Los actores políticos poco dejan al azar; pues sus acciones suponen mapas trazados de acuerdo con fundamentos éticos, estrategias y objetivos desplegados con mayor o menor racionalidad y precisión temporal. Cada movimiento, cada táctica accionada sobre el escenario tiene sentido en relación a ese mapa, cuyo fin último es alcanzar y detentar el poder; que a veces es difuso como una cualidad y otras tangible como un curso de acción concreto. Poder cuyo derrotero sin embargo es diametralmente opuesto, dependiendo de los valores y principios éticos profesados y las posiciones ideológicas sostenidas por los actores. Hay unos que lo persiguen como instrumento para el usufructo de una minoría y en representación enajenada de la mayoría. Otros se colocan al lado de aquella y detentando el poder como su vocero persiguen transformar la realidad sobre el principio de la justicia social. En el primer sentido es ética basada en supuestos utilitaristas que se remontan al liberalismo clásico; en el segundo, es ética socialista con sus variantes; la mas reciente, el socialismo bolivariano.
En el ajedrez político venezolano de estos últimos años, los sectores de oposición han visto recambios y acomodos de jugadores que han pasado de primera a segunda fila y al banco de descanso. Vale recordar entre otras, las figuras de Carlos Ortega, otrora hombre fuerte del sindicalismo, hoy fugado de la justicia venezolana; Pedro Carmona Estanga, encumbrado representante de la cúpula empresarial y golpista, también con los pies en polvorosa; Juan Fernández abanderado de toda aquella Gente del Petróleo de actitud arrogante; y también de Enrique Mendoza, ex - gobernador de Miranda. Hoy en su lugar, se presentan las figuras de Capriles Radonsky, Maria Corina Machado o Julio Borges como liderazgo de la derecha vestidos de paladines de la democracia.
También ha habido una elaboración mas compleja de las estrategias implementadas y un aumento ingente de las apuestas colocadas sobre la mesa con el propósito de lograr un único objetivo, defenestrar el proyecto bolivariano y socialista a como dé lugar. Esto sin importar que puedan estar reñidas las con las reglas e institucionalidad de la democracia. Brevemente recordemos, la estrategia del golpe de estado promotora de la intervención extranjera con todo y paramilitares; seguida del sabotaje petrolero y el paro patronal que tanto daño causó a la nación en aquél momento. De aquellos turbulentos años que van de 2002 al 2004 se ha pasado a formas combinadas de saboteo económico, campañas mediáticas y hasta giras internacionales para deslegitimar las instituciones democráticas venezolanas.
Al mismo tiempo, en forma oportunista se toma la mayor ventaja posible en los espacios de participación democrática. Por ello, si bien se denuncia un supuesto fraude electoral con la confabulación del Consejo Nacional Electoral en las pasadas elecciones presidenciales; rápidamente recomponen el juego e inscriben sus candidaturas en las elecciones municipales venideras para ganar espacios locales y preparar las próximas jugadas, sea el globo de ensayo de la convocatoria a una constituyente o el referéndum revocatorio presidencial.
Poco importan la ética y las reglas que deben observarse en democracia, es mucho pedir, cuando intensifican la estrategia desestabilizadora fortaleciendo alianzas con gobiernos, sectores y personajes de la derecha internacional, abiertamente contrarios al proceso bolivariano con el objetivo de implementar un movimiento de pinzas envolvente, en el cual se combinan la lucha doméstica desplegada por la MUD y la presión internacional con los Estados Unidos a la cabeza, secundado por gobiernos europeos y latinoamericanos de derecha. Allí encaja como pieza del rompecabezas la figura del ex - presidente colombiano Alvaro Uribe, furibundo antichavista y enemigo jurado del proceso bolivariano.
El más reciente giro de la estrategia que se despliega simultáneamente en varios frentes ha sido el desquiciado plan de magnicidio contra el Presidente Nicolás Maduro, afortunadamente descubierto gracias a la inteligencia de nuestros cuerpos de seguridad y los errores de los perpetradores, cuyas conexiones internacionales alcanzan a la canalla anti-castrista y grupos venezolanos radicados en el extranjero.
En algún lado de todo este tinglado hay un cerebro, el cual no cuesta mucho adivinar donde está, que tiene la visión del trazado conjunto del mapa, una visión del bosque; en tanto la derecha criolla al igual que los dedos de la mano hace las veces de ejecutantes cuya mirada se limita a la rama del árbol. Hoy por hoy, las giras de Capriles Radonsky no sólo persiguen crear un frente de presión internacional de derecha sobre el gobierno bolivariano, sino reagrupar y fortalecer una ofensiva como bloque de los sectores de derecha a escala regional que haga frente común al ascenso de los movimientos populares y los gobiernos progresistas, particularmente en Ecuador, Bolivia, Nicaragua y por supuesto Venezuela. El lema es uno, revertir y frenar el efecto de posible contaminación popular que los ejemplos de la revolución bolivariana, la revolución ciudadana o la revolución boliviana con sus raíces de pueblos originarios pudieran introducir en otras latitudes.
En la óptica de la derecha latinoamericana todas esas expresiones de socialismo, llamadas por algunos como la nueva izquierda deben terminar de una vez por todas. La lucha contra todo lo que huela a izquierda pareciera seguir una lógica, debe proyectarse a escala regional y coordinarse en cada terreno nacional, explotando las espacios que abre el juego democrático para desestabilizar los procesos iniciados. Esa es la jugada que debe descifrarse en las giras internacionales emprendidas por Capriles Radonsky
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