Amar a Venezuela. Una perspectiva materialista de su historia

Una de las expresiones que más de moda se ha puesto en nuestro país es “te amo Venezuela”. Una actual exacerbación del sentimiento patrio se cierne sobre el común de quienes nacimos y pretendemos vivir y morir en nuestra tierra de gracia. El uso de nuestros símbolos patrios desde las comunes banderas, hasta franelas, llaveros, ropa interior, zapatos o bodypaint, entre otros, llenan las imágenes de nuestras redes sociales y medios audiovisuales de comunicación.

Recordando reflexivamente la campaña electoral presidencial para el 7 de octubre de 2007, el ahora Gobernador del Estado Miranda dio un breve y muy vacío discurso para presentar su candidatura y programa de gobierno nacional. Es de recordar que el mencionado mitin se limitó a expresiones emocionales que buscaban enardecer los sentimientos “nacionalistas” de sus militantes y simpatizantes. Repitió muchas veces, al grito de alguien que está pasando por un trance de euforia “¡Cómo te quiero Venezuela…no sabes cuánto te amo Venezuela…es por ti Venezuela… (Y una vez más) es que te amo Venezuela!” Era todo lo que se podía escuchar, con algunas promesas y lugares comunes sobre problemas concretos como la inseguridad, el empleo, la vivienda, entre otros, sin una idea de solución real que pudiera discutirse seriamente.

En la política, la demagogia, cuya etimología demos (pueblo) - agein (dirección) plantea la idea de la guía o dirección del pueblo, se define como aquella práctica que apela a los sentimientos y las emociones de la población con el objetivo pragmático de ganarse su apoyo. Es frecuente el uso de la retórica a fin de incentivar las pasiones de la masa, aflorar sus miedos y deseos más profundos pretendiendo ganarse el apoyo popular. La demagogia ha sido el recurso clásico de las democracias liberales y de la burguesía para, mediante la alienación de la clase trabajadora a través de los medios de propaganda y la superestructura ideológica, imponer un modelo de Estado que garantice sus intereses económicos en el marco del Modo de Producción Capitalista.

Decía Marx, en el Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política, lo que cito textualmente a continuación

“En la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.”

El conjunto de relaciones humanas que se dan en el modo de producción capitalista, determinan la forma en que vivimos, así como el proceso de lucha de clases que, mediante la instauración de un sistema educativo garantista de la estabilidad económica de la burguesía, se invisibiliza bajo esquemas conservadores típicos del liberalismo político surgido de la Ilustración. Se construye una sociedad en la que se configura un mal llamado Pacto Social entre los sujetos que la conforman; se establecen funciones para los individuos en el marco de un sistema en el cual de normalizan las diferencias de clases, a través de la naturalización del individualismo fundamentada en lo que se ha denominado Darwinismo Social.

Nuestra conciencia se encuentra determinada, indefectiblemente, por nuestro ser social. Las relaciones humanas entres seres sociales se ve determinada política y culturalmente por el modo de producción, es decir, el capitalismo. Desde pequeños se nos ha enseñado a ser competitivos, a medir el éxito individual como el alcance de los mayores logros materiales, a través de la adquisición de bienes materiales, de igual forma nos enseñaron que ver como “mediocres” a aquellos que se encuentran en el umbral de la pobreza económica y material, bajo un falso espejismo de convivencia entre estratos sociales que conforman la dinámica social.

Toca entonces el caso venezolano (ese país que tanto dicen amar los demagogos). Aunque a muchos camaradas partidarios de la Revolución Bolivariana, en su alienada negación y poca capacidad de crítica sobre nuestra realidad, se exalten, vivimos en un Estado Burgués bajo el esquema del modo de producción capitalista. Y no lo digo yo, lo dice el mismo Comandante Chávez en el Plan de la Patria, cuando dice “No nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista”. Asdrúbal Batista, refiriéndose al Capitalismo Rentista, comenta lo siguiente

En términos generales, por lo tanto, el capitalismo rentístico es una estructura económica nacional con una doble sustantividad. Por un lado es capitalista, en cuanto una porción de su ingreso disponible total, de cuantía importante, se crea en la relación del capital a escala universal y allí se lo capta. Por el otro lado es rentística, puesto que la relación de origen de ese excedente se funda en una propiedad nacional ejercida por el Estado sobre un recurso no producido, al que demanda y requiere el mercado mundial.

