Los últimos años en materia política relacionados con la llamada quinta república han revelado algo de máxima “praxis” en tal corriente “ideológica”: El enfermizo apoderamiento del poder.
De hecho, resulta severamente cuestionable que se diga que la revolución “llegó” para quedarse no menos de 100 años en dicho poder, pero cómo se cuestionó que los antiguos partidos del status quo, se hubiesen mantenido durante 40 años a expensas del Estado. Se criticó previo a las elecciones de 1998, el cómo había “parlamentarios” con dichos años en el extinto congreso, pero hoy ellos(as) tienen desde la presidencia de la república hasta en cualquier cargo de elección popular la posibilidad de ser “elegidos”(as) perpetuamente; y aunque se diga que dicha decisión fue por carácter refrendario, (con una diferencia de 10% en quienes se opusieron) no es menos cierto que también podría convocarse otro referendo para saber si la población estaría de acuerdo con eliminar tal reelección, así como disminuir el tiempo de período presidencial.
Otra de las causas que llevó al poder a los actuales “benefactores” del pueblo, fue el nepotismo que la cuarta república creó sobre el Estado. No obstante, la quinta república desde los tiempos en que la hoy autodenominada “primera combatiente” (¿por qué no aplicarán “combatienta”?) fue presidente de la Asamblea Nacional, se hizo pública una denigrante contratación de familiares (hermanos, sobrinos, primos, tíos, cuñados, entre otros) que llevó al paroxismo del tráfico de influencias, sin que en otros “poderes” del Estado mediara sobre el abuso que significa ostentar una posición para conseguir privilegios personales.
Del mismo modo, las autoridades del Banco Central de Venezuela (BCV), responsables en la política monetaria del país, y por ende, vinculadas con el alza de precios de los bienes y servicios, parecieran emular a las directivas del BCV que les precedieron; por ejemplo, en 1989, concretamente Miguel “paquetico” Rodríguez, Gerver Torres o Moisés Naim, por citar a los llamados tecnócratas de entonces, nos decían en sendas campañas publicitarias que al haber sido la inflación de 1,7% en diciembre de 1989 está se habría “detenido” (¿se detuvieron los precios?) aunque en dicho año la misma alcanzó el 80%. También deberíamos recordar a la directiva del BCV que en tiempos de Caldera (1994 -1999) hubo ministros de economía quienes nos alentaron el hambre con dos célebres frases: “Vienen tres meses de inflación cero” de Werner Corrales (plan “anti-inflacionario”) y aquella máxima de Petkoff: “Estamos mal, pero vamos bien” (agenda “Venezuela”), cuando en 1996 el llamado Índice de Precios al Consumidor (IPC) llegó al 103%.
Hoy la Presidente del BCV, pese a que se aplican medidas restrictivas para el cálculo de la inflación, como por ejemplo, tomar en cuenta los subsidios parciales de alimentos que otorga el Estado, o un control de precios que en la práctica no existe, nos consuela diciendo que la inflación (anualizada en más de 40%) seguirá “bajando” (¿será que los precios bajan?); aunado con el cinismo del Ministro de Economía, quien nos afirma que los precios “comienzan” a estabilizarse; ambas declaraciones son la prueba de una economía enferma, cuyo petróleo envenenó la conciencia política del país.
Quienes se encuentran en funciones de Estado, les afecta un síndrome de esquizofrenia política, similar al de los responsables que empobrecieron al país entre 1958 y 1998, donde la autocrítica, el olvido, y la ausencia de equilibrio mental para escuchar los reclamos de la gente, fueron parte de su ejercicio político. El pensamiento rojo de quienes llegaron al poder en 1999 se está tropezando en la misma oscuridad. Más temprano que tarde, por ese camino, repetirán la historia.
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