Le trabajé durante tres (3) años a la petrolera estatal llamada
Petroquímica[1], antecesora inmediata de la hoy llamada PDVSA, situada en el
edificio Pampero, Bello Monte, Caracas. Lo hice durante la transición
presidencial de Raúl Leoni hacia Rafael Caldera I. En su administración
reinaba el empirismo técnico ejercido por aquellas personas retiradas[2] de
la compañía petrolera Creole Petroleum C, una de las concesionarias de vieja
data en materia de expoliación energética nacional e internacional
Petroquímica mantenía contratos leoninos con otras muchas empresas
transnacionales estadounidenses y japonesas, entre ellas, la Mitsubishi, y
la firma de "asesoría" financiera Booz Allen & Hamilton (B.A.H), la cual es
protagonista de la una de las anécdotas que hoy nos ocupan. Los
contratistas japoneses eran recibidos a cuerpo de reyes; Petroquímica les
brindaba todas las comodidades logísticas, a pesar de que éramos sus
clientes y no sus proveedores, salvedad hecha de muchos dólares.
Bueno, B.A.H. cobraba religiosamente todas las semanas, nada de quincenas
ni en moneda nacional. La Caja mantenía permanentemente un stock de dólares
para tales efectos: el cheque de esos asesores no mancaba.
Con la ayuda técnica de ese personal administrativo, muy dado a la
todología, el abultamiento de gastos innecesarios, la malversación de fondos
y la corrupción finamente inducidos en todos los movimientos patrimoniales
de Petroquímica, no se hacían esperar. No podía esperarse otra cosa de una
trasnacional que operaba en connivencia capitalista con casi todas las
empresas internacionales burguesas del mundo. A través de las "compañías
anónimas" un mismo burgués puede legalmente ejercer su capitalismo y
paralelamente en variopintas empresas, valga la acotación.
Los movimientos financieros de Petroquímicas estuvieron sujetos, férreamente
sujetos, a una asesoría ofrecida por la citada B. A. H. dirigida a un
personal caracterizado por una pobreza extrema en materia de valores
morales y patrióticos, empíricos formados en la Creole a punta de cursillos
y cursillitos de fin de semana, que venían entrenados por una empresa
extranjera e imperialista interesada en que su personal de mediano rango
aprendiera todas las marramuncias de la Contabilidad Burguesa, dirigida,
decimos, a un personal directivo y gerencial, pitiyanqui por excelencia,
con mucho ensayo y error, errores con cargo a costes falsos que
perfectamente les servían a la compañía concesionaria para minimizar el
monto tributario nacional incidente en la reducción de las ganancias
declaradas. Sin embargo y desvergonzadamente, esos cursos y asesorías afines
han sido vendidas como conocimientos de punta por el sólo hecho de ser, por
ejemplo, "MADE IN USA", o soportados por los pensa de estudio de connotadas
y aburguesadas universidades y academias del mundo eurooccidental y
norteamericano.
Les cuento: en una oportunidad, con el arribo de un nuevo presidente de
Petroquímica-tiempos del "Tablazo", tiempos de Rafael Caldera I-se hizo
necesario el cambio de las firmas bancarias. Esta empresa mantenía activas
unas 26 ctas/ctes., si mal no recuerdo, entre nacionales y extranjeras. Por
supuesto, B.A.H. se encargó de la nueva configuración de firmas mancomunadas
que cruzarían toda la cadena directiva desde la Tesorería hasta la
Presidencia.
Cuando el juego de firmas propuesto por B.A.H llegó a manos del tesorero
para su conocimiento y fines consiguientes, este lo sometió a mis posibles
observaciones; es lo que acostumbra hacer un buen profesional; los piratas
suelen no consultar con nadie, salvo con otros piratas, por aquello de que
"los burros se buscan pa'rascase". De resultas, observamos que para los
cheques desde cierto monto hacia abajo ya no era necesaria la firma del
presidente de Petroquímica. Esto nos pareció una omisión garrafal, una
demostración de insuficiencia profesional con cargo a la piratería de esta
compañía asesora-B.A.H. Estábamos muy lejos todavía de suponer que
semejantes yerros eran deliberadamente introducidos y cometidos para que la
corrupción fluyera y quedara a invisible para la presidencia.
