Chávez y Plejanov

La biblioteca de la ilusión, el saber y el combate: apresurando el paso de los años y las lagunas de la memoria fragmentada, defino así aquel recinto poblado de libros, piedras herradas, siderales, aperos de explorador lunático, avíos embriagadores (tabaco en pasta, aguardiente de caña), un catre y un chinchorro para el descanso de aquel hombre que permanecía horas tecleando en una olivetti sus memorias y las de las guerras de su vida.

Mi padre, Ruiz Guevara, permaneció muchos años confinado, torturado y perseguido por las policías dictatoriales de Pérez Jiménez, Rómulo Betancourt y Rafael Caldera. Por comunista y cimarrón, como José Vicente Abreu y muchos de su generación.

La primera vez que Hugo Chávez, Huguito, como le decía su Madre Elena, entró allí, cabalgó sobre el lomo viviente de la misma leyenda que había escuchado antes, en Sabaneta, pero esta vez más fantástica, albergada en esas cuatro paredes y sostenidas por las obras completas de todos los relatos marxistas, excepto Trotsky, especie de renegado en la biblioteca de mi casa, que ni siquiera la acendrada ortodoxia de papá le impidió decir de él alguna vez: fue un hombre de un gran corazón.

Los pasos de Maisanta y Zamora, sus charnelas y sus pólvoras estaban allí intactos, custodiados por los ojos eternos de Simón Bolívar.

Hugo y papá hablaron horas, días y años de la conciencia emancipadora que tanto estudió Plejanov, la revolucionaria, donde quiera que estuviera el sujeto, el guerrero, cualquiera sea su padecimiento físico y metafísico.

El papel del hombre en la historia de Plejanov, ese libro que Hugo le quitó prestado a mi Padre y que mencionó mucho, como en la entrevista de Adelaida Guevara, la hija del Che,  representa la búsqueda incesante del Chávez adolescente. Plajanov abandonó el formalismo de su condición militar para entregarse a la lucha revolucionaria rusa con pasión y con el objetivo de contribuir a la formación marxista de la clase campesina, se opuso al terrorismo, organizó otros movimientos, se acercó y compartió con Lenin sus tesis fundamentales hasta el momento de considerar que la opción estaba en el ámbito de la socialdemocracia. Muere en Finlandia.

Una vida intensa que aún deja por fuera la pregunta¿Quién fue este ruso que recorrió la Revolución, su fulgor, sus miserias, su construcción con plena conciencia y que apasionó tanto a Chávez?



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Federico Ruiz Tirado


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