maldiciones, de resentido, de envidioso por no poseer las “riquezas” materiales del adversario político. Es la poca –o ninguna- comprensión dialéctica de una realidad que con el pasar del tiempo se va desnudando en todo su esplendor. Conversaba hace poco con mi padre, hombre sabio, luchador incansable del gremio profesoral de la UPEL, quien batalló, desde su pensamiento y accionar de izquierda, por el derecho de todos los profesores y profesoras universitarias –más allá de su filiación política- en la convulsionada época de fines de la cuarta repúblico –años 80 y 90 como los más graves para nuestra sociedad-. Y en dicha conversación surgían confesiones que confirman la importancia de la llegada de Chávez al poder en el momento y lugar indicado: “coye, yo después de viejo es que comprendo en toda su magnitud el poder de manipulación que tienen los medios de comunicación, de hecho ya estoy comenzando a no comprar periódico”. Y lo dice un lector empedernido, un profesor de Química que, a la vez, es historiador, político, poeta, filósofo, matemático y pare usted de contar.
Por otro lado, tuve la maravillosa oportunidad, junto a 11 amigos, compañeros y camaradas de lucha, de viajar a la isla de Cuba por nuestra propia cuenta. Si, fuimos como turistas, pero conscientes y abiertos a contrastar realidades. Con el pasar de los días fueron desmontándose un conjunto de mitos que por años los medios de comunicación nos vendieron sobre la situación económica, política, social y cultural de la Revolución Socialista que, tan dignamente, se mantiene en pie en ese país hermano. Un altísimo nivel de conciencia política, donde quiera que íbamos, se soltaba un amor inmenso por nuestro Comandante Chávez y por Fidel, no sin antes aclararnos de la complejidad que representa la vida en una sociedad bloqueada, aislada por la fuerza de parte de las grandes potencias económicas mundiales. Además, es una sociedad alegre, de mucha vida en las calles, música, dominó, teatro, cine, mucho trabajo, convivencia y paz. Descripción que levantó el odio de aquellos que nunca han viajado y prefieren –producto de la alienación que se genera- creer en Globovisión, CNN o cuanto charlatán quiere opinar antes de conocer y profundizar dentro del complejo que representa todo fenómeno y proceso social.
Y es el fondo de lo que me lleva a redactar el presente artículo, la cultura del odio. Sin pretender venderme como el Mahatma Gandhi venezolano, porque bastante que he recurrido a hechos no-pacíficos de resolución de conflictos, entendiendo la legitimidad de las diversas formas de lucha según el contexto histórico donde se lleven a cabo, quiero resaltar el trascendental papel que ha jugado la superestructura hegemónica del capitalismo en nuestro país, desde tiempos inmemoriales pero reforzada, en un sector de la población, desde que Chávez ascendió al poder (y un poco antes) en Venezuela.
Siempre se generó en nuestro país una matriz –devenida es constructo cultural-, provocada por la relativa facilidad de obtener dinero producto de la renta petrolera, de que el pobre vive en dicha situación material de existencia por “vago” y “flojo”. En este sentido, y con un 80% de pobreza en nuestro país, se construyó la identidad del venezolano bajo estas características. Por tanto, es común que exista en el discurso hegemónico eso de que “el venezolano es flojo, no le gusta trabajar, le gusta que todo se lo den fácil, por eso es que no avanzamos como sociedad”. Frases y discursos que se han maximizado a través de la programación “cultural” que nos venden a través de la Televisión Nacional. Falsos concursos donde se humilla la condición humana –como “la guerra de los sexos”, de la cual el compañero Winston debería realizar un proceso de reflexión pública, aun cuando entiendo que el vende su fuerza de trabajo definida en su mayor potencial, que es la animación artística- a cambio de “premios” absolutamente materiales –un viaje, un carro, una moto, etc.-. Publicidad en la cual se establece una clara diferenciación entre las clases sociales, donde el que más posee es el más culto, educado y preparado, bajo el supuesto de “todo lo que tengo me lo he ganado con el sudor de mi frente”, obviándose los privilegios de ciertos sectores económicos obtenidos por gobiernos Adecos y copeyanos en el pasado. Publicidad donde el pobre, el negro, el mulato, el indio, es el flojo, es el objeto de abordaje social por su condición de inadaptado a las normas sociales. El sistema, según estas teorías, es perfecto y las fallas son individuales.
