Los procesos electorales desatan las pasiones más bajas del ser humano. La semana pasada, las ambiciones burocráticas se desbordaron y aparecieron candidatos de toda ralea. Unos, en abierta desobediencia militante y otros, ungidos por un consenso superior. Las imposturas electorales dejaron a un lado la máxima de “irreverencia en la discusión y lealtad en la acción” para blandir la descalificación y la zancadilla como demoledora espada en un debate intrascendente.
No pretendo referirme a los candidatos de la oposición porque comprendo que su designación, inscripción y discurso esgrimido se corresponden con un plan político dirigido a convertir las elecciones municipales en un plebiscito y frenar el proceso de cambios políticos y transformación social para restaurar el agotado modelo neoliberal. Son candidatos de la derecha, en democrática disputa por un cargo burocrático para su beneficio personal. Allí es comprensible el desborde de ambiciones individuales ante el abuso de ese parapeto político llamado MUD. Nuestra respuesta debió ser totalmente distinta en apariencia y esencia.
Como advertimos la semana pasada, estas elecciones adquieren una dimensión estratégica dadas las exigencias del momento histórico y el papel de vanguardia revolucionaria que le corresponde al PSUV como principal fuerza organizada del chavismo. Es imperativo garantizar la unidad del Gran Polo Patriótico ahora y más allá de la alianza electoral, convertirlo en un espacio político para la construcción de una Dirección Colectiva con carácter revolucionario donde se tomen las decisiones políticas que garanticen el avance de la Revolución Bolivariana.
Estas elecciones son muy importantes para dejar espacios estratégicos en manos de gente cuyo quehacer cotidiano solo está vinculado al mundo de la farándula. Por encima de las posibilidades electorales en cada municipio, es necesario pensar en el saldo político y organizativo que permita desarrollar un nuevo liderazgo político y social.
Necesitamos que los candidatos se coloquen a la altura del momento histórico, a la altura del pueblo. Necesitamos que los candidatos comprendan, cabalmente, su responsabilidad ante la población y la necesidad de trascender hacía la consolidación del Poder Popular como gran salto del proyecto Bolivariano.
Ahora bien, la unidad electoral del Gran Polo Patriótico se puede ver amenazada por la actitud irresponsable de aquellos que dieron rienda suelta a sus bajas pasiones y en un desmedido ataque de ambición se convirtieron en candidatos por “iniciativa propia” avalados por la tarjeta de alguna organización política que asume conducta de franquicia comercial que se vende al mejor postor o al único que aparezca en el peor de los casos.
Admitiendo que el esquema de selección utilizado por el PSUV y el Gran Polo Patriótico estuvo signado por los errores de un reiterado centralismo burocrático, debemos asumir con disciplina militante las decisiones y salir a la batalla por una estruendosa victoria (de los candidatos postulados por el Gran Polo Patriótico) que derrote las intenciones plebiscitarias con las cuales la oposición pretende mantener el manido discurso de ilegitimidad del Presidente de la República, Nicolás Maduro.
En el estado Bolívar, el cuadro electoral presenta una oposición totalmente fragmentada. Una implosión electoral destruyó la MUD y surgieron candidatos a granel. Al chavismo, le corresponda unificar los mayores esfuerzos para superar ligeras contradicciones y fortalecer el trabajo por un inobjetable triunfo electoral que se convierta en fervorosa victoria política que, el próximo 8 de diciembre, ofrendaremos al Comandante Chávez.