Bajo el régimen de este mismo presidente de Petroquímica, la directiva tomó
la decisión de hacer un Concurso de pintura. Abarcó a profesionales con
diversos grados de experiencia y connotoriedad, (Eulalio Toledo Tovar[3],
entre otros). Resultaron premiados 12 pintores, cuatro ternas que fueron
recogidas en el almanaque de ese próximo año.
Ya transcurrida buena parte del mes de enero, le pregunté a mi supervisor
si no nos obsequiarían un ejemplar. Supimos que tenían prioridad los
financistas y demás proveedores y algunos clientes de Petroquímica. Pasaron
unos tres meses y un día que me tocó bajar al sótano del edificio, para mi
sorpresa hallé una montaña de almanaques de más de 1m cúbico, todos vírgenes
y en pleno proceso de deterioro.
Otra anécdota burocrática de la 4ta. República: Comenzaba a trabajar en la
Universidad, entonces noviembre. Llegó la Navidad y procedí según mis
hábitos: les dejé sendas tarjetas navideñas a mis colegas y compañeros de
trabajo con quienes en el corto tiempo transcurrido habíamos hechos buenas
migas. Las encomendé a la Dirección académica para que se las hiciera llegar
a los respectivos destinatarios.
Cuando regresé en enero, para mi sorpresa, justo en una curva de la calle
interior de la Universidad, cuando reduje la velocidad con pesar pude
observar en el suelo algo que me era familiar: Efectivamente, eran las
tarjeticas navideñas que yo había depositado en un personal académico que
resultó más incivilizado que gente con menor grado académico. Y hay más: Un
día amanecí quebrantado de salud. Llamé por teléfono a mi Jefe de
Departamento para notificarle las razones de mi ausencia y pedirle que le
hiciera llegar esa información a mis alumnos a fin de que quedaran
liberados para otros menesteres estudiantiles. La respuesta de este jefesote
y "pedagogo" fue que procurara regresar pronto porque las cosas no andaban
muy bien por allá. Los alumnos no recibieron mensaje alguno.
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[1] Por cierto: Esos tres (3) años de trabajo ininterrumpidos no me fueron
imputado por la Administración de la Universidad en la relación de
acreencias de Fideicomiso y Prestaciones Sociales, a los efectos de mi
jubilación, por falta del comprobante de terminación de trabajo.
[2] La expulsión de estas personas en la administración de la empresa
privada se explica y justifica porque cada cargo se halla en una vibrante
cadena funcional donde cada eslabón debe dar de sí todo lo necesario
técnicamente para ascender al cargo inmediato superior. Como cada miembro de
esas cadenas espera vacante para llenarla y ascender en su carrera hasta la
misma presidencia de la empresa, aunque haya empezado desde un simple
auxiliar, aquellos funcionarios que no den más se convierten en obstáculos
para quienes se hallan por debajo de él, y consecuencialmente debe salir del
juego. No es como el mendaz "Peter"-principio del mismo nombre- aconseja:
que cada quien termina alcanzando su nivel de mediocridad o de
incompetencia, y allí se anida; esto sólo se dio en la Administración
Pública irresponsable que caracterizó, por ejemplo, la de la 4ta. República
venezolana.
[3] Eulalio Toledo Tovar, afamado pintor y profesor, manejó el género del
puntillismo, entre otros, y se le recordará por sus numerosos murales sitos
en Valencia, Venezuela. Uno de los más notables fue aquel que recogía la
historia económica del país desde la época precolombina hasta bien entrada
la farsa burocrática y rentística de la industrialización filopetrolera. Ese
mural adornaba la mezanina del antiguo Banco de Venezuela,-mismo lugar
actual- mural que fue derribado a martillazo limpio durante la administración de Luis Herrera, al igual que fue dañado el Teatro Municipal de data Guzmancista, que se caracterizó por su extraordinaria acústica. Cayó
en manos irresponsables y piratas, por aquello del contrato público pagado a
precio de oro y realizado a precio de gallina derivado de las comisiones de
esa larga cadena de intermediarios, de contratistas y subcontratistas al
mejor estilo feudal de siglos atrás.