En artículo anterior comenté el cinismo imperante en el documento preliminar de la IV Cumbre de las Américas; hoy quiero referirme a una pequeña fisura que, si las cosas avanzan por donde los pueblos marcan, puede convertirse en una verdadera grieta. Casi de soslayo y con el numeral 30 (de 34) el documento dice: “Apoyaremos los trabajos de la OEA en la elaboración de la Carta Social de las Américas…” Como sería de esperarse, el Gobierno de Venezuela (ese que preside el revoltoso Chávez) tenía que meter su cuchara y meter ruido en la alegre sinfonía plutocrático-empresarial de la Cumbre ¡Que incongruencia! ¡Convidar a los pobres al festín de los ricos! Populista como es, el tal Chávez se le ocurrió convocar a la formulación de la Carta Social de las Américas, ofreciendo un documento base de discusión que incorpora la mayoría de los reclamos de las corrientes que postulan el OTRO MUNDO POSIBLE y restituye a los estados nacionales, hoy en extinción, el papel de garantes comprometidos de la procuración del desarrollo con justicia.
La Carta Social propuesta parte de la consideración de que la pobreza, la inequidad y la exclusión social en el hemisferio han alcanzado niveles sin precedentes, afectando al desarrollo y al sostenimiento de nuestros países, lo que a su vez se ha traducido en incremento en los niveles de desnutrición, analfabetismo, propagación de enfermedades y, en general, en un deterioro económico, social y moral de nuestras sociedades. Es bajo esta consideración que se postulan derechos a la vida digna, la salud, la educación, el trabajo, la protección social, la vivienda y la familia como derechos sociales fundamentales respecto de los cuales los estados nacionales asumen la responsabilidad de garantizar su plena observancia.
Son también de destacar los postulados en materia de derechos comunitarios que son el soporte de una democracia basada en la participación organizada de las gentes, en el respeto a las identidades y a las formas originales de apropiación de los recursos naturales. En el capítulo de los Derechos Económicos se postula y se toma compromiso para garantizar que el desarrollo implique (no solamente se traduzca) mejoramiento de la calidad de vida de la población. En los Derechos Culturales se privilegia el de la identidad y se combate toda suerte de colonialismo, sea interno o externo; enfatiza sobre el derecho a la información anteponiendo el interés de los pueblos a cualquier otro derecho de los medios masivos de comunicación. Concluye el documento con el más amplio reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas.
Lo mejor de la Carta Social de las Américas será su muy efímera vigencia una vez que sea aprobada por los presidentes y jefes de gobierno. En efecto, la aprobación de estos compromisos no será factible sino cuando el imperio haya eliminado y esto, a su vez, sólo será posible cuando los pueblos de América tomen el poder, en cuyo caso la Carta saldrá sobrando.
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