Esta situación, no por hechos casuales, sino como una relación causa-efecto bien planificada desde la estructura de poder hegemónica, ha devenido en otro constructo social, el de la “Criminalización de la Pobreza”. Ya no sólo entonces el pobre es “vago y flojo”, sino que es “malandro” o “delincuente”. Es evidente el rechazo que generan las actitudes violentas y delincuenciales de actores sociales determinados –que no están definidos por clases sociales-, ya que a nadie le gusta vivir bajo la incertidumbre de si te van a robar, a matar, agredir físicamente, secuestrar, etc. Y es este rechazo natural el generado de un odio de clase muy arraigado en la sociedad occidental y, venezolana, para el caso que nos compete. Entonces ya no sólo somos un país de vagos y flojos, sino que somos un país de malandros y, por ende, “el más violento del mundo”, ignorando por completo el incremento de la violencia y la criminalidad a nivel mundial.
Es así como entonces se hace más evidente la polarización existente en nuestra sociedad. Mientras en los gobiernos anteriores el Estado era el garante de la estabilidad y tranquilidad social del sector poblacional más privilegiado –burgueses dueños y medios de producción y trabajadores alienados con medios de vida más altos que la mayoría-, existía una “paz social” ficticia. Y digo ficticia porque la vida en el barrio siempre ha sido dura, pero silenciada por los medios de comunicación. Es así como llegó Chávez, dio voz a los que nunca tuvieron voz, y se hicieron evidentes las profundas contradicciones antagónicas e irreconciliables entre las clases sociales. Ese alto porcentaje de la población ubicado en la línea de pobreza se identificó –y aún se identifica- con la causa Revolucionaria, dando paso a la estigmatización de un gran movimiento social que se ha expandido por América Latina y “amenaza” con crecer, mantenerse y consolidarse.
Por esta razón, es el chavismo acusado de “malandro, de enchufado, de una cuerda de flojos y vagos que quieren que todo se lo den fácil”. Es por esta razón que han asociado el aumento de la criminalidad con las políticas de gobierno, ya que, según la derecha “el gobierno apoya a los malandros”. Pero es que no tiene que ver con individuos en Conflictos con la Ley Penal, sino con el hecho de que “pobre=malandro”, indiferentemente de la veracidad de esta afirmación. Por lo que me pregunto ¿Quiénes son los generadores del odio?, son los alcances sociales y políticos que ha tenido el amplio proceso de alienación cultural de nuestra sociedad venezolana.
Y está muy lejos de culminar, la batalla apenas comienza, nos seguirán acusando de ser los destructores del país, de ser los flojos que no trabajamos, que no pensamos, que estamos enchufados en el gobierno para hacer crecer nuestras riquezas con el menor esfuerzo. Ganar el 14 de abril no será suficiente para aplacar las intenciones de la oposición de volver al poder y retornar a aquellos que hemos dejado atrás con tantos esfuerzo y sangre derramada. Lograr la eficiencia revolucionaria y avanzar en el socialismo no será suficiente, siempre existirá el odio de un sector de la población, aunque dicho sector disminuya por la misma dinámica y evolución social.
Y es esta alienación, en la cual los oprimidos de siempre actúan bajo el pensamiento y visión de mundo del opresor, la causante de situaciones que atentan constantemente contra el desarrollo del proceso revolucionario. Es natural la existencia de un miedo a la verdadera libertad, a tener la sensación de “pérdida” material de lo que se posee (así tan sólo sea una lavadora vieja y un televisor de los años 80). La ideología burguesa hace muy bien su trabajo de vender esperanzas, de generar ilusiones al pobre, el “pata en el suelo”, al de abajo, de que algún día logrará salir de su situación y codearse con la alta sociedad, mientras lo convence de que no trabaja lo suficiente para lograrlo. En ese proceso, argumenta que es gracias a las políticas económicas y sociales del actual Gobierno que no logra superar su situación de pobreza y llama al odio intraclase, en su sempiterna táctica de división en el seno de la clase obrera.
Por tanto, el odio seguirá, nos seguirán insultando, juzgando y acusando, lo importante es ser cada vez más firmes en nuestra intención de avanzar en el socialismo, de convencer con buen trabajo político y formación continua a cada miembro de nuestra amplia clase obrera y campesina. No caer en la trampa de la desmoralización. Con todas las fallas que existen, con la cantidad de críticas que hemos realizados –y seguiremos realizando-, se ha avanzado, apenas van 14 años. Este 14 de abril votemos por Nicolás Maduro y, a partir del 15, sigamos trabajando el máximo de nuestras potencialidades, que la Revolución apenas comienza.
VIVA CHAVEZ
VIVA EL SOCIALISMO
PATRIA SOCIALISTA, VIVIREMOS Y VENCEREMOS
Militante Socialista
carlosgrillet@gmail.com