Por tanto, la comprensión de lo qué es la sociedad venezolana, pasa indefectiblemente por el estudio dialéctico de las relaciones sociales de producción en el marco de un modo de producción capitalista y rentística. Nuestra relación capital-tierra (que explica la renta) gira en torno al petróleo, por lo que la captación de la misma depende del capitalismo mundial y su dinámica.

Otra característica fundamental de nuestro carácter rentístico, yace en la propiedad estatal de la misma. Históricamente, el desarrollo económico individual y colectivo, durante el Siglo XX en Venezuela, giró en torno a la posibilidad de acceso a captar la renta por parte de las clases sociales en pugna en nuestro país.

De esta situación originaria, es que se caracteriza a nuestra burguesía como parasitaria y, lamentablemente, existe una gran lumpenización de diversos sectores de nuestra clase trabajadora. Eso que llaman burguesía, e históricamente ha sido exaltada como los “sectores productivos, educativos y avanzados” de nuestra Venezuela, simplemente han sido familias que, a través de pagos políticos y prebendas paternalistas, han logrado captar la mayor cantidad de renta petrolera posible, generando un proceso de acumulación de capital y la dedicación, casi exclusiva, al comercio de importación masiva de bienes y servicios.

Por tanto, la base material de nuestro país se ha construido bajo la idea de una frase popular muy famosa “no me den dinero, pónganme donde haya”. Una cultura en contra del trabajo productivo, de parasitismo y de la dependencia casi absoluta de una Estado que aplica políticas asistenciales de aplacamiento de malestares sociales. De ahí que surja la soñada idea de la “bonanza petrolera” o de ser un “país rico” que debería estar a la altura de un paraíso árabe como Dubai. La total ignorancia e incomprensión de la contradicción capital-trabajo, la acumulación de riquezas en pocas manos y de miseria para una mayoría de la población, cuyos intereses son antagónicos necesariamente.

Ha sido fácil establecer en Venezuela una cultura de “clase media” que se distancie de los sectores más empobrecidos de la clase trabajadora. Un sector alienado que, al creer que forman parte de los dueños del capital, debido a su nivel de ingreso (y desclasarse más alejándose de sus verdaderos iguales, los trabajadores más pobres), culpa de los males inherentes al trabajador común al gobierno de turno, sin hacer un análisis profundo del modo de producción y de la política económica, social y cultural que lo sustenta. Para crear a esta falsa “clase media”, es que se diseñó un sistema educativo que caracteriza ciertos elementos, que han sido legitimados como reales y únicos, sobre lo que es la venezolanidad y el amor por Venezuela.

Es la construcción de una ideología (falsa conciencia) sobre lo que es identidad nacional. Una identidad nacional que se vende por encima de las clases sociales, bajo un lema desgastado de “todos somos venezolanos, somos hermanos” que esconden los más ruines y ocuros intereses individuales. Es una construcción fascista de la burguesía que le permite controlar la totalidad de las relaciones humanas en torno al capitalismo, permitiéndose de esa forma acumular capital y poder.

Pero la verdad en el asunto, es la que Dimitrov establece en sus reflexiones sobre El Carácter de clase del fascismo, que nos permitirá desentrañar qué hay detrás de aquellos que dicen amar a Venezuela, y diferenciarlo de lo que realmente es la patria que hoy día defendemos los revolucionarios.

