1. Haber, explícame, ¿cómo a un luchador radicalote como Marcos, que ha puesto en riesgo su vida y se ha roto el lomo junto con los indígenas, se le puede pedir que le baje un poco a su críticas contra el candidato de centro-izquierda López Obrador?, le preguntaba con cierto coraje el joven Arturo al viejo Adán en un pequeño café meridano. Los tres somos muy amigos, pero esta vez tuve que permanecer en silencio mientras los dos discutían acaloradamente. Arturo es un estudioso y cuestionador de todo, pero siempre ha estado abierto a comprender los argumentos. Adán, aunque lleva alrededor de cuatro décadas y media metido en la actividad y la reflexión políticas, en los últimos años –según ha comentado- es un activista escéptico que no puede esconder su pesimismo. Me ha dicho que en reuniones amplias prefiere no opinar para no desanimar a la gente.
2. Seguramente en los cafés de todo el país, entre la gente de izquierda, no se deja de discutir alrededor de las diferencias entre López Obrador y Marcos porque pueden definir una estrategia y una táctica políticas para el futuro. Las posiciones extremas al parecer son: 1. No hacerle caso a las críticas malintencionadas e inexplicables del dirigente del EZLN y 2. López Obrador es lo mismo que el PRI y el PAN, un neoliberal. Según he podido leer casi nadie se mueve fuera de esas posiciones extremas porque, según dicen, López Obrador ha conformado su equipo de campaña con ex priístas de alto nivel ligados al salinismo, además de dirigentes corruptos del PRD, y Marcos, aislado en la selva, sin ver la ciudad, sigue manejando posiciones extremas porque no quiere entender la realidad. López Obrador no ha respondido, pero muchos “intelectuales” han criticado a Marcos.
3. Y por ahí se centraba la discusión. Arturo decía: mira cabrón, tú eres un radicalote que nunca has votado, que no militas en partido alguno, que te valen las formas, ¿explícame cómo carajos piensan algunas personas que Marcos debe bajarle un poco a su crítica hasta el día de las elecciones y el posible triunfo electoral de López Obrador? ¿Debe firmarse una tregua? No, escucha, interrumpió el viejo Adán: la izquierda radicalizada honesta siempre ha luchado por un país sin explotación, con justicia, con derechos y obligaciones igual para todos. Quiere un gobierno autogestivo, horizontal, exactamente diferente al que desde siempre han impuesto los empresarios, el clero, el panismo y el priísmo con la protección del gobierno yanki. En la mayoría de los objetivos la izquierda está de acuerdo, pero la división está en cómo luchamos por ellos y cuáles son las condiciones para alcanzarlos.
4. Debe entenderse que la izquierda es muy amplia y ha cambiado al mismo ritmo del desarrollo de las sociedades y sus movimientos políticos. Los extremos son, por un lado, la ultraizquierda y, por otro, la izquierda negociadora; unos son apasionados y otros más reflexivos y calculadores. Algunos más comprometidos con la lucha social, otros más analistas que ven las cosas desde fuera. La mayoría (con raras excepciones) de la izquierda que luchó contra el poder en los sesenta y setenta, ahora está en el poder o sueña ocuparlo. La nueva izquierda de hoy es distinta: es joven, libertaria, anarquista, enemiga del supremo poder y de cualquier organización centralizada. Por ser antipoder se organiza poco, cuestiona todo, pero está dispuesta a colectivizar el trabajo con una dirección rotativa. Los viejos tenemos la obligación de aprender y echar por la borde nuestros prejuicios.
5. Mira -abundó el viejo- con la gloriosa excepción de Hugo Chávez en Venezuela, hasta hoy no se conoce un gobierno que haya salido triunfante en un proceso electoral y que haya trabajado con el pueblo o por un socialismo. A Allende se lo jodieron y a Lula, Kirchner, Lagos, Tabaré -todos autoproclamados de centro izquierda- están al servicio de la burguesía y el imperialismo, o colocados en la “cuerda floja”, contra la pared. De López Obrador se escuchan discursos sobresalientes, con contenidos de centro izquierda y se le conocen actos de gobierno en el DF más o menos correctos, aunque obviamente pudo hacer más. La crítica más fuerte contra AMLO es por los personajes en los que hace descansar su campaña y le trazan las estrategias políticas; son los mismos que lo llevan a compromisos con más empresarios y reconocidos enemigos de los trabajadores.
6. Hay muchas posibilidades que el gobierno de López Obrador –si le gana a los súper corruptos candidatos presidenciales del PAN y del PRI- pueda ser parecido al del brasileño Lula Da Silva que, además de contar con un partido corrupto, ha desarrollado una política neoliberal asociándose con los grupos financieros internacionales. Sin embargo, como algunos analistas han preguntado en las últimas semanas: ¿Tiene la disidencia brasileña –que es muy poderosa- la suficiente fuerza para imponer a un gobierno menos malo que el de Lula o que evite que suba uno peor que termine destruyendo a la oposición de izquierda? Marcos tiene la razón absoluta en sus críticas contra los asesinos y corruptos priístas y panistas, también en la enorme corrupción que ha denunciado en el PRD, pero la bronca ya no es qué, sino cómo podemos derrotar a la derecha real y a la clase social que los sustenta.
7. Arturo, al fin joven crítico, sólo escuchaba sin asentir; en el fondo los dos amigos coincidían en que es necesario crear un fuerte movimiento de masas independiente entre los indígenas, campesinos, obreros, empleados, trabajadores explotados y oprimidos, que conforman por lo menos el 60 por ciento de la población del campo y de la ciudad. Una poderosa organización autogestiva en todo el país con capacidad para exigir a cualquier gobernante que obedezca al pueblo. Pero la bronca está en el cómo, en la búsqueda del camino más adecuado para convertirse en una verdadera fuerza de masas. Se decía: si las elecciones están presentes y hay posibilidades que se elija a un gobierno menos malo, menos represivo, que no le haga caso a los aullidos de la derecha que siempre exige represión contra las luchas del pueblo, ¿acaso, no nos debe importar quienes sean?
8. Coincidieron los dos amigos en que la gran mayoría de los intelectuales y políticos actúan, escriben y hablan para beneficio propio y que sólo se puede confiar en quienes sufren directamente las broncas y están comprometidos en la lucha. Estuvieron de acuerdo en que el enemigo principal real está fuera de la izquierda honesta y de la clase trabajadora, y que ahora lo importante es construir una estrategia para crear un movimiento independiente poderoso que obligue a cualquier gobierno a obedecer el mandato del pueblo. Que hay que negociar con grupos y grandes organizaciones sociales, pero hay que tener cuidado porque “no todo lo que brilla es oro”; pero sobre todo en que hay que evitar las “vanguardias”, los líderes preclaros y los autodenominados “representantes” de organizaciones de masas para construir desde abajo y recuperar la confianza. Esperar.