La conmemoración de los 40 años del golpe militar contra el gobierno constitucional y democrático del Presidente Salvador Allende, nos obliga a revisar con profundo sentido crítico ese acontecimiento que bañó de sangre al pueblo chileno y lo sometió durante años a la feroz dictadura fascista encabezada por el criminal Augusto Pinochet.
Desde el mismo momento en que el presidente Allende asume el poder, el hermano país austral fue sometido a una pertinaz campaña desestabilizadora que culmina con el derrocamiento del gobierno socialista el 11 de setiembre de 1973. El saldo es por demás conocido: miles de desaparecidos, asesinados, encarcelados y exiliados. Los chilenos se regaron por medio mundo ante la represión brutal que desataron los golpistas.
El alto sentido democrático, de participación popular y redención de los excluidos fue suficiente motivo para que el gobierno de los Estados Unidos, a través de la CIA y sus adláteres chilenos, se afincara en la aplicación de una agenda conspirativa que se fundamentó en campañas desinformativas de los medios de comunicación social. Siendo su principal soporte el tristemente célebre diario El Mercurio que, curiosamente, encuentra a sus hermanos gemelos en cada país que el gobierno yanqui aplica su recetario para tumbar democracias.
La conmemoración de este nuevo aniversario del golpe fascista, contra el gobierno del presidente Allende, encuentra a la Revolución Bolivariana en plena batalla contra los planes trazados desde las cúpulas imperialistas. Tal como ocurrió en Chile y en otros países, los factores desestabilizadores tienen los mismos ingredientes.
Estamos en presencia del saboteo vestido de mil maneras. Ataques a la electricidad, a la economía y, esencialmente, a la industria petrolera, como motores sensibles de la vida nacional. En el caso concreto del desabastecimiento, no han bastado las iniciativas de diálogo y entendimiento del gobierno nacional con el empresariado.
De nada han valido los apretones de manos, sonrisas, abrazos y declaraciones. La mala fe, la componenda, el camuflaje y la puñalada traicionera están a la vista. Hasta ahora todo ha sido un engaño, mientras el gobierno parece haber caído en el peine de la carantoña empresarial.
No es cuento que el desabastecimiento de algunos productos y la proliferación de colas, manipuladas o no, nos están haciendo daño. La respuesta del gobierno tiene que ser contundente y definitiva. Actuar con firmeza y agarrar el toro por los cachos para impedir que la derecha fascista se salga con la suya, cuyos planes desestabilizadores y golpistas no son, como decimos, mamadera de gallo. El pueblo venezolano espera respuesta inmediata del recién nombrado Órgano Superior para la Defensa Popular de la Economía.