El fascismo no es una forma de poder estatal, que esté, como se pretende, “por encima de ambas clases, del proletariado y la burguesía” (…) no es “la pequeña burguesía sublevada que se ha apoderado del aparato del Estado” (...) El fascismo es el poder del propio capital financiero (…) Hay que recalcar de un modo especial este carácter del verdadero fascismo, porque el disfraz de demagogia social ha dado al fascismo, en una serie de países, la posibilidad de arrastrar consigo a las masas de la pequeña burguesía, sacadas de quicio por la crisis, e incluso a algunos sectores de las capas más atrapadas del proletariado, que jamás hubieses seguido al fascismo si hubiesen comprendido su verdadero carácter de clase, su verdadera naturaleza.

Respecto a la identidad nacional

¿De dónde emana la influencia del fascismo sobre las masas? El fascismo logra atraerse a las masas porque especula de forma demagógica con sus necesidades y exigencias más candentes. El fascismo no sólo azuza los prejuicios hondamente arraigados en las masas, sino que especula también con los mejores sentimientos de éstas (…) actúa al servicio de los intereses de los imperialistas más agresivos, pero ante las masas se presenta bajo la máscara de defensor de la nación ultrajada y apela al sentimiento nacional herido, como hizo, por ejemplo, el fascismo alemán que arrastró consigo a las masas pequeñoburguesas con la consigna de “¡Contra Versalles!”

O “¡Contra Cuba!” como actualmente demuestran quienes pretender venderse como los mayores admiradores de la venezolanidad y su cultura. En Venezuela estos sectores pequeñoburgueses, o de “clase media”, creen que el país ha sido secuestrado por los cubanos, en una demostración totalmente de ignorancia debida de parte de sus miembros. No logran comprender la diferencia entre la cooperación internacionalista entre los pueblos que promueve el socialismo, de una real penetración de una gran industria cultural como es la estadounidense y su American way of life en nuestro continente.

Pero ¿Qué elementos han constituido la idea hegemónica de venezolanidad?

Este es un aspecto que merece una profundización que podría, incluso, generar un extenso libro de disertaciones y reflexiones sobre la construcción cultural hegemónica y burguesa de la venezolanidad. Pero simplemente daré un breve repaso de dichos elementos y categorías que nos permitirán discernir sobre lo que realmente es la Patria y lo que es la defensa integral de nuestro país de forma soberana y realmente libre.

Nos podemos hacer una pregunta inicial ¿Cuál es el estilo de vida de la burguesía y la pequeña burguesía en Venezuela? Desde el comienzo de la explotación petrolera en Venezuela, entre finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX, comenzó simultáneamente el ingreso a nuestro territorio de grandes trust petroleros europeos y estadounidenses. Esta situación generó también la inmigración de grandes masas profesionales y obreras de dichas regiones del mundo que se establecieron en Venezuela en un primer momento. Sin duda, al poseer el poder económico y el control sobre las fuentes de empleo, esta burguesía extranjera comenzó a reproducir su estilo de vida, su cultura, su idiosincrasia y su forma de ver el mundo.

Este proceso de transculturización, arraigó en las posteriores generaciones el llamado Sueño Americano. Cabe recordar de forma incisiva la forma en que la base material condiciona el modo de vida de la gente, y su conciencia. Esta forma de conciencia alienada, promueve la idea del éxito individual, como la superación económica de un estado inicial a otro en un período de tiempo determinado. Los indicadores de dicho éxito se fundamentan en los principios y valores de una sociedad tradicionalmente conservadora, a saber: la formación de una familia, la adquisición de una vivienda, vehículo y bienes materiales en general. Todo bajo la idea de la igualdad de oportunidades que, en la real práctica, no se traduce en una igualdad de condiciones.

Además, este modelo de sociedad (cuya base es el Modo de Producción Capitalista) plantea el éxito a través de una cultura de la competencia. “Mi éxito conlleva tu fracaso”. Por tanto, se parte de la idea de que las desigualdades sociales no son producto de una apropiación del trabajo a través de la plusvalía ni la acumulación de capital que esto genera. La desigualdad la explican desde el enfoque competitivo, quedando en las potencialidades de los individuos su ascenso y simple destierro de la fiesta del capital. Eso ha permitido que, en Venezuela, se lleve a un segundo plano la verdad sobre la apropiación en pocas manos de la renta petrolera internacional, relegando a los amplios sectores marginales a la simple idea de que son fracasados de sus propias limitaciones (el venezolano es flojo por naturaleza).

Así, y reforzado por los mal llamados medios de comunicación (reales medios de propaganda de la burguesía), se ha creado una idea de la venezolanidad influenciada de forma determinante por el sueño americano. Venezuela es, entonces, ese paraíso petrolero de las oportunidades, un país rico donde los más aptos y quienes sepan sacar mejor provecho triunfarán. La Venezuela del burgués, la del buen bar los fines de semana, la del dominó mientras se toma una buena cerveza y un buen whisky, donde se exalta la cultura venezolana desde una perspectiva elitesca (existencia del Rest Rucio Moro, o locales de comida criolla suyos precios sólo le permiten disfrutarlo a los de mayor ingreso).

De igual forma la Venezuela turística. Siempre se nos ha enseñado a amar nuestro país, sus bellezas naturales, a conocerlo antes de conocer el extranjero. Pero la realidad siempre fue chocante, el turismo se creó para que los disfrutaran los extranjeros o los venezolanos con mayor poder adquisitivo (Los Roques, Canaima, Gran Sabana, etc) o los de ingresos medio a través de fuertes sacrificios materiales en lo monetario.

Venezuela, esta Tierra sin culpa como dice la canción de Alí Primera: “hay que conocer mi canto para hablar de Venezuela, porque al verlos te dirá como me duele mi tierra, tierra de rancho ajeno, de niño pobre, pata en el suelo”. Y es precisamente esto, lo que la burguesía siempre ha ignorado, la Venezuela pobre, la de los techos de cartón, la del obrero que día a día se traga el humo en la fábrica, el que madruga, hace cola, pierde valioso tiempo de su vida para entregar a su patrón su fuerza de trabajo, para que éste viva mejor. Los que denominan “resentidos” y tuvieron voz desde la llegada de Chávez al poder, sin desmeritar las luchas histórica de tantos próceres de la izquierda venezolana.

La Venezuela bochinche, esa que todos quieren súper explotar, la de la “bonanza petrolera”. Esa es la Venezuela que aman los queridos demagogos fascistas de la oposición. Una Venezuela que devuelva a los trabajadores al lugar donde, según ellos consideran, nunca debieron salir, de la oscuridad. La Venezuela de la satisfacción de sus necesidades individuales, en la que los supermercados estaban llenos para que la minoría de mayor poder adquisitivo sólo tuviera acceso.

En contraposición, debemos promover y construir una verdadera venezolanidad, una verdadera patria. Y eso lo tenemos plasmado como el primer objetivo histórico del Plan Nacional de la Patria, que dice que debemos “defender, expandir y consolidar el bien más preciado que hemos reconquistado después de 200 años: la Independencia Nacional”. Esto se logra, y vuelvo a citar el Plan de la Patria con “el pleno desarrollo de nuestras capacidades científico técnicas, creando las condiciones para el desarrollo de un modelo innovador, transformador y dinámico, orientado al aprovechamiento de las potencialidades y capacidades nacionales, así como la necesidad de afianzar la identidad nacional y nuestroamericana, partiendo del principio bolivariano de que La Patria es América.”

La verdadera venezolanidad ha de edificarse de la mano de la liberación de la clase trabajadora de su estado de esclavitud y alienación asalariada respecto al capital. Lo dijo Fidel poco después del triunfo de la Revolución cubana que “patria es libertad”, por tanto, nuestra patria es nuestra libertad, y la libertad sólo es posible en socialismo. Pero para lograr el socialismo, debemos superar el carácter rentístico de nuestra economía, que nos permita desarrollar nuestras fuerzas productivas y potencialidades, determinando así, la transformación de nuestra conciencia como venezolanos.

Amar a Venezuela no es un cliché demagógico de la pequeña burguesía. Realmente, amar a Venezuela es trabajar día a día pensando en cómo contribuimos a la transformación de realidades. Amar a Venezuela es sentir amor y compromiso con cada trabajador y trabajadora del país, luchar por un sistema educativo realmente inclusivo, que realmente eduque, que nos forme como seres con una consciencia libre y crítica.

Amar a Venezuela es promover un sistema de salud realmente para todos y todas, ser críticos ante las fallas y propositivos ante las posibles soluciones. Amar a Venezuela es realmente tener la capacidad de apoyar al que está al lado, a darle la formación que le permita desarrollarse como individuo, como colectivo, de forma cooperativa y solidaria.

Amar a Venezuela es endurecer el esfuerzo en los períodos de crisis, que vienen y vendrán, cerrando filas como masa trabajadora unida. Ser venezolano es trabajar por desarrollar las fuerzas productivas, por generar las condiciones materiales objetivas para que nos desarrollemos de forma masiva en transición hacia el socialismo.

La Venezuela que no queremos es aquella que privilegia sólo a las capas altas y medias de la sociedad, esa que discrimina al pobre por su condición material, esa que disfruta de los encantos turísticos con el fin de emborracharse y destruir todo a su paso.

Una Venezuela para todos es una patria sin clases sociales, sin miserables rodeando los grandes centros de desarrollo económicos de la nación. La patria no se mide por papel higiénico, un teléfono celular o un plato de sushi. La patria, la verdadera libertad, no se negocia.

En los tiempos que están por venir, los perros ladrarán más fuertes en señal de que avanzamos y, como el Che, seguiremos sintiendo el costillar de rocinante para tener una patria libre, soberana, y una América libre y unida. En estos tiempos sentiremos más fuerte el ataque del fascismo; de las alianzas económicas con el imperialismo. Tratarán de ahogarnos económicamente, que los productos básicos escaseen, que sigamos haciendo colas, la violencia en las calles para que nuestras psiquis se vean afectadas, los atentados terroristas, las guarimbas, el bombardeo de propaganda mediática.

Vivimos una verdadera agudización de las contradicciones en el marco de la lucha de clases. La renta es enorme, la sed de petróleo del imperialismo en su lucha contra el ascenso de economías emergentes, más enorme aún. Se visualiza un horizonte de radicalización de las exigencias de la clase obrera. Si el Gobierno decide ejecutarlas, la radicalización de la burguesía podría llegar a terrenos incluso de insurrección y posterior conflicto armado de largo alcance. Amar a Venezuela es defenderla bajo las más elevadas formas de lucha, y para eso los revolucionarios debemos estar preparados. Como bien lo dijo el Comandante en su discurso de despedida el 8 de diciembre de 2012

“No faltarán los que traten de aprovechar coyunturas difíciles para mantener ese empeño de la restauración del capitalismo, del neoliberalismo, para acabar con la Patria. No, no podrán, ante esta circunstancia de nuevas dificultades –del tamaño que fueren- la respuesta de todas de todos los patriotas, los revolucionarios, los que sentimos a la Patria hasta en las vísceras, como diría Augusto Mijares, es UNIDAD, LUCHA, BATALLA Y VICTORIA.

Las cartas están echadas. Nuestro fin es el socialismo. Como dijera Fidel en su autodefensa ante el ataque al Cuartel Moncada el 26 de Julio de 1953, “condenadme…la historia me absolverá”. La razón está en quienes defendemos las causas justas.

Ahora más que nunca

Siempre Patria o Muerte

Venceremos

Twitter: @ElComunista1985

Correo: carlosgrillet@gmail.com

 



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Carlos Grillet

Licenciado en Trabajo Social y estudiante de economía (UCV), Guevarista leal a la Revolución Bolivariana, la música y la lectura, más que una pasión, la vida.

 carlosgrillet@gmail.com      @carlosgrillet_

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