Hemos venido insistiendo desde nuestra “ONG Por Una Democracia Global” en la necesidad de que las instituciones multi-regionales y multi-laterales modifiquen sus estructuras para afrontar exitosamente, no sólo los inmensos problemas que en la actualidad afectan a la humanidad, sino, y aún más importantes, los que se avizoran en el futuro.
Lamentablemente, las naciones que, de alguna manera, asumieron el liderazgo mundial no están a la altura de estos compromisos, ya que ven al mundo con una mirada retrógrada, heredada de unos tiempos imperiales que no volverán.
El último episodio en esa conducta torpe que está llevando a esos países al abismo, lo protagonizó Estados Unidos, al negarle la visa al séquito de seguridad y de salud de nuestro Presidente Hugo Chávez, para asistir a la sexagésima cumbre de las Naciones Unidas, en un desesperado intento por impedir que exponga sus criticas y propuestas en ese foro mundial.
Pero bien bueno que eso ocurrió, porque nos obliga a reflexionar acerca de la conveniencia de que este organismo tenga su sede en el territorio de una gran potencia. Ha llegado la hora que los países pobres, que son la inmensa mayoría del planeta, dejen de tener esa actitud reactiva, de respuesta tardía ante las situaciones y asuman una conducta pro-activa, con propuestas y acciones que permitan modificar esos organismos, para que respondan a los desafíos de los nuevos tiempos.
Es en ese sentido que nuestra ONG ha propuesto la configuración de un nuevo Consejo Directivo de la ONU, que sustituya a ese anacrónico Consejo de Seguridad, en el cual se elimine el antidemocrático derecho al veto derecho al veto o de lo contrario en caso de que éste persista, que estén representadas todas las regiones del planeta con este derecho, lo que permitiría el equilibrio necesario para que se dedique fundamentalmente a enfrentar los grandes desafíos que tenemos por delante los seres humanos, como la pobreza, el desarrollo, el narcotráfico, el SIDA, la destrucción de la atmósfera, etc.
Similares cambios debemos impulsar en nuestra región. No es posible que exista una OEA que tenga su sede en Washington, que su idioma oficial sea el inglés, cuando este no es el idioma que hablamos la inmensa mayoría de los americanos, y que su agenda de trabajo sea fijada por el imperio en decadencia del norte.
Hemos propuesto que ese Departamento de Colonias, como una vez la llamó Fidel, sea sustituido por un organismo que agrupe exclusivamente a los países latinoamericanos y del Caribe, con sede en la región, con el uso del Español como su lengua oficial, y con una agenda de trabajo que se enfoque en la problemática de nuestros pueblos.
La realidad impone que se camine decididamente en ese sentido, y se abandone esa política de retórica vacía que ha prevalecido en estos últimos cincuenta años, en ese cuarto republicanismo continental que hemos padecido.
Es hora de darle a la palabra democracia su verdadera dimensión.
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