Los nuevos tiempos se cubrirán con largos períodos de absoluta negación de todo aquello que signifique revolución, izquierda y socialismo.
Dolorosamente se impondrá un extremismo conservador y riesgosamente sacramental. Todo el avance que se pudo lograr en la formación de un venezolano apto para vivir y convivir en una sociedad democrática, justa y libre, en las décadas pasadas, se ha dejado a un lado por la imposición de un pensamiento único que el actual régimen busca implantar, de manera autoritaria, con leyes, normativos y disposiciones que se contradicen con la Constitución Nacional.
En los comentarios que hacen los ciudadanos en sus sitios de confluencia tradicional: el mercado, supermercado, abasto, sitios de recreación, entre otros, se percibe cansancio, agotamiento y desgaste entre quienes defienden o se oponen a este régimen. Paulatinamente se sienten las coincidencias de una sociedad harta de tanta hablachentería de líderes y dirigentes, de ambos bandos, quienes parecen estar más concentrados en defender sus puestos de primera línea en la pantalla y el micrófono, que en la defensa real, verdadera y concreta, de las brutales realidades que hora a hora debemos enfrentar los venezolanos. Ya se olvidaron los reclamos de las últimas elecciones y la gravedad de lo escuchado en boca de Mario Silva, por un nuevo llamado a organizarse para las elecciones de diciembre.
-¡Demasiada precaución y cordura muestran los dirigentes opositores frente al régimen! dicen quienes esperan cambios y decisiones a las promesas de defender y esclarecer lo que sucedió en las elecciones del 14-A; mientras que por el lado oficialista los defensores del régimen esperan que sus dirigentes cumplan las cientos de promesas, como la construcción de viviendas, la reapertura de la mayoría de sus centros de salud integrales, y mejoras en la red Mercal, entre otros.
En las penurias que sufre la sociedad venezolana va encontrando solidaridad, como en la aberrante criminalidad, la espeluznante violencia que encuentra por igual a opositores y oficialistas en los destartalados hospitales, morgues y cementerios. Desde esas realidades se ha estado forjando una nueva solidaridad entre uno y otro bando, que ha ido progresivamente fortaleciéndose y tiene en la actualidad un mismo rostro: el venezolano de siempre que no termina de encontrar líderes que de manera concreta, real y verdadera, demuestren que tienen agallas y capacidad política y gerencial para enfrentar esta ola gigantesca de podredumbre, con sabor a narcotráfico, donde está la totalidad del Estado y sus instituciones.
Con absoluta seguridad debo afirmar que no existe una sociedad polarizada. Por el contrario, los ciudadanos cada vez estamos solidariamente más cohesionados frente a las penurias que cada día debemos enfrentar: escasez alimentaria, robo, criminalidad, inseguridad personal, sanitaria, educativa, financiera. En esas realidades los venezolanos nos vemos las caras y nos sabemos hermanados y acompañados.
A estas alturas de las circunstancias políticas y deterioro del Estado, no nos interesa saber si será en revolución, en socialismo, en democracia, en fascismo, en monarquía o cualquier otro “ismo” donde alcanzaremos esa tan anhelada felicidad y seguridad personal y colectiva. Tan solo deseamos dormir en paz, en tranquilidad, sabiendo que contamos con nuestro sueldo de la quincena que nos alcanza para comprar lo que necesitamos. Ahorrar, y saber que el compadre y los demás vecinos y amigos estén bien.
Acaso es mucho pedir a los políticos ese esfuerzo. Acaso los políticos no son funcionarios, comenzando por el presidente de la república, a quienes les financiamos sus puestos y sueldos, para que nos protejan y cumplan sus funciones.
Será acaso demasiada exigencia solicitarle al señor alcalde que cumpla con sus funciones y mantenga el aseo urbano, el ornato y la seguridad policial en su municipio, como se pauta en las ordenanzas municipales.
Intento llegar al mínimo pensamiento, a lo más elemental y ponerme en las neuronas de estos señores políticos para conocer si es demasiado esfuerzo cumplir con actividades, como las indicadas anteriormente. Pero no alcanzo a saber qué hacen en verdad los políticos en nuestro país, qué tanto hablan o tiempo emplean en reuniones o comisiones.
Por eso, entre otras situaciones incomprensibles, la tendencia en la sociedad venezolana parece estar desplazándose hacia un pensamiento pragmático, concreto, básico de sobrevivencia y solidaridad. En consecuencia, también una manera franca, directa y realista de apostar por quien o quienes le presenten ofertas creíbles frente a sus justos reclamos que les ampare y proteja. Que permita conservarles sus tradiciones, su familia y sus creencias.
Marx y sus trasnochados profetas pueden esperar. Es tiempo de replegarse y conservar lo primario: la vida.
(*